Capitolo 9

112 10 4
                                    

Alicia

Creo que en mi vida he llorado de la forma en la que ahora lo estoy haciendo. Siento como si todo me pesara, como si el aire no entrara en mis pulmones. Todo había sido tan rápido, tan sumamente rápido. La pelota estaba en el aire y mi hermano fue a darle de cabeza cuando uno de los jugadores del Real Madrid le arrasó. Todo lo que parecía ser un lance del juego fue todo lo contrario. Mi hermano cayó en el suelo golpeándose en la espalda y más tarde en la cabeza. Lo único que conseguí escuchar fue: No respira.

Estábamos de camino al hospital al que habían trasladado a mi hermano. Sam estaba en la parte trasera conmigo mientras Raoul conducía. Solo era capaz de llorar en el pecho de mi primo mientras el me repetía las palabras estará bien, tranquila una y otra vez. Llegamos al hospital y salte del coche como si tuviera un muelle que me impulsara a hacerlo. Entré a la sala de Urgencias y fui directamente al mostrador.

- ¿Dónde esta? —pregunté con desesperación el la voz.

- ¿Quién? ¿Está bien? —preguntó la morena que había en recepción.

- Álvaro, Álvaro Vázquez. Le han trasladado aquí desde la Romareda. ¿Dónde está?

- Espere aquí. —dijo ella yendo a por lo que creía que era un médico.

Más tarde entraron mi primo y mi hermano buscándome. La joven apareció con un doctor a su lado mientras nos miraban con pena. No quería escucharlo, Álvaro no podía. El era fuerte estaba segura de que pasaba otra cosa.

- ¿Son ustedes los familiares de Álvaro Vázquez García? —preguntó un chico joven.

- Somos sus hermanos. ¿Dónde está? ¿Podemos ir a verle? —pregunté esperando una respuesta afirmativa que nunca llegó.

- Su hermano ha sufrido una parada cardíaca mientras estaba de camino al hospital. Por suerte, le hemos recuperado. —dije soltando todo el aire que se había acumulado en mis pulmones desde que aquel chico nos miró así. —Pero después de la operación, ha entrado en coma.

Esas palabras me cayeron encima como un jarro de agua fría. Noté como mis rodillas temblaban y que mi equilibrio se iba. Sam, al percatarse, me cogió del brazo evitando que me estampara contra el suelo. Ha entrado en coma, ha entrado en coma, ha entrado en coma... Esas cuatro palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza, haciendo que mis lágrimas salieran en grupo de mis ojos. Raoul no se había separado de mi ni un instante. El también estaba llorando. Nuestros padres llegaron al hospital y lo primero que hice al levantar la mirada fue ir a abrazarles. Lloré en sus hombros como lo había estado haciendo toda la tarde-noche.

Horas después, decidí salir a tomar el aire. Aún no nos dejaban entrar en la habitación, así que decidí ir a despejar mi mente. Al ver mi reflejo en el cristal de la entrada, pude ver que mis ojos estaban inyectados en sangre y que estaba totalmente pálida. Saqué el móvil de mi bolsillo izquierdo. Las redes estaban inundadas de mensajes de apoyo hacía Álvaro. Un nombre apareció en lo alto de la pantalla y lo cogí sin pensarlo.

Llamada telefónica

- ¿Javi?
- Ya me he enterado. ¿Es muy grave?
- Está en coma Javi. —dije sollozando de nuevo.
- Alicia... ¿Quieres que vaya? Puedo decirle a Rubi que me quite de la convocatoria si me necesitas allí, enserio no importa...
- Javi, claro que te necesito pero no puedo privarte de eso, ahora no. Es tu oportunidad y tengo aquí a mis padres, a mi hermano y s mi primo.
- Alicia, ahora mismo tu eres más importante que mi carrera.
- Javier Puado Diaz, voy a colgar el teléfono como vuelvas a decir eso. No puedes dejar tu sueño ahora que estás a punto de cumplirlo. Puedes venir el martes ¿de acuerdo?
Hubo un silencio en la línea hasta que tras un suspiró respondió: Está bien. Pero si me necesitas solo llámame, a cualquier hora del día.
- Eres el mejor amigo que podría tener. Te quiero mucho Javi.
- Y yo a ti Ali.

Fin conversación telefónica

Cuando colgué, no pude evitar el pensar que haría con mi vida ahora que mi hermano está así. No quiero volver a Madrid y empezar la Universidad así. Mañana llamaría a la agencia de las prácticas para explicarles lo sucedido.

Llevaba el suficiente tiempo fuera como para no sentir mi nariz. Noté una presencia detrás mía, y al instante ya sabía quien era, era imposible no reconocer su dulce olor a menta.

- He venido aquí en cuanto me he enterado. —dijo Marco. —¿Cómo estas?

- ¿Cómo crees que estoy Marco? —dije girándome aún con mis brazos en el pecho.

- Lo siento mucho Alicia. —dijo con un hilo en la voz y con la cabeza gacha.

- No es culpa tuya. —dije mirándole.

Cuando levantó su cabeza y nuestros ojos establecieron contacto, noté como una fuerza se apoderara de mi cuerpo. Noté que iba a perder el equilibrio. Siempre había tenido ese efecto en mi: el hacer que un grupo de mariposas agitaran sus alas en mi barriga provocando una perdida de mis sentidos en mi. La piel se me había puesto de gallina y mis sentimientos se habían intensificado.

Recuperé el sentido y aparté mi mirada. Solo fui capaz de derrumbarme otra vez. Tapé mi cara con las manos e hice un ademán de irme. Lo único que conseguí fue que Marco me pegara a su pecho y sintiera como su olor entraba por mis fosas nasales y mi corazón latía cada vez más rápido. El dolor se desvaneció y yo me pegué aún más a su pecho. Aunque me había hecho daño, lo necesitaba. Necesitaba aquel don que tenía de curar todas mis heridas con una mirada, con una sonrisa. Echaba de menos estar cerca de el y oler su perfume que desataba un zoológico en mi barriga.

Me separé y nos quedamos a tan solo unos centímetros de distancia. Mis ojos viajaron hasta sus labios y seguidamente a sus ojos. Chispeaban y sus pupilas estaban totalmente dilatadas. Quería separarme, recobrar el sentido del equilibrio y asentar mi cabeza, pero no pude. Me quedé mirándole mientras me perforaba con la mirada. El hizo el mismo gesto que yo. Vi como se acercaba. Mi mente decía que me separara, pero mi corazón no me lo permitió. Entonces, escuché como la puerta de la entrada del hospital se abría y eso hizo que me separara rápidamente. Vi a mi hermano asombrado mirándonos y después prosiguió con lo que venía a decirme.

- Ya podemos pasar a verle y había pensado que tu querrías ser la primera. —dijo dirigiendo su mirada a mi y después a Marco.

- Claro. —dije mirándolo. —Ya voy.

Cerró la puerta y empecé a caminar hacía allí cuando el chico de ojos chocolate me cogió del antebrazo.

- Alicia... —dijo con ojos suplicantes.

- Ahora no es el momento Marco. —dije zafándome de su agarre.

Caminé hacía la entrada y después le pregunté a Raoul la habitación donde se encontraba nuestro hermano. Me la dijo y me miro con cara de: luego tu y yo vamos a hablar. Asentí y me dirigí hacía la habitación. Casi me beso con Marco. Si Raoul no hubiera interrumpido, ¿me habría besado con el? Confusa, entré a la UCI.

Juro que nunca antes nada me había dolido más que ver a mi hermano con tantos tubos en su cuerpo y con los ojos cerrados sabiendo que no los abriría. Me senté en la silla que había a su lado y le observé. Tenía sangre seca en la cabeza y su respiración era pausada. Limpié las lágrimas que había en mi rostro pero fue inútil, porque otras aparecieron en su lugar. Cogí su mano y la besé. ¿Cómo iba a avanzar sin el?

- No me puedes dejar Álvaro. —dije agarrando su mano fuertemente. —Te necesito, ahora más que nunca. No puedo verte así, no quiero verte así. Necesito que despiertes, que me des la lata y yo te grite por eso; necesito que me hagas reír con tus tonterías; necesito que enfades hasta dejar de hablarte para luego darte un abrazo; te necesito a ti, a mi lado, necesito a mi hermano. —dije para romperme a su lado. Apoyé la cabeza en su pecho y me dediqué a llorar hasta que me dormí escuchando el ritmo pausado de su corazón.

Cuore FreddoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora