Capítulo 5

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Me las arreglé para evitar a HanBin durante todo el día. Los lunes siempre eran muy ocupados, y traté de convencerme que estaba imaginando esa atracción. La idea de que yo me sentía atraído por él era absurda. Él tenía veintidós años, y yo tenía cuarenta y cuatro.

¡HanBin no era más que un niño!

Pero cada día lo miraba, y cada día lo buscaba más. Sin embargo, trataba de mantener lleno su horario y él parecía prosperar a pesar de ello.

Me las había arreglado para aplastar cualquier noción de que podría estar interesado en él. El hecho de que hablase de mi trabajo con una pasión como la mía no era más que admiración profesional.

Incluso en mi línea de trabajo, no todos los días me encontraba con alguien que amara la arquitectura tanto como yo, y por eso me había impresionado, eso era todo.

O por lo menos eso era lo que me repetía a mí mismo.

Era tarde en la noche del viernes de la tercera semana de HanBin cuando dejó caer algunos archivos en mi escritorio y miró el tablero en la esquina de la habitación. Era la primera vez que había estado en mi oficina sin nadie más que él. HanBin echó un vistazo a la mesa de dibujo que estaba allí como si fuera el transbordador espacial de un joven aspirante a astronauta.

La mesa de dibujo técnico rara vez se utilizaba en estos días. Casi todos los trazos de delineación se hacían con los programas de diseño, que llevaban la precisión a una forma de arte, pero aún así a veces me gustaba usar el método de la vieja escuela utilizando los planos de papel.

—Te he visto mirarlo un par de veces. Puedes acercarte— le dije, levantando la vista de mis papeles.

Él sonrió, se acercó y pasó el dedo por el marco de madera.

—Es como tocar el caballete de un artista— dijo en voz baja.

Sonreí ante esa analogía.

—Supongo que lo es.

HanBin me miró, luego regresó su atención a la mesa de dibujo.

—Este es el trabajo de Cosmos Soyul— murmuró.

Me levanté y me acerqué a él. Había visto suficientes hojas del trabajo y las especificaciones para reconocerlo.

—Sí, lo es.

—Es un edificio precioso— dijo, casi con timidez. Trazó sus dedos a través de las elevaciones del plano, a lo largo de la fachada del edificio —Las líneas son definitivas, es racional y geométrico. Habla de la elegancia que viene con la historia, sin embargo es sostenible y modernizado para la vida actual— hablaba como si estuviera pensando en voz alta y luego sus ojos se clavaron en los míos y se sonrojó —Lo siento, me dejé llevar.

Yo nunca lo había visto tan tímido o incluso remotamente inseguro de sus propias palabras. Fue una reacción emocional y me gustó demasiado verla. Otra cosa que no debería de haber notado.

No debería haber notado ese rubor en sus mejillas, o la forma en que su pecho subía y bajaba con cada respiración. No tendría que haberme dado cuenta de cómo sus ojos se oscurecieron y desde luego no debería de haberme dado cuenta de las líneas que definían su cuello, o su mandíbula, o sus labios.

Tuve que tragar para poder hablar.

—No te disculpes. La arquitectura es una cosa hermosa.

Los ojos de HanBin se lanzaron a los míos y sostuvo mi mirada.

—Sí, lo es.

El aire entre nosotros repentinamente se volvió estático e hizo que mi corazón latiera a destiempo. HanBin abrió la boca para decir algo, algo que yo estaba bastante seguro no quería escuchar, así que me dirigí rápidamente de vuelta a mi escritorio, poniendo un poco de distancia entre nosotros.

Por Dios. No podía pensar, incluso casi no podía respirar. No era más que un niño por el amor de Dios. ¡De la misma edad que mi hijo! No debería de estar mirándolo. No debería encontrarlo tan atractivo. O inteligente. O astuto. O divertido.

No debería gustarme la forma en que sus ojos destellaban cuando aprendía algo nuevo. No debería gustarme la forma en que sus labios se curvaban cuando sonreía. No debería preguntarme cómo se sentían, lo suave que se sentirían contra los míos.

Oh, mierda.

Sacudí la cabeza y me aclaré la garganta una vez más.

—Yo... eh, creo que...— lo intenté de nuevo —Voy a estar trabajando desde casa este fin de semana.

—Oh— dijo HanBin. No supe cuál fue su expresión facial. No me atreví a mirarlo. Sonaba como si no le importara —Bien.

—Tengo un par de cosas que atender aquí, pero tú puedes terminar temprano si quieres— dije, para despedirlo.

No lo vi marcharse, pero cuando la puerta se cerró suavemente miré por mi oficina y vi que estaba vacía, por fin pude respirar.

Necesitaba un poco de espacio, un respiro, para despejar mi cabeza de esta tontería. Y, como el fin de semana anterior, dos días trabajando desde casa en los que podía perderme en mi trabajo sin ningún tipo de distracciones era justo lo que necesitaba.

Solo que... eso no fue lo que pasó.

El sábado por la mañana me levanté, me puse unos jeans, una camiseta y me propuse hacer el café. Eso hizo que buscara el café, lo que provocó que saqueara la cocina, tirando toda la maldita despensa buscando el puto café.

Entonces sonó el intercomunicador. Maldije en voz baja por la interrupción y fui corriendo a apretar el botón.

—¿Qué?— casi gruñí.

—Perdone que lo moleste, Señor Kim— dijo SukJin, el portero —Tengo a un tal Lee HanBin aquí. Dice que trabajara con usted hoy.



***
Gracias por leer 😊
Con ese capítulo doy inicio a un mini-maratón de esta historia.

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