N/A: No recomiendo que lean esto si son sensibles ante el gore.
En cuanto abrió los ojos se percató de que no reconocía el lugar en el que estaba. Miró al rededor y pudo reconocer que se hallaba recostado en la cama de una pequeña habitación blanca; no como la de un hospital, simplemente una habitación sin mucho que resaltara.
Intentó moverse pero sus brazos y piernas estaban atados con fuerza, y fue ahí cuando verdaderamente comenzó a alarmarse. Las memorias de lo que le había pasado años atrás regresaron a él; un lugar frío, sus extremidades inmovilizadas, nada más que la ansiedad para hacerle compañía. Ya se había insensibilizado ante la mayoría de cosas que le pudieran pasar, sin embargo eso lo había tocado profundamente, no había manera de poder ver olvidarlo, mucho menos cuando se encontraba en una situación exactamente igual.
Tras unos minutos de esfuerzos vanos por liberarse de sus ataduras, todos sus sentidos se pusieron alerta al escuchar cómo la puerta de la habitación se abría, y de ella emergían dos personas que de inmediato se le quedaron viendo: una mujer rubia que cargaba un portafolios y le sonreía ampliamente, y un hombre de cabello largo y negro que lo miraba con desinterés.
La mujer se situó en una esquina de la habitación mientras que el hombre se aseguraba de que sus ataduras estuvieran lo suficientemente apretadas, a pesar de que sus movimientos eran bruscos cada uno de ellos tenía una elegancia que lo hacía sentir delicado, como si lo estuviera tratando con cuidado. Estaba demasiado ocupado observándolo que no notó cuando la rubia situó el portafolios en el suelo y sacó de él un enorme cuchillo de carnicero que depositó en aquellas manos fuertes que se habían asegurado de mantenerlo en su lugar momentos atrás.Tragó saliva, ambos no parecían muy dispuestos a emitir palabra alguna. Podía sentir la ansiedad crecer en el fondo de su estómago a medida que aquel hombre se acercaba a su cuerpo, un escalofrío lo hizo estremecerse cuando una de las manos ajenas levantó su camiseta hasta dejar su estómago expuesto, sus dedos recorrieron la piel pálida que subía y bajaba por la agitación, y le dedicó una mirada prolongada antes de apartar su mano libre.
Tomó el cuchillo firmemente, sus ojos rojos parecieron expresar la más ligera preocupación por él. No pudo hacer más que aguantar el aire y cerrar los ojos en un intento por ignorar lo que estaba sucediendo.Sintió la punta del cuchillo contra su estómago desnudo, el frío repentino lo hizo estremecer levemente. Inhaló y exhaló con fuerza para tratar de relajarse, pero su cuerpo entero se tensó una vez comenzó a sentir presión.
Nada más que ruido blanco llenó su cabeza una vez el cuchillo penetró en su interior. Nunca había sentido algo igual, el impacto del momento le prohibió sentir una punzada de dolor al instante, pero conforme el cuchillo empezó a deslizarse lentamente hacia abajo de su boca comenzó a salir una serie alaridos de agonía y sonidos ahogados. Su garganta se cerró completamente, el pánico del momento no le permitió hacer otra cosa que no fuera moverse de un lado a otro erráticamente en busca de un remedio para el terrible dolor que estaba sintiendo.
El chico encima suyo parecía no inmutarse ante la sangre que salía a borbotones de su interior y manchaba las mangas de su traje, y para cuando tuvo un corte lo suficientemente profundo optó por dejar el cuchillo de lado y comenzar a separar la herida con sus propias manos.
Quería decir algo, gritar que se detuviera, pero ninguna palabra coherente salía de su boca. Todo lo que quería expresar terminaba convertido en balbuceos débiles y chillidos, dejó de ver aquellos ojos rojos cuando su mirada se vio nublada por las lágrimas, parpadeó una y otra vez intentando aclarar su visión pero parecía ser en vano, pues nuevas lágrimas brotaban de sus ojos incapaces de verse retenidas.
El indistinguible sonido de un cierre bajándose taladró sus oídos escuchándose por encima de sus propios gritos. Por un breve momento se preguntó lo que estaba por pasarle hasta que sintió un dolor agudo en el estómago; entre el desorden desenfocado que era su visión pudo ver con claridad cómo el pene de aquel hombre entraba y salía con violencia del agujero sangrante en el centro de su cuerpo. El grito que soltó al percatarse de aquello desgarró su garganta, de un momento a otro pasó de sentir cada fibra de su cuerpo arder con intensidad a no sentir absolutamente nada. Su vista se obscureció por completo, y alcanzó a emitir un último ruido ahogado antes de perder la conciencia.
Despertó entre jadeos intentando recuperar el aire, sudor frío empapaba su frente y espalda. Se sentó de inmediato sintiendo la calidez del chico al lado suyo; el azabache se movió ligeramente entre las sábanas murmurando su nombre con cariño.
Una vez reconoció sus alrededores soltó un gran suspiro. Era la sexta vez que soñaba con eso, y no sabía por cuánto más podía seguir pretendiendo que no estaba sucediendo.