Capítulo 7 [Maratón]

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El martes y miércoles transcurren en ducharme por las mañanas, ir a trabajar, soportar las miradas y murmullos de Ada y su amiga llamada Valentina, tratar de acercarme a Mía, volver a casa y arreglar mis cosas en el pequeño armario de la habitación.

Me estoy quedando dormida con un libro en la mano cuando Margaret toca mi puerta, luego asoma su cabeza.

—Simón está abajo —me avisa.

—Ahora mismo voy

Me pongo de pie y bajo las escaleras junto a la tía Margaret, Simón esta sentado en un sillón, le queda demasiado pequeño que da risa.

Se levanta, me observa y cuando me acerco y abre la boca para hablar lo hago yo.

—Que bueno verte por aquí ¿qué tal el hostal?

—Es muy cómodo —contesta con voz forzada, le invito a sentarse nuevamente y esperamos que Margaret se adentre a la cocina para hablar nuevamente— ¿Su majestad Amalia sabe que está laborando con su tía?

Su pregunta me pone nerviosa

—No y te agradecería que no mencionaras nada.

Simón me inspecciona lentamente.

—Lo siento mucho Princesa pero es mi deber comunicarle a la Reina de la situación —declara con pésame— Se supone que viene de vacaciones a disfrutar de su familia, no a trabajar y terminar así.

Me apunta y no hay necesidad que me levante a observarme en un espejo, se perfectamente como me veo.

El cabello mal amarrado en un moño, la blusa de seda color turquesa llena de manchas de grasa y demás, los pantalones negros de vestir llenos de harina y las zapatillas un poco rasposas.

Así he terminado los dos días anteriores.

—Se que parece que me explotan o algo así, pero la verdad me gusta mucho ayudar en el restauran —suelto un suspiro— Creó que estas al tanto de la situación y no estoy muy bien con la familia de mi padre.

Él asiente.

—No puedo permitir que se rebaje hasta esto para que su familia la acepté, lo siento.

Lo miro suplicante y él parece no dar el brazo a torcer, si le dice a la abuela lo que sucede lo más probable es que mande por mí totalmente espantada de saber que laboro de cocinera, luego meta a la cárcel a la tía Margaret por haberme hecho pasar por eso y en vez de arreglar las cosas con los Ludwing, las empeoraría.

—Simón, por favor.

Me observa fijamente, tan serio que parece que me mandará a callar, pero luego suspira.

—No me haga esto Princesa —pide en voz baja— Debo informar a la Reina de esto.

—Si lo haces tendrás más problemas tú que yo —digo tratando de sonar segura, no me gusta asustar a las personas pero este es un caso que lo requiere— Por haber permitido que algo así pasará.

Su cara se contrae en confusión, carraspea y se mueve incómodo en el sillón cosa que me hace pensar que he dado en el clavo.

—No puede trabajar todo el día —dice— Hable con su tía para que pueda ayudar sólo medio tiempo —abro la boca para negarme pero me interrumpe— Es eso o el aviso llega a la Reina sin importar las consecuencias para mí.

Lo observo incrédula, ¿es enserio? Cuando no veo atisbos de diversión o inseguridad en sus ojos; asiento resignada.

—Yo haré lo posible por entrar a trabajar en la tienda de música que está al lado del local de su tía.

La Corona de Aragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora