Senderos

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Por lo general hay un momento en el que las personas conectan. Esto sucede cuando ambas se encuentran a la misma altura del mismo camino. Sin embargo, en esta vida todo cambia, y lo normal es que las personas se separen, ya sea porque han decidido ir más lento, más rápido, o porque de plano han escogido otro camino. La tristeza y la desesperación surgen de esta separación, porque nos parece impensable que una conexión tan magnífica desaparezca. Queremos aferrarnos a la relación, pero al sentirnos en un diferente camino también sentimos la imposibilidad. Es normal no querer separarse por el malestar que esto provoca, pero no hay nada que se pueda hacer si ambas personas han decidido andar por diferentes senderos.

Querer que la otra persona regrese a ser lo que era, alejándola de su camino atrayéndola al nuestro, es egoísta. Y dejar de lado nuestro camino, lo que realmente queremos hacer, por seguir a otra persona, es una grosería contra nosotros mismos. Debemos aceptar esta situación y no forzar las relaciones, porque si no se tornarán enfermizas. Si lo que nos da miedo es la soledad, debemos dejar de tenerle miedo, pues además de ser necesaria para reflexionar, siempre habrá personas que aparezcan en nuestro camino.

La única manera de permanecer a lado de alguien constantemente es que ambas personas se encuentren a la misma altura del mismo camino, y que avancen, se detengan o retrocedan al mismo tiempo, como si fueran una sola. Lo cual realmente debe de darse porque, además de ser parecidas, ambas personas así lo deciden de corazón, sin ser egoístas ni sin ser groseras consigo mismas. Aunque duela, si los caminos resultan ser diferentes, es momento de separarse. Si los caminos coinciden y permanecen, hay que agradecerlo. No tiene caso vivir frustado por algo que ya pasó, y menos sabiendo que uno no puede cambiar a otra persona y que tampoco está dispuesto a cambiar por ella de corazón.

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