Capítulo 37, Parte II.

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El Consejo es llamado y ante cualquier posibilidad de ataque la guardia real se despliega alrededor del palacio.

Héctor que es el jefe de seguridad junto con el señor Rowe, coronel de la guardia dan el informe ante todos.

Nos informan que fue un grupo de al menos veinte personas que llevaron autos para hacerlos explotar y desviar la atención al norte del palacio para que otro grupo dejara el mensaje en la pared del Oeste.

Cuando terminan de explicar el primer hombre habla.

—Bueno, dadas las circunstancias es lo menos que pueden hacer.

—¿Atacar el palacio real con la reina y la princesa dentro está bien para usted? —le cuestiona Miranda, una de las mejores consejeras del parlamento.

—El pueblo está enojado ¿qué espera usted que hagan? —refuta— No esperará que se queden sentados esperando por respuesta que el reino no le puede dar.

—Hay dos puntos en juego —interviene otro hombre— Si, ellos quieren respuesta y a sus hombres de vuelta pero tampoco pueden culpar de todo al reino de Aragón, mucho menos a la reina.

Todos comienzan a debatir y mi cabeza sólo logra marearse ante tantas voces, estoy tentada a levantarme e irme a mi habitación pero miro a Aaron que me hace una seña con la cabeza en dirección a la abuela que parece estar peor que yo y recuerdo las palabras de Stefan.

Lo busco y lo encuentro de pie cerca de la puerta, observa a todos en la mesa con rostro neutro, mientras que el regente está viendo a través de la ventana, dándole la espalda a todos en la sala.

—¿Qué propones entonces? —El primer hombre que habló esta de pie con las palmas en la mesa— ¿Qué encarcelen a todos los ciudadanos?

—De acuerdo, basta —el tono de mi voz suena más autoritario de lo que pretendía, todos detienen su hablar e incluso el regente que no me había dirigido ni una mirada en todo el día se gira a verme— No estamos aquí para debatir, estamos aquí para comenzar a actuar.

—La situación ni siquiera es clara ¿cómo tomaremos cartas en el asunto sino tenemos idea de lo que hacemos?

—La situación es más que obvia señor Weggin, esperábamos el ataque del reino de Mallorca sin prever que quien atacaría sería el pueblo.

—Algo que ya se veía venir desde que comenzó todo esto.

—Y si ya sé veía venir ¿Porqué no propusieron un plan para detenerlo? —le miro directamente— En sus informes jamás leí algo acerca de la situación.

—Está demasiado enfocada en su propia vida que si quiera me sorprende que justo en este momento le importe lo que le pasé al Reino.

Se escuchan jadeos de sorpresa en toda la mesa.

—¿A qué se refiere señor Weggin? —aprieto mi mano en puño bajo la mesa para no perder los papeles.

—Usted ni siquiera quiere ser reina, ha aplazado su coronación durante dos años y nunca ha demostrado interés por el bien común de la población ¿por qué le importaría ahora? —logro ver una leve capa de sudor en su frente— El Rey Fausto tiene razón, usted no tiene madera para ser reina, es demasiado débil y no, no he conspirado con el susodicho pero es algo que corre entre susurros por toda España.

Por el rabillo del ojo veo como la abuela toma aire dispuesta a soltar fuego por su boca, pero incluso antes de que lo haga me pongo de pie lentamente.

—Estoy hastiada de que todo mundo crea que soy incapaz de reinar Aragón sólo por que me ven débil —miro a todos en la mesa— No necesito de un hombre para reinar, ni de una corona para comenzar a tomar decisiones —inflo el pecho en orgullo— Tomo mi derecho por nacimiento como princesa y reina regente de Aragón para declarar mi primer decreto real —nuevamente se oyen jadeos por la estancia— El señor Weggin y cualquier otro que piense que no tengo madera para reinar se puede largar de esta habitación desde ya.

La Corona de Aragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora