Capítulo 9

496 75 8
                                    


—¿Perdón?— le pregunté —¿Cómo que apostar?

—Es más un experimento social-profesional— reflexionó —¿Qué tal si, por las siguientes cuatro horas, dibujas la fachada mientras que yo introduzco los detalles exteriores en el programa de diseño? Al final de las cuatro horas veremos, uno, quién fue más productivo, y dos, qué fue más preciso.

Abrió su laptop y me miró expectante.

—¿Y qué es exactamente lo que se gana con la apuesta?

—El perdedor compra el almuerzo.

Le sonreí, al brillo de sus ojos y a la audacia de su sonrisa.

—Trato hecho.

Deslicé la hoja de especificaciones sobre la mesa para HanBin.

—Necesitaras esto— le dije, y empecé con mi papel cuadriculado y me guié por la memoria solamente.

Conocía esos códigos como la palma de mi mano, sabía lo que los propietarios querían y sabía cómo hacer que sucediera. Así que, recogiendo una de mis pistas de delineación, empecé a trabajar y ni siquiera el molesto tap-tap-tap de HanBin en su teclado me podía distraer. Era mi parte favorita de mi trabajo. Por supuesto que todos los trabajos eran pasados por el programa de diseño, pero para mí, aquí era donde empezaba cada trabajo.

Fue alrededor de dos horas después que HanBin se puso de pie y se estiró. Él se marchó a la cocina y regresó con el frasco de mantequilla de maní y una cuchara.

—¿Qué?— me preguntó cuando lo miré —Es mi frasco de adulación.

Luego procedió a comerlo a cucharadas, y cada vez que lo miraba, estaba concentrado en la pantalla de su laptop con la cuchara todavía en su boca.

Era... lindo.

Poco después de eso, mi estómago me dejó saber que era la hora de comer, y por supuesto cuando vi la hora, casi habían pasado las cuatro horas. Me levanté y entré en la cocina, tomé dos botellas de agua y una cuchara y volví a la mesa. Puse las dos botellas allí y me recargué contra el borde de la mesa donde estaba HanBin y tomé el frasco de mantequilla de maní.

—¿Cómo vas con tu apuesta?— le pregunté, cuando tomé una cucharada del frasco.

—Bien, he terminado, pero sé que no será tan bueno como el tuyo— suspiró.

Metí la cuchara en mi boca y en cuanto probé la pasta de maní, no podía dejar de gemir.

—Esto es bueno.

HanBin me miró, aparentemente paralizado por la cuchara en mi boca.

—Te lo dije— dijo un poco bruscamente. Negó con la cabeza, y miró rápidamente a su laptop, dándole la vuelta para que yo lo viera —No es que en realidad tengamos que comprobar, porque estoy seguro que el tuyo va a poner al mío en vergüenza.

Miré la pantalla.

—Has hecho un trabajo realmente bueno— le dije —La fachada se ve bien, las elevaciones son limpias. Se ve bien.

—Mhmm— dijo sin estar convencido.

—Tienes la codificación correcta— le aseguré —Y teniendo en cuenta que es un programa nuevo para ti, no deberías desestimarlo. Has hecho un buen trabajo.

—Correcto— murmuró —Vamos a echar un vistazo al tuyo.

Se puso de pie y caminó a mi lado de la mesa, él tomó mi libreta de cuadrícula mientras yo lo observaba. Guardó silencio durante un largo rato, así que caminé y llegué a su lado.

—Por Dios— susurró —Esto es increíble— le sonreí y él negó con la cabeza —El sombreado, la perspectiva, las líneas...— se detuvo —Wow. Es mhmm, es...

—Es la hora de comer y tu pagas— le dije, tomando la libreta y tirándola sobre la mesa.

HanBin me sonrió por un poco-demasiado tiempo, se acercó a mi puerta y la mantuvo abierta para mí.

—¿No hay chistes sobre ancianos?— le pregunté cuando llegamos al ascensor —Ayer estabas lleno de burlas por mi edad.

—¿Te acuerdas de ayer?— preguntó con los ojos muy abiertos —Tu medicina para el Alzheimer debe funcionar realmente.

Presioné el botón para ir al vestíbulo.

—Eres un pequeño pedazo de mierda.

Pensé que podría ofenderlo por llamarle así. Pero por la forma en que sonrió con orgullo, yo dudaba que pudiera ofenderlo aunque quisiera.

Las calles de Seúl aun en domingo estaban ocupadas, la única diferencia era que la gente vestía un poco más informal de lo que lo hacían durante la semana. Empezamos a caminar y terminamos cerca del parque con una tienda de conveniencia enfrente, HanBin se me quedó mirando.

—Yo podré ser un humilde interno, pero me puedo permitir más que un ramen instantáneo para el almuerzo.

Me reí de él.

—A mí me gusta eso.

Así que unos minutos después nos encontrábamos sentados comiendo ramen instantáneo. HanBin se quedó pensativo mientras comía, mirando a su alrededor.

—Me encanta esta ciudad— dijo.

—A mí también— le dije, y sonreí cuando le miré —Tiene un zumbido, una energía, ¿no es así?

Él asintió.

—Sí, lo tiene. Pero...— encogió los hombros —Probablemente pienses que estoy loco, pero ¿quieres saber lo que en verdad me gusta de Seúl?

Sacudió la cabeza, como si no pudiera creer que estaba a punto de admitir algo.

—Me encantan los edificios altos. Me encanta el cristal y el acero, me encanta el efecto que esta ciudad tiene. Me encanta cómo los nuevos edificios se integran con las casas antiguas. Me encanta la historia y lo moderno, me refiero a que algunos de estos edificios son obras de arte...

Lo miré, él dejó de hablar y se sonrojó agachando la cabeza.

—¿Ves? Te dije que pensarías que estoy loco.

Negué con la cabeza lentamente.

—No, a mí también me encanta eso— dije en voz baja —Todo lo que dijiste, eso es lo que me encanta de esta ciudad también.

Volví a negar con la cabeza, aún un poco perplejo de que este hombre de la mitad de mi edad, me entendiera. HanBin sonrió y miró su ramen a medio comer sobre la mesa.

—Yo nunca le dicho eso a nadie.

Me eché a reír nerviosamente.

—Yo se lo he dicho a mucha gente, pero nunca me entendieron.

Me miró entonces y ninguno de los dos habló. Yo solo lo miré fijamente, preguntándome qué demonios había en él que me intrigaba tanto... y allí mismo, en una ciudad de millones con el ruido de la gente y los autos zumbando por delante de nosotros, nos sentamos en silencio y nos dimos un momento.

UP-grade ❀ Double B [iKON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora