Capítulo 25: Muerte de Ametz Amaíz

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Capítulo 25:
Muerte de Ametz Amaíz

Capítulo 25: Muerte de Ametz Amaíz

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Me muevo inquieta sobre la cama. Una frialdad se desliza desde mis pies hasta la rodilla perturbando mi sueño. Abro los ojos y lo primero que encuentro es a Ametz a un lado de mi cama. El responsable de que los vellos se me hayan erizado. Siento que no he descasado nada, el día de ayer fue un agité en todo momento, además llegamos bastante tarde después de dejar a mi madre en su casa. Miro la hora en el reloj, son las seis de la mañana.

—Ametz, ¿por qué tienes que aparecerte tan temprano? —me quejo. Me cubro el rostro con el brazo.

—Es que me urge que liberes a Clarisa de su cuerpo. Tú me lo prometiste —dice como una exigencia—. ¿Y desde cuándo mi hermano se queda contigo?

Me quito la sábana y salgo de la cama. Asier se mueve de lugar, pero no se despierta. Anoche prefirió quedarse conmigo.

—Eso no es de tu incumbencia. Y con respecto a Clarisa, tú y yo tenemos un trato. Por si lo has olvidado. —Voy hasta el baño y cierro la puerta. Abro el grifo del lavamanos y me lavo la cara para terminar de despertarme.

—No lo he olvidado —dice Ametz desde afuera.

Me tomo mi tiempo para lavarme los dientes y ducharme. Hoy será un día tan largo como el de ayer. Espero que Asier no se despierte y lo primero que vea sea a su hermano en la habitación, se llevaría un susto de muerte. Salgo de puntillas del baño, envuelta en una toalla, he olvidado mis sandalias, el agua estaba helada. Mi visitante no se encuentra por ningún lado, debe estar en la sala.

Mientras busco qué ponerme Asier se despierta, su torso desnudo es una tentación que me obligo a ignorar. Su hermano llegó en un muy mal momento.

—¿No es muy temprano? —dice soñoliento.

—Dile eso a tu hermano —digo subiéndome un jean. Él se ha sentado en la cama, más despierto que nunca, y no es porque me encuentro aún semidesnuda.

—¿Está aquí? —pregunta como si no fuera posible.

—Sí, en alguna parte de la casa —respondo. Tomo una franelilla negra y la paso por mis brazos, luego una blusa tejida en un tono morado—. Mejor sigue durmiendo.

Termino por calzarme unas sandalias. Le doy un beso en los labios y salgo de la habitación. En efecto, mi visita matutina se encuentra en la sala, justo en el rincón que da a la ventana donde se encuentran un par de fotografías. Unas con mi madre y hermana mucho antes de lo de mi accidente; después de eso nunca conseguí que Alida se uniera a nosotras en una fotografía familia. Otras con mi sobrino, con Lorenzo y también está esa foto que mi amigo tomó en el cementerio cuando sepultamos a Dolores. Meses atrás ese rincón estaba lleno de esos momentos maravillosos con Jhosep que pudieron ser capturados por la cámara, pero el mismo día que me terminó depuré ese lugar de su recuerdo.

—Los de la fotografía, ¿son tu familia? —pregunta Ametz sin voltear.

—Sí, ahora, ¿por qué no comienzas por decirme lo que ocurrió el día de tu muerte? —digo mientras me muevo por la cocina para preparar un poco de café.

Médium. Espada de hueso (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora