José esperó meditando, sentado se encontraba en una de las sillas de hierro de la sala de espera del centro médico que estaba en el Centro. Los padres de Félix estaban sentados a dos sillas más allá de la suya, esperando al igual que lo estaba él, con la angustia recorriéndole la piel impregnada en el sudor.
Se mordía el purgar y las cutículas, y es que mentiría, pues, si dijese que no estaba cagado de miedo.
Era una tarde calurosa, y encima angustiosa.
Deseaba que, fuera lo que fuese lo que había ocasionado el desmallo de Félix, no tuviese algo que ver con lo que temía que era.
Aunque, gran parte de él sabía que era eso. ¿Qué más podría ser? En aquellas inquietantes situaciones deseaba estar equivocado porque bien sabía de lo que eran responsables.
Casi podía sentir las acusadoras mirada de los padres de Félix taladrándole, pero no. Ellos estaban mirando el suelo, la pared o el cuadre aquel carente de sentido de la izquierda, perplejos, como si no entienden lo que pasaba.
Cierto era que no lo sabían, en realidad.
José tampoco quería saber.
Tal vez, sólo tal vez, si deseaba con suficiente fuerza, sería otra cosa lo que habrá provocado el colapso de su amigo. El estrés, podría sugerir.
—Oye, José, ¿podrías decirnos nuevamente por favor, cómo fue que sucedió? —levantó la cabeza de entre sus rodillas, para encontrarse al señor Campo mirándolo, tenía el rostro sombrío, y la mano apretada firmemente sobre la mano de la madre de Félix.
José asintió mecánicamente.
—Estábamos en la cafetería, hablando sobre cualquier tema, y él estaba muy pálido, y sudando a chorros —empezó a relatar José, diciendo aquel monólogo que había creado de los hechos una vez estuvo en el auto de los padres de Félix, mientras venían a toda prisa al centro médico. Félix venía recostado en su regazo en los asientos de atrás—. Y, a las doce simplemente se cayó.
—Ya veo...
—¿Había comido antes, José? —quiso saber la mamá de Félix—, o... o... ¡ya sé!, comido algo que estuviese malo, tal vez fue eso.
Sonaba esperanzada.
«Había tenido sexo, luego de consumir drogas» pudo decir, pero trago la oración nuevamente dentro de su garganta. Por supuesto no podía contar aquello.
De la puerta al lado de los asientos de la sala de espera, que era el consultorio en el cual se encontraba su amigo, salió el doctor, un hombre ya en los cuarenta y tantos, calvo, y con una bata verde turquesa que le pendía sobre las rodillas ondeante.
Todos se levantaron de los asientos, para rodear al doctor con acosadoras preguntar con relación a Félix.
—¿Cómo está, doctor? —preguntó el señor Campo.
—¿Estará bien? —demandó la señora Campo.
—¿Ya despertó? —fue la pregunta de José.
Aquellas preguntas, por supuesto, resultaba de lo más de obvias, pero ¿qué se supone que debía preguntar alguien en relación con un pariente en dolencias?
El doctor alzo ambas manos en señal de rendición, en una, la derecha, llevaba un sujetapapeles, y cuando salió anotaba algo, solo que José no quiso ser imprudente y preguntar qué era. Si era acerca de Félix, derecho tenían de saber.
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Paraíso Oscuro
Teen FictionSan Ignacio es un colegio lleno de estudiantes ambiosos y codiciosos, dispuestos a todo por el mejor de los futuros, por eso Thomas, junto a cinco jóvenes más, tendrá que hacer todo lo posible para terminar un bachillerato lleno de burlas, trampas...