Capítulo 38

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El barullo de la juventud que disfrutaba de la tarde en la calle tras un día de clases se escuchaba por todo Shibuya.

Dylan, encerrado en su habitación sin poder hacer nada pero escuchando el jaleo que se filtraba por la ventana, sintió envidia de aquellos adolescentes. Nunca había sido como ellos, no recordaba haber salido jamás con sus compañeros después de una jornada de escuela —aunque aquello tampoco era muy difícil teniendo en cuenta que en sus últimos años viviendo con su madre ni siquiera había estado escolarizado—, sin embargo, hubiera deseado de corazón hacer las típicas cosas que, aún estando en la educación primaria, se suponía que debía haber hecho con sus amigos.

Decidió hacer oídos sordos y olvidarse del tema; cosa que le resultó fácil gracias sus circunstancias.

Desde que había vuelto de las afueras de Tokio, tres días atrás, se había visto obligado a reposar en cama por culpa de su pie amoratado.

Había tenido suerte de no haber acabado peor —le habían dicho los agentes—, si no fuese porque estaba acostumbrado a pegar patadas con el empeine al jugar al fútbol su moretón podría haber acabado siendo varios dedos rotos.

Aun así, maldijo al robot que había atrapado a Jordan con toda su alma. Por su culpa tendría que estar como mínimo entre cinco o siete días más sin hacer esfuerzos con el pie.

— Dylan ¿puedo entrar? —la voz de Rhona detrás de la puerta de papel le distrajo de sus pensamientos.

— ¡S-sí! —Se apresuró a incorporar la mitad superior del cuerpo y colocarse bien la holgada ropa que llevaba puesta para hacer soportable el calor que en los últimos días había azotado a todo Tokio.

La chica cerró la puerta tras pasar.

A pesar de las altas temperaturas, la joven vestía una sudadera negra y unos pantalones vaqueros ajustados.

Observándola, Dylan se preguntó cómo era humanamente posible hacer aquello sin morir.

Sin que ninguno dijera nada, Rhona cogió un bote de crema, que se encontraba en la mesa de noche del adolescente, y se sentó al lado de él.

— No te la has puesto todavía ¿verdad?

Él negó con la cabeza.

— Deberías —miró hacia el almohadón en el que su compañero tenía apoyado el pie derecho—. Te mejorarás más rápido cuanto más a menudo te la apliques.

— L-lo sé...

Se le notaba triste. No era para menos teniendo en cuenta que la única visita más o menos amistosa que recibía a lo largo del día era la de Rhona, que —al igual que el propio Dylan— no era muy habladora.

Seguro que si Jordan hubiera ido a verle estaría más animado, eran muy buenos amigos después de todo, y la chica sabía que no podía comparar la compañía que le proporcionaba él con la que le daba ella. Una pena que su antiguo capitán llevara buena parte del tiempo desde que habían vuelto al hostal con febrícula.

Lo único que consiguió animar un poco a Dylan desde que habían vuelto de su "visita" a la fábrica había sido la derrota de Dvalin.

Todos los chicos, salvo Jordan, habían visto la repetición del partido entre el Raimon y el Épsilon y habían celebrado la derrota de este último con una alegría nacida del rencor hacia el equipo de la Alius.

Aunque el Raimon no cayera mucho mejor a varios miembros del Tormenta de Géminis, no dejaba de ser motivador ver como aquellos que los habían tratado con prepotencia recibían una lección de humildad.

Querido amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora