Hajime ojeó el reloj que colgaba sobre el pizarrón por enésima vez en el día. Mordisqueó su lápiz sintiendo la parte metálica contra sus dientes, las palabras del profesor se sentían como estática en sus oídos. A veces le parecía que la atmósfera deprimente del curso de reserva estuvo planeado desde el principio.
Intentando no pensar más en cómo todo aparentaba ir mucho más lento en ese sitio, su mente se escapó hacia los recuerdos de la conversación que había escuchado accidentalmente de dos sus compañeros horas antes.«...el penúltimo cubículo en el baño de chicos del segundo piso, escuché que después de clases algo muy bueno pasa, si entiendes lo que digo»
¿Muy bueno? Cualquier cosa que no fuera seguir escuchando esa aburrida clase le resultaba extremadamente bueno. Pero aún faltaban algunos minutos más para que la clase terminara y pudiera dirigirse a aquel dichoso baño.
¿Qué podía ser tan bueno en un cubículo descuidado de un baño de todas formas? Las páginas web que visitaba a altas horas de la noche le otorgaron suficiente material para elaborar varias hipótesis que hicieron que sus mejillas se colorearan de un ligero rosado. Pero esa clase de situaciones nunca pasarían en la vida real, ¿cierto?Se resignó a simplemente saciar su curiosidad por un momento sin obtener algo más, en ese punto cualquier cosa que rompiera su rutina era bienvenida.
Y así lo hizo, justo después de que el profesor saliera del aula salió a paso rápido al baño atrayendo un par de miradas curiosas en el camino.Entró al penúltimo cubículo tal como había escuchado, esperando cualquier cosa por estúpida que resultara ser, pero no pudo ver nada. Nada excepto un agujero en la pared.
El agujero era ligeramente más grande que su puño cerrado, y daba justamente al último cubículo. Tras observarlo por unos segundos decidió asomarse por él; no había nada más que un retrete común y corriente, nada que lo diferenciara del resto de baños.
Se preguntó si aquello había sido una broma, algo para engañarlo a él o a cualquiera que hubiera estado prestando atención a aquella conversación ajena, quizás para dejarlo con la esperanza de que alguien pudiera estar al otro lado, quizás sólo para molestar al personal de la escuela. Estaba por irse cuando escuchó el cubículo de al lado abriéndose.
Sintió un pequeño escalofrío subir por su espalda cuando alguien habló a través del agujero en la pared.
—Disculpa la tardanza. —dijo la persona al otro lado de la pared casi en un susurro, aquel tono delicado hizo que Hajime tragara saliva.
«¿Esto es real?» fue lo primero que pensó con el cuerpo tensándosele. Había visto escenas similares decenas de veces, incluso había fantaseado con ello, pero nunca se había imagino que le llegara a pasar. Después pensó que quizás eso era parte de la broma, ¿si intentaba hacer algo aquella persona saldría riendo? Pero su disculpa sonó tan genuina...
Pudo sentir sus manos temblando mientras se acercaba más al hueco improvisado; su corazón iba a mil por hora cuando por fin decidió bajarse la bragueta, y mordiendo su labio inferior dejó que sus pantalones y calzoncillos cayeran al suelo sin querer detenerse a pensarlo más.
Cerrando los ojos comenzó a acariciar su pene para ponerlo lo suficientemente erecto. Los nervios que sentía no ayudaban mucho, pero parecía que la persona al otro lado no tenía demasiada prisa, a través del agujero pudo ver un bonito par de labios rosados formando una sonrisa, que rápidamente se transformó en una O cuando acercó su miembro ya duro.
—¡Ah! —aquellos labios engulleron su miembro de golpe, provocándole un grito que rápidamente amortiguó con su mano izquierda.
Su mente se bloqueó por unos instantes, era la primera vez que que tenía algún contacto sexual con otra persona, no supo qué hacer más que aferrarse a la pared y ahogar sus gemidos.
Podía sentir su glande rozar contra el fondo de la garganta de esa persona, y al empujar sus caderas un poco logró escuchar un pequeño sonido húmedo. Después de unos segundos la calidez de la boca ajena fue reemplazada por el ligero frío del ambiente, pero no tardó en sentir una lengua recorrer hábilmente su pene, deteniéndose en todos los lugares que le causaban temblores, y al cabo de unos momentos sintió cómo aquella persona repartía pequeños besos por toda la base.Una vez más y sin previo aviso su miembro fue tragado completamente, Hajime se sentía embarazosamente cerca del clímax, y no podía hacer más que intentar retrasar aquel momento de liberación lo más que podía. Sin embargo sus esfuerzos no sirvieron de mucho, después de algunos minutos una fuerte chupada a su glande fue suficiente para que sus piernas comenzaran a temblar incontrolablemente y se viera en la necesidad de anunciar que estaba por venirse; la persona al otro lado no gastó tiempo en volver a meter el miembro de Hajime hasta el fondo de su garganta, donde terminó por liberarse sintiendo nada más que paz mientras que la electricidad del orgasmo lo envolvía.
Escuchó una pequeña tos y después la puerta del cubículo abriéndose de nuevo. Esa persona se estaba marchando sin dirigirle otra palabra, aunque realmente no había mucho qué decir de todas formas. Aún así, seguía algo incrédulo ante toda la situación; ¿Qué clase de persona haría algo así? Simplemente entrar al baño y hacerle sexo oral a cualquiera que estuviera dispuesto, pero supuso que él no era muy diferente, metiendo su pene en un agujero de un baño escolar.
Su curiosidad no pudo con él, necesitaba saber qué clase de ser divino acababa de proporcionarle tal cantidad de placer. Abrió la puerta y alcanzó a ver un cuerpo delgado y una cabellera blanca y desordenada abandonando el baño; inconfundiblemente aquella persona usaba un uniforme del curso principal, y fue ahí cuando se dio cuenta de que su compañero era un varón. No es que le molestara, pero le tomó por sorpresa que semejante par de labios tan suaves y delicados le pertenecieran a un chico.
Sin perder más el tiempo tomó sus cosas y él también se marchó del lugar, sintiéndose más ligero, incluso algo alegre. Pensó que quizás era buena idea darse una vuelta por aquel cubículo regularmente y, tal vez, llegar a conocer al chico de los labios bonitos apropiadamente.