La Corona de Aragón.

Capítulo 28, Parte II.

—¿Entonces?

Trato de no marearme con tanta información pero me es imposible, el príncipe y yo parecemos movernos como si fuéramos robots mientras hablamos

—Entonces las cosas se quedaron así, Adrien perdió a su padre al año de nacido, esa es otra historia, pero en fin, el abuelo y él pasaban mucho tiempo juntos y ambos parecían adorarse, papá estaba enfurecido y parecía no razonar —niega nuevamente con la cabeza— El abuelo murió cuando Adrien tenía ocho años y yo cinco, fue doloroso para todos pero le afectó más a él porque fue como su padre. La muerte del abuelo dejo al mando solamente a mi padre, creía que estando él a cargo podría finalmente titularme príncipe heredero a la corona, pero el abuelo había dejado en su testamento claramente que Adrien ocuparía ese puesto. Los años fueron pasando, ambos tomábamos clases que nos prepararían para un futuro, pero parecía que mi primo se interesaba más por la política y la economía internacional que por la propia de Liechtenstein, él sabía que su futuro era ser el próximo rey pero no se interesaba mucho por tomar las clases que requerían para serlo, cuando cumplió los quince tuvo una charla que duro al menos tres horas con mis padres y su madre, cuando finalizaron papá tenía una enorme sonrisa que podría partir su cara en dos, llegó a mí y me dijo que sería el próximo rey, no lo entendí hasta que el propio Adrien unos meses después se despidió de mí diciendo que no le interesaba gobernar un país cuando podía ayudar a todo el mundo, me dijo que había renunciado a la corona porque él quería algo que siendo rey no iba a conseguir, se fue a estudiar a Suiza y no volvió en mucho tiempo, viajo por muchos lugares llevando atención médica, recursos básicos como agua y comida, promoviendo y ayudando a entidades que se distinguen por su trabajo en defensa del medio ambiente, defendió los derechos de personas que estaban sufriendo desigualdad y la lista sigue —toma una bocanada de aire y baja la mirada para verme directamente— Puede parecer un engreído e incluso un hombre frío, pero él solamente es tímido, te digo todo esto porque creó que fuiste ruda y agresiva e incluso puedo apostar que lo juzgaste sin motivo alguno cuando él solamente trató de ayudar a tranquilizar a Bonnie.

—¿Bonnie? —pregunto desorientada.

—La novia de Everett.

—Creí que ahora eran exnovios.

El sonríe divertido.

—Él está tratando de arreglar sus errores con ella, pero no nos centremos en ellos, de todo lo que te he confesado ¿lo único que pudiste preguntar fue por Bonnie?

—Lo siento —me disculpo avergonzada— Es sólo que son muchas cosas por procesar y entender.

Sacudo la cabeza tratando de ordenar mis pensamientos, no puedo creer que el mismo hombre al que abofeteé y con el que estuve bailando apenas hace unos minutos haya renunciado a la corona, es decir entiendo sus razones y más viendo como es de exclusivo Liechtenstein, la gente de aquí no pide nada de fuera del país pero tampoco ofrecen nada, puedo visualizar a un rubio pequeño sufriendo la perdida de su abuelo que fue como su padre, luego yendo a clases, dándose cuenta que muchísimas personas necesitan ayuda y entendiendo que siendo rey no podrá ofrecer esa ayuda, lo visualizó siendo apenas un adolescente y decidiendo renunciar a algo a lo que lo prepararon durante años, lo visualizó pensando durante noches en sus decisiones, lo visualizó yéndose del país para poder mejorar aunque sea una parte del mundo y capturando la belleza que nos ofrece el mismo lugar que intenta ayudar y entonces siento una gran empatía hacía él.

Mientras él renunciaba a la corona y a ser rey para convertirse en alguien libre y dispuesto a ayudar, yo renunciaba a mi vida normal para convertirme en princesa y evitar muertes innecesarias.

Ahora me siento aún peor por haber actuado como lo hice con él, levanto la vista dispuesta a buscarlo para poder disculparme de una buena vez pero alguien toca mi hombro con gentileza, me volteo y observo al rey Friederich.