Álvaro
Me sentía fatal por lo que estaba apunto de hacer. Nunca he ocultado nada a Alicia y menos respecto a algo de su vida amorosa, que no me incumbe.
Estaba apoyado en una de las paredes del estadio, con mi café en la mano esperando a que el chico con el cual tengo tendencias asesinas desde que mi hermana me contó lo que le hizo, me de una explicación razonable para que muestre una pizca de compasión y no le parta la cara aquí mismo.
Minutos después, vi como una cabellera castaña se asomaba por la esquina junto a Isco. Suspire y me repetí a mi mismo varias veces que me controlara, no quería echar mi carrera a perder.
Los ojos de Marco indicaban que habían estado llorando, desganado. Se lo merece, por capullo. Isco en cambio intercambió una sonrisa conmigo y después un apretón de manos.- Será mejor que esto sea rápido Isco, no quiero alargar algo que no tiene solución. —suspiré con mis cejas alzadas.
- Se que no debí hacer eso Álvaro. —abrió por primera vez la boca Marco. —Entiendo que ahora mismo no quieras escucharme pero al menos, quiero que sepas que quiero y he querido a tu hermana.
- Permíteme que dude de ello. —dije tan frío como la pared en la que estaba apoyada.
- Álvaro, deja que se explique, por favor. —pidió mi amigo a su lado.
- Esta bien.
- Fue en en Mundial cuando aposté... bueno ya sabes...
- La virginidad de mi hermana, si. —dije con los brazos cruzados en mi pecho. El me lanzó una mirada avergonzada que ignoré.
- No imaginé que me enamoraría de ella Álvaro. Pensaba que sería algo rápido. Ella era tan terca que hacía que mis ganas de ir tras ella aumentaran y cuando quise darme cuenta ya era demasiado tarde. —dijo Marco arrepentido. —Me enamoré, sin quererlo. Me quise esforzar para desprenderme de esos sentimientos pero fue imposible. Apostamos que si a los dos meses no había conseguido el propósito, debería dejarle calle a Medrán.
- ¿Cómo que dejarle calle? —dije confundido.
— Suspiró y prosiguió.— Medrán también se fijó en ella y para evitar problemas hicimos ese pacto. Yo no fui capaz, veía a tu hermana tan frágil.
Mi hermana no era virgen, pero ella quería aparentar que lo era. Su pasado ha sido difícil y una persona como ella, tan pura, tan buena con los demás, no merecía una primera vez así, como la tuvo. Para ayudar a que dejara su pasado atrás, fingió que eso no había pasado y al parecer, no le contó nada de esto al chico que tengo enfrente.
<<Así que cuando el plazo terminó, me resultaba lo suficientemente difícil despedirme sin tener una razón convincente así que desaparecí de su vida sin dejar rastro. —dijo mirándome por primera vez a los ojo. —Álvaro, quiero a tu hermana. Quiero que sea diferente esta vez. Por favor, ayúdame.
Sentía pena. Marco parecía arrepentido de verdad, pero no estaba en mi mano que volviera con mi hermana, y la verdad, tampoco era de mi agrado. Es ella la que debe elegir que hacer con su vida.
- Lo siento, pero no. —dije con la mirada fija y convencida. —Es ella la que debe decidir Marco, yo no puedo obligarle a nada.
- Vamos Álvaro, algo podrás hacer. —suplicó Isco.
- ¿Qué harías tu si fuera tu hermana la que estuviera así Isco? —pregunté enfrentándome a el. Se hizo el silencio y no obtuve respuesta por mi parte. —Me lo temía. —dirigí mi mirada hacía el chico de ojos marrones. —Si quieres recuperarla, haz todo lo que deberías haber hecho hace tiempo, quererla y valorarla.
Me fui por los pasillos del estadio que dentro de unas horas verían un enfrentamiento histórico entre dos grandes del fútbol.
Por más que quisiera ayudar, no puedo hacer ni ayudar a recuperar el corazón de mi hermana a alguien que lo ha tenido en su mano y lo ha destruido en tan solo unos meses. Ver a mi hermana rota, es algo que me destroza por dentro y no tengo ninguna intención en meterme en sus relaciones amorosas.
Por otro lado, sé que sigue profundamente enamorada de ese chico y que sería feliz al lado suyo. Suspiró y paso los dedos por mi oscuro pelo con la cabeza hecha un lio. Es ella quien finalmente tiene la última decisión.
Marco
- Te dije que esto no serviría de nada Isco. —dije con una pizca de amargura en mi voz.
- Lo siento tío. —dijo posando su mano en mi hombro. —Aún no esta todo perdido.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Escuché hablar a la directiva el otro día. Se ve que los chicos quieren que Alicia sea la fotógrafa del club y han contactado con su agencia. Ellos han aceptado y ella no puede negarse ya que sería algo brillante trabajar aquí para su expediente universitario. —dijo mi amigo con cierto brillo en los ojos. —Si quieres recuperarla, debes empezar desde cero. Recuperar su confianza e intentar que te perdone.
Me quedé sopesando las posibilidades de que eso saliera bien. Alicia era terca y ruda, de eso no había ninguna duda, pero también sabía que era una chica que sabe perdonar y ver más allá de los defectos de las personas. Tal vez si había una posibilidad de hacer que todo volviera a su cauce. Sonreí en dirección a la buena idea de mi amigo y a continuación caminamos hasta el vestuario del equipo.
Alicia
- ¿Estás segura de querer ir? —preguntó mi hermano a mi lado.
- Nunca me he perdido un partido de Álvaro y hoy no va a ser la primera vez. —dije convencida.
- Alicia, a el no le va a importar que no vayas. Si vas y te ve mal, va a ser cuando el se va a preocupar y enfadar contigo. Además, ya sabes quien va a estar ahí.
Suspiré. Sabía perfectamente a quien se refería. No podía dejar que eso me apartara de mi hermano, no ahora. Estaba claro que verlo ahí me iba a doler, pero también sabía lo mucho que ayuda nuestra presencia a Álvaro y eso equilibraba la balanza.
Cogí mi abrigo y tras un suspiro de mi hermano, caminamos hacía el estadio. Nuestro primo, Sam, estaría allí con nosotros. Siempre habíamos tenido muy buena relación, era como un hermano más. Siempre que recuerdo las tardes con el y mis hermanos, me hacen estar tremendamente feliz de la suerte que he tenido encontrándolos.
Diez minutos más tarde, llegamos a la Romareda y nos sentamos en nuestros respectivos asientos. A mi izquierda tenía a Raoul y a mi derecha a Sam. Desde que ha llegado, todo ha sido un mar de risas y carcajadas. Me había olvidado de ese chico de ojos chocolate hasta que vi su cabellera trotando por el campo.
- ¿Estás bien? —pregunta Sam con ojos preocupados a mi derecha.
- Tranquilo, estoy bien. —dije regalándole una de mis mejores sonrisas.
Realmente, tenía el presentimiento que algo muy malo iba a pasar, pero no me imaginaba que la noche fuera a acabar así.