MISIÓN VII: Heridas Internas (I/II)

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La jovencita rubia ricachona, Patty Lowell, podría estar en cualquier parte del mundo con ayuda de su interminable fortuna, hacer donaciones a orfanatos o estudiando para variar

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La jovencita rubia ricachona, Patty Lowell, podría estar en cualquier parte del mundo con ayuda de su interminable fortuna, hacer donaciones a orfanatos o estudiando para variar. En estas fechas, la mocosa podría viajar en un yate privado con dirección al maldito Triángulo de las Bermudas y perderse, pero no, estaba inmersa en Devil Never Cry e iba de allá para acá con coloridos adornos mientras cantaba alegremente el único villancico navideño de su repertorio mental que se sabía completo (o casi), sin importarle, obvio, ni un poco que en el camino estuviese ocasionándole una jaqueca inclemente al dueño del negocio en cuestión.

El pobre cazador por su lado estaría disfrutando de sus horas libres de diversas formas. Tocar la guitarra; ver televisión y comer pizza hasta quedarse dormido; besar y toquetear a Trish tampoco sonaba mal.

Pero no, estaba sentado en su escritorio apretando los dientes y las manos, recordándose a sí mismo que esa niña le agradaba y matarla no le quitaría el dolor de cabeza, ¿o quizás sí? No, no.

Vuelve en ti.

Tenía que concentrarse en lo más importante. En lo que ocasionaba en él un dolor imaginable. Mundus debería aprender sólo una cosa para retorcer como lombriz al hijo de Sparda:

Se llamaban deudas financieras. El sólo nombre le daba repelús a Dante.

Se acercaban fechas difíciles, no porque fuese precisamente navidad; sino a que dado a que el frío atraía a muchos bastardos problemáticos, así que era menester mantenerse alerta para que el potente viento invernal no hiciera de las suyas con los cables del teléfono o de la luz. También era hora de realizar algunos pagos por lo que debía comenzar con la masacre continua e injusta hacia su billetera. Hacer un conteo de las ganancias y gastos pero él odiaba despedirse de su dinero de cualquier forma.

Se supone que esto debía hacerlo Trish, pero la cerebrito tras el buen manejo del dinero... claro, cuando no estaba Lady y entre las dos pudiesen gastar a los desgraciado con el único fin de ver diversos colores cubriendo el rostro de Dante, ahora mismo estaba por su lado estaba en la cocina, preparando su segundo intento de galletas de jengibre.

Ella seguía optimista a pesar de haber quemado y dejado con un sabor extraño las primeras que hizo.

—Demonios, si seguimos así no tardaremos en tener que hacer calendarios con nuestras fotos en bikinis —masculló Dante cerrando su cuaderno con las anotaciones.

—No está tan mal —trató de animar Trish ofreciéndole un yogurt de fresa y una cuchara limpia, eso siempre le levantaba el ánimo—. Saldremos adelante como siempre.

—¿Necesitas que te preste dinero? —Preguntó Patty contoneándose por ahí con su vestido verde con cascabeles en la falda y unas esferas rojas en manos—. No quiero que te mueras de hambre.

El sonido de los tintineos hizo que un tic en la ceja derecha del híbrido se acentuara. En serio Dante deseaba tomar a la niña entre sus manos y agitarla hasta el cansancio o hasta que su migraña le hiciera lanzarla lejos de su vista.

Purificando Demonios | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora