Capítulo 37

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Había perdido la consciencia y notaba el cuerpo pesado como el cemento, pero aún así pudo abrir los ojos y entender lo que sucedía a su alrededor.

Se encontraba en el pueblo, cerca de la fábrica, y Dylan estaba hablando con alguien que se escapaba de su campo de visión.

— Jordan u-usó una técnica nue-nueva y nos sal-salvó. ¿Es-estará bien, agente?

— Solo se ha desmayado del cansancio, no te preocupes, volveremos a Shibuya y le dejaremos descansar.

— E-está bien...

«No, nada va bien. Padre sabe que hemos sido nosotros quienes hemos robado en su fábrica y también sabe dónde estamos viviendo» intentó gritarles, siendo consciente de que él era el único que sabía aquella última información gracias a que Xavier se lo había comentado.

Se arrepintió de no haberles contado nada al respecto, ahora estaban todos en un grave peligro del que él no sería capaz de avisarles por mucho que quisiera.

Maldijo la mala suerte que habían tenido al ser descubiertos en la fábrica; si no les hubieran visto las caras y los hubieran reconocido él no estaría en aquella situación. Lo único que podía hacer era esperar que sus aliados se dieran cuenta del peligro a tiempo o rezar para que, de alguna milagrosa manera, Schiller tuviera piedad de ellos y los dejara en paz.

**********

Xavier se encontraba en Osaka, más concretamente en el centro de entrenamiento subterráneo en el que sus compañeros de la Alius y él mismo se habían pasado meses entrenando antes de irse definitivamente a la base del monte Fuji.

Su padre le había mandado allí para supervisar a sus principales rivales y al segundo equipo más débil de la Alius, pero nunca se había esperado lo que había ocurrido aquella tarde.

Los chicos del Raimon habían ganado al Épsilon y, a causa de ello, desbloqueado los primeros archivos que se habían escrito sobre este equipo y el Tormenta de Géminis.

Pero esto no era lo peor: también habían conseguido el del proyecto "G". Y no podía hacer nada para evitar que lo leyeran... aunque tampoco quería hacerlo. Porque sabía que la única manera de conseguir aquello era desvelando su identidad, y no estaba preparado para las miradas acusadoras de aquellos a los que, de alguna extraña forma, había llegado a coger afecto de tanto observar a lo lejos.

A sabiendas de que no iba a hacer nada allí, se apartó de la esquina en la que se había estado ocultando, dispuesto a marcharse sigilosamente.

Aunque, para su desgracia, no pudo hacerlo. Al darse la vuelta había chocado con una caja llena de balones negros que cayeron al suelo, haciendo bastante ruido.

Se quedó quieto, esperando a la reacción de aquellos que estaban en la sala contigua.

Suspiró de alivio al comprobar que, debido a las emociones que estaban experimentando al averiguar más sobre sus enemigos, seguían enfrascados en su conversación.

Sin más dilación, empezó a subir las escaleras que le llevarían al exterior.

— ¿Eh? ¿Qué ha sido eso? —Un chico bajito se asomó por la esquina en la que Xavier había estado espiando los últimos movimientos de su equipo, dándose cuenta de los balones desparramados por el suelo.

El pelirrojo maldijo para sus adentros, no le iba a dar tiempo a huir por el ascensor —aquel chico lo pararía al ver que estaba en marcha y lo dejaría atrapado dentro— pero tampoco tenía ya ningún sitio donde esconderse.

Querido amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora