Capítulo 0. No me llames Eli, Y, ¿Desde cuando te gusta tanto el ejercicio?.

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Capítulo 0. No me llames Eli, Y, ¿Desde cuando te gusta tanto el ejercicio conmigo?.

Las paredes están tan separadas una de la otra que casi siento que no están allí y que un avión va a atropellarnos en cualquier momento. Pero parezco ser a la única que le preocupa, decenas de personas caminan en todas direcciones sin inmutarse. Si aún montón de adultos no les preocupa que un avión los mate, debe ser por algo.

Intento ver todo a mi alrededor y a la vez que mantenerme cerca de mi familia. Mi madre va por delante, hablando por teléfono, y mi hermano a mi izquierda con los ojos bien abiertos. Nunca habíamos estado en un aeropuerto y nunca quiero estarlo de nuevo.

Nuestra madre nos conduce a unas sillas de metal nada cómodas mientras sigue hablando. Intento concentrarme en las personas a mi alrededor para no escuchar que dice. Nos sentamos en silencio. Ella nos indica quedarnos allí con un gesto de mano y una mirada de advertencia mientras va a hablar a otra parte.

Sé que está hablando, o mas bien discutiendo, con su ex esposo y va a empezar a soltar cada maldición existente.

—Oye. —Recibo un toque en mi brazo. Asiento para que hable pero mantengo los ojos en mis tenis negros—. sabes que puedes ir conmigo y...

—No —me apresuro a hablar—. Ya hablamos de esto y de ninguna manera yo iré allá.

Casi puedo escuchar su silencioso suspiro y como gira los ojos con fastidio para ocultar su dolor. Pero no hago nada para consolarlo.

Una veinteañera con un bebé mira a su derecha frunciendo en entrecejo.

Un intimidante hombre con traje deja de mirar su reloj y ve a su espalda frunciendo el ceño.

Un par de niños dejan de verse entre ellos con gesto de enfado para ver al frente con curiosidad. 
El factor común de todos ellos es que, a pesar de sus posiciones, miran hacia la entrada del aeropuerto. No tardo nada en ver esa dirección, pero hay tantas personas corriendo de aquí para allá que tardo demasiado en ver lo que está llamando la atención. Es solo un chico con chaqueta derrapando por el pulido piso.

Se que palidesco por que siento la sangre frenarse de mi cara.

—¿Qué no es...?.

—Si. —Mi voz sale con molestia por más que intento ocultarlo. Mi hermano me mira intensamente y pone su mano en mi hombro. Pudiera parecer que lo hace para darme apoyo, pero en realidad es para que no salga corriendo a ningún lado y termine perdida. Aunque mis piernas tiemblan tanto que dudo que pueda.

Cuando se detiene jadeante y sudoroso a unos cincuenta metros, gira sobre sí mismo escalando el lugar. Me aprieto contra el asiento hasta que duele. Si supiera donde están los baños, hubiera corrido a esconderme en el segundo que lo vi; si supiera que puedo meter a mamá en esto, hubiera corrido a ella; si supiera que mi hermano me defendería, le pediría ayuda; pero sólo cuento conmigo.

Contengo la respiración y me aferro al frío metal del reposabrazos cuando sus ojos se posan en mí. Aprieto los labios y espero a que llegue frente a mí.

Mi madre, viéndonos a la distancia e inmersa en su llamada, grita el nombre de mi hermano. Él me mira, preguntándome silenciosamente si quiero que se quede, niego con la cabeza y él se le levanta casi aliviado.

El chico que irrumpió en el aeropuerto se sienta en la silla a mi lado, donde esta mi hermano. Miro a la gente volver a sus actividades sin notar que está apunto de darme un infarto de lo rápido que late mi corazón, o un ataque de nervios a los dieciséis.

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