Capítulo 7

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Miré de nuevo aquella libreta, donde contaba todo lo que me había sucedido hasta que me la quitaron junto a toda la mochila. Volví a leer el mismo párrafo una y otra vez.

"Hoy es mi cumple y ya se que voy a desear. Quiero morir. Todos me humillan, se ríen de mí y me pegan. No sé si quiero seguir viviendo."

Suspiré y levanté mi brazo izquierdo el cual tenía bastantes cicatrices. No todas fueron por el trauma que me dejó James.

-Galatea ves a comprar la tarta para tu hermano -Entró mi madre poniéndose el velo azul y me miró como observaba mi brazo -Galatea... ¿Estás bien? -Se acercó a mí preocupada.

-Sí -Sonreí para que no se preocupara -¿Vas a salir? -Le pregunté esperando su respuesta -.

-Sí, mañana viene un amigo de tu padre a cenar y estoy mirando recetas en el móvil para ver que hacer -Suspiró -Bueno -Sacó mi tarjeta bancaria -Ves y compra la tarta, una colonia y las velas al centro de la ciudad mientras yo voy al mercado del barrio ¿vale? -Preguntó con seriedad -Hay veinte euros justos, intenta no pasarte como la última vez -Me advirtió -.

-Pero fue mi mayor inversión -Reí sacando el móvil -.

Me miró bastante mal. Suspiré mientras cogía la tarjeta y la guardaba en mi bolsillo. Salí de casa para hacer todo lo que me había dicho mi madre. Me repetí una y otra vez lo mismo. "No gastar más de veinte pavos, comprar la tarta de mi hermano, la colonia y las velas una vez; hecho todo eso, volver a casa". Me lo repetía una vez más para no olvidarme de ningún detalle. Mientras caminaba por las anchas calles de la salida del barrio miraba la figura de mi sombra. En ella se apreciaba mis anchas caderas y cortos muslos pero, con mucha carne; mi pequeña estatura y largo, y rizado, cabello. El suelo de las aceras carecía de limpieza, algunas partes como los portales de algunos edificios estaban con grafitis de algunas bandas. Al pasar por un bar, el cual se podía escuchar escándalo desde fuera, vi como la puerta se abría y salían dos hombres. Eran algo mayores y tenían cara de mala leche, mientras se cogían de las camisas. Me cambié de acera para solo escuchar golpes y gritos a mi espalda. Pude ver el cambio desde mi barrio hasta la parte rica de la ciudad, era muy notable y más en calles. En mi barrio los niños estaban en la calle hasta las tantas, mientras que en la parte rica de la ciudad lo único que salía la gente era para irse de compras a las grandes tiendas. Empecé a caminar por las anchas calles mientras miraba la figura de mi sombra en la acera. Sonreí mirando mi reflejo en los cristales de los escaparates, de las tiendas, mientas pensaba en lo perfecta que iba. Pasaba por delante de las tiendas y pequeñas cafeterías que habían de camino hacia el supermercado. Al llegar pude apreciar como se abrían las puertas, de cristal, de par en par. Caminé hacia la sección de los carros mientras pensaba en la tarta de mi hermano. Suspiré y cogí, por el asa, el carro. 

"Tarta de su anime favorito,  la colonia de dibujos de niños, vela de 5 años... Matarme". Me reí, en mi mente, de mi propia idiotez. Alguien me tocó el hombro. Giré mi cabeza para mirar a la persona responsable. Lo primero que vi de él, fue su pelo negro para descender mi vista hasta sus ojos café y, después, a su nariz recta hasta que me habló.

-No soy tan guapo para que me mires así, preciosa -Me sonrió y puedo jurar que me derretí por unos segundos -.

"Imbécil, es James".
Le miré seriamente para después poner mis ojos en blanco. Suspiré en su cara haciendo que él cerrara los ojos dejándome ver sus finas pestañas negras; al ver eso me dio un vuelco el corazón. Me aparté un poco de él mientras me dirigía al congelador a por una tarta.

-¿Vienes? -Le pregunté mientras me ponía de puntillas para coger el pastel -.

Asintió haciendo una onomatopeya mientras se acercaba a mí. Cogió el carro con su mano derecha y puse el pastel en él. Ni James me miró a mí ni yo lo miré a él... No hablábamos y, la verdad, se me estaba haciendo algo incomoda la situación. 

"¿Porqué no rompes el hielo sacando algún tema de clase?". Mi mente siempre con su grandes ideas.

Alcé un poco la cabeza para mirarlo y me quedé, algo curiosa, mirando su lóbulo derecho... Bueno, su inexistente lóbulo. Era más alto que yo y eso me molestaba un poco. Él giró y agacho un poco su cabeza para mirarme. No sé el por que, pero sonreí mientras las tripas me daban vueltas... "Dios pero ¡¿qué coño me puto pasa?!".

Sí, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora