Prólogo

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Canción: 


¿Por qué la melancolía se apodera de mí cada vez que llueve? No es que esté triste, o que me hayan sucedido cosas malas más allá de la muerte de mi abuela el verano pasado. La lluvia ni siquiera está relacionada con ella, no trae particularmente sus recuerdos a mi cabeza. Es como si fuera un dolor todavía más profundo.

Aún si estos sentimientos me abrazan, no me dan miedo. Mi vida sigue con completa normalidad cuando llueve, y simplemente ando por el mundo haciendo lo que hago también en los días soleados: trabajar, leer, rescatar animales, ayudar a mi madre y ayudar extraños. Nada cambia para los demás, pero mi interior se siente como si estuviera completamente desecho.

Algunas veces parece como si esta presión en el pecho quisiera decirme algo pero no puedo entender qué. Camino sin rumbo por varias horas con mi paraguas mientras la lluvia cae, ligera en algunos momentos, poderosa y recia en otros. Intento disimular mi sorpresa cuando cada llovizna arrastra mis pasos hacia el mismo lugar: un pequeño parque mediano, con los juegos ya descoloridos y oxidados por los años, los asientos de madera en su mayoría rotos y los árboles de tamaños incontrolables, como si nunca hubieran sido podados. Como si siempre hubieran estado ahí pero nadie los hubiera descubierto, nadie excepto yo.

La lluvia cae y estoy allí parada, viendo la nada, con los zapatos mojados mientras el ocaso desaparece para dejar ver lentamente a la luna llena, brillante y blanca. No hay estrellas, solo nubes oscuras que vomitan gotas gruesas y, si saco la lengua, puedo notar que son saladas. Parecen lágrimas, pero ¿quién llora? Me pregunto si Dios existe y no se siente bien.

Sostengo el paraguas con mi mano izquierda y estiro la derecha para sentir las gotas en la palma de mi mano. Hace frío, pero no lo suficiente como para que abandone mi puesto bajo la lluvia. Sé que debo estar allí, esperando. ¿Qué espero? ¿Por qué? Mi corazón da un vuelco y mi estómago se contrae. Instintivamente guardo mi mano, la llevo a mi pecho y siento cómo anillo que cuelga de mi cuello se presiona contra mí. Está caliente, casi ardiendo, y parece que va a dejar una quemadura, pero cuando abro mi campera y lo tomo entre los dedos el ardor cesa. 

El anillo brilla bajo la luz de la luna y algunas gotas salpican contra él. Mis ojos no pueden dejar de mirarlo y mis pies no se mueven, siguen estáticos al igual que mi paraguas. No hay viento, no hay nadie más alrededor. Solo estamos la lluvia, el anillo y yo bajo la luna y las nubes.

Por un segundo creo que pierdo todos los sentidos y me desoriento. Ya ni siquiera se oye el sonido de la lluvia al caer contra el suelo, las gotas siguen ahí pero no puedo escucharlas. Todo se vuelve más lento, más oscuro, más lejano. Pero el anillo brilla, el frío crece, mi pecho duele y todo comienza a dar vueltas a mi alrededor. 

Finalmente vuelve a ocurrir una vez mas y me despierto en medio de una tormenta, con los ojos llenos de lágrimas y con el cuerpo pesado, como si hubiera caminado muchos kilómetros, como si de verdad estuviera pasando.

Sin embargo, estoy en mi habitación, con el anillo sobre la mesa de luz y la ventana abierta dejando que la lluvia entre y moje el suelo. Suaves gotas acarician mi rostro mientras la cierro y, queriendo comprobar que todo es un sueño inexistente, saboreo una. Pero es salada, así que vuelvo a la cama para nuevamente tapar mi cabeza con la almohada mientras este vacío me consume y sigo sin saber qué pieza falta para llenar mi corazón. 

Desde las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora