Advertencia

19 3 1
                                    

Recorrió la ruta a las mazmorras tan rápido como podía sin comenzar a correr, el cuervo de esa mañana le había confirmado sus peores sospechas. Finalmente llegó al despacho del profesor Snape; tocó un par de veces a la puerta hasta que finalmente se abrió y ella en su prisa, casi se va de bruces contra Malfoy. El platino no le dedicó más que una mirada helada, ella se hizo a un lado rodando los ojos, no tenía tiempo para discutir con él.

–Pase, su graciosa majestad– comentó con tono burlón cuando el chico cruzó el umbral pero no le dio tiempo a protestar.

Rose entró en el despacho, el olor a los ingredientes le cosquilleó la nariz, Severus estaba de pie junto a su buró, una mueca de desprecio en sus facciones. La puerta a espaldas de la chica, se cerró sola.

–¿Aún con la acidez, profesor? –no pudo evitar el comentario– en fin, no es por eso que vine, por poco probable que me parezca, incluso a mí misma, estoy bastante segura de que Ojoloco es un Mortífago.

–¿Qué quiere decir?

–Y yo pensando que había hablado en castellano, profesor. En el despacho de Moody hay un baúl con siete cerraduras en línea, algo en su interior, bajo la séptima cerradura, está embebido en magia tenebrosa.

–¿Supongo entonces que abrió las otras seis? ¿Cómo lo hizo? Tengo la certeza de que un objeto propiedad de Alastor Moody tendría fuertes protecciones mágicas.

–Como mismo he estado obteniendo la información que le he entregado a Dumbledore, como soy capaz de hacer magia sin varita, como sé que Voldemort ya no está en Albania: es decir, como a usted, profesor, no le importa– añadió lo último tajante.

El rostro de Snape palideció notablemente, aunque su expresión no cambió.

–¿Por qué no entregarle esta información a Albus?

–Porque él nunca creería a Moody capaz de traicionarlo, mucho menos viniendo de mí.

–¿Y por qué debería creerle yo?

–Porque tanto usted como Karkarov han sentido que algo se acerca, justo como el aire volviéndose pesado antes de una tormenta, sí, los escuché hablar, no finja que no lo sabe.

–Propone entonces que haga de lechuza entre usted y Albus, ahorrenos las molestias y el tiempo– rechazó señalando a la puerta con una mano.

–Hubo una prisionera con ellos, en Albania, no puedo asegurar que fuera la mujer desaparecida, pero sí puedo asegurarle que ya no sigue con vida y que cual fuera la información que poseía podría muy bien estar en manos de Voldemort. ¿A qué clase de información tenía acceso? No lo sé. Ni Colagusano ni su “Señor” están en su escondite, pero han dejado a varias víctimas del Imperius para que mantengan los rumores vivos.

La mirada de Snape se volvió suspicaz, como si acabase de obtener una pieza de un rompecabezas.

–¿Está usted relacionada con Black ó con Lupin, Silver?

Rose se reprendió internamente por usar el apodo de Peter Pettigrew, era parte de la influencia de los recuerdos de Sirius. Si mentía, seguramente Snape vería a través de ella y no pensaba decirle una verdad que no había confesado a su propia sangre, al pocionista. ¿Qué tanto había dejado Dumbledore saber a Snape? No tenía ni idea, y dado que ella comenzó a comunicarse con el anciano poco después del escape de Sirius, era mejor no arriesgarse.

–Sé cosas, profesor, eso es todo– se encogió de hombros– le he dado la información, ya sea que quiera dársela al viejo o no, no es mi asunto.

–¿Por qué contarme?

–Porque quería ponerlo sobre aviso, porque por mucho que me frustre no he logrado conseguir las pruebas que necesito y porque, tratándose de Mortífagos el asunto, es usted quien tiene la mayor experiencia.

Black's RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora