Capítulo 14

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28 de septiembre del 2000

No quise dar a conocer lo que sabía, no me costaría ocultarlo mientras averiguaba más cosas, además, si mis inferencias no fallan, Cloe estaría investigándome a mí, he ahí el patrón de la libreta, la cara de mi madre y mi nombre oculto bajo la foto.

Los nombres tachados de seguro fueron sus otros investigados, pero ¿qué la hará sospechar de mí? Lo de su cambio de personalidad podría ser toda una invención, aunque es tan rotundo que no lo creo de esa forma, puedo dar fe que hasta en el sexo son distintas, así que será una opción descartada por ahora.

Tendré que ser más cauteloso que de costumbre, espero que Selene no le cuente lo del ajedrez online, y si ya lo hizo no dudará en indagar lo de mi autoría en los suicidios que ocurren en la ciudad, de todas maneras, no tiene como probarlo.

Lo que me preocupa realmente –si es que así le puedo llamar a esta inquietud extraña– es la muerte de la niñera de Amelie, ahora que lo pienso si Cloe estuviera confabulada con Selene, jamás hubiese hecho que Amelie se suicidara, tampoco se hubiese desesperado tanto con la muerte de su perro, supongo que con Selene por ahora estoy a salvo.

29 de septiembre del 2000

Llegué al trabajo hoy como si nada hubiese ocurrido, oculté mis más oscuros pensamientos y me senté como siempre a escuchar las quejas sobre previsiones sociales.

Sentí miradas en mi espalda, así que inmediatamente deduje que la de la oficina de al lado era Cloe, no sé si realmente es así o me está dando un grado altísimo de paranoia. Como sea, me inclinaré por la primera opción.

Decidí no jugar al ajedrez online hoy, me ausentaría mientras supiera que Cloe tenía la luz y Selene estuviera en la oscuridad.

Mi día giró en torno al aburrimiento y la fuerza de la costumbre, sentí que necesitaba escapar y escribir todo esto en mi laptop, pero tuve que esperar hasta el final de turno para hacerlo, así que aquí estoy... Con un cigarrillo en la boca mientras redacto mis intrépidas ideas.

Misu, en cambio, me observa fijamente con el humo colándose entre los pulmones y la peluda cola meneándose de aquí para allá.

30 de septiembre del 2000

Es fin de mes y todos van por su sueldo, yo como de costumbre, prefiero esperar para retirarlo, mientras tanto, observo.

Ahí está ella, pasa delicadamente frente a mi mesón y me dedica una dulce sonrisa, esta vez lleva un vestido y una pañoleta de color rojo intenso. Con unos zapatos negros de taco alto anuncia su partida de fin de turno, me limito sólo a mirarla y a pensar qué tramará, busco mis cosas y me voy tras ella.

No se dio cuenta que la sigo, es primera vez que veo que no se sube a su auto, sino que se dirige caminando en dirección contraria a su casa.

Cincuenta pasos en vano, pues al apresurarse me dio a entender que sentía mi mirada, al voltear, sus ojos se clavaron en los míos juzgándome.

–¿Por qué me sigues, Joe? –preguntó ingenua.

–Te estaba cuidando, no es seguro que camines a esta hora por estos lados. –No encontré una mejor excusa.

–Eso no te lo cree ni tu madre. –Su inmensa seriedad estropeaba mis pensamientos.

–¿Acaso conoces a mi madre? –En ese momento me di cuenta de que la había jodido, no pude preguntar algo más estúpido en mi vida, pero ya no había vuelta atrás.

–¿Por qué lo dices? –Fue sutil.

–Encontré tu libreta y no pude evitar ver el dibujo de mi madre en ella. –Se lo dije para ver su expresión, para reconocer alguna pista de espanto, algún indicio de lo que sospechaba.

–Devuélvemela, ahora. –Ni siquiera tomó en cuenta lo que le decía.

–Primero dime de qué se trata –exigí.

–Fue un día que te visité y no estabas, ella me recibió y dijo que estabas en el hospital, yo seguía preocupada, sólo le hice algunas preguntas para saber más de ti, no eres una persona tan extrovertida que digamos. –Su historia tenía un poco de sentido, a excepción de algo.

–Pero ¿por qué la dibujaste? –Esta vez lo pregunté sin ninguna pizca de vergüenza, si tenía que sacarle mentira por verdad, claro que lo haría.

–La libreta siempre la llevo conmigo, no entiendo por qué debo contarte mis cosas, Joe... Lo haré sólo porque de verdad me importas, pero no te imaginas cuánto me duele lo que éstas haciendo en este momento. –Prosiguió–, Voy al psiquiatra porque tengo un trastorno grave. En la libreta anoto, dibujo y escribo libremente todo lo que me pasa, todo lo que voy conociendo y me interesa. –Calzaba, pero todo lo que encontré... No podía terminar de creerle.

–¿Qué más viste en ella? ¿Me la puedes devolver? –Intentó usar la persuasión.

–Muy bonita tu historia, ahora quiero que me digas por qué me investigas. –La enfrenté sin miedo... En realidad ¿qué es el miedo?

–Te estoy diciendo la verdad. –Esta vez titubeó.

–Ahora puedes decírmela toda.

Su rostro cambió completamente, el rojo de sus mejillas comenzó a expandirse por toda su cara, sus labios ahora fruncidos y su mente... Quién diablos sabe dónde andaba su mente. Ahora la tenía, la había descubierto y no había nada en el mundo que se pudiera hacer contra eso.

–¿Por qué la molestas, Joe? –Aquella frase salió de sus labios y el dolor de cabeza comenzó. Ya no era Cloe, se había escondido, esfumado y lo peor de todo, es que no sabía cómo hacerla volver.

01 de octubre del 2000

Todo en la vida siempre me había salido bien, ¿qué estaba haciendo mal ahora? Cloe se había escurrido en mi propia cara mientras Selene aparecía en su defensa, pensé que ciertamente ella tenía el control, pero al parecer quién tenía el mando de todo era el mismísimo miedo.

Me pondré el pijama por esta noche, mi cabeza está que explota y así sencillamente no se puede seguir escribiendo.

Buenas noches. 

El diario de JoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora