Capítulo 50

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La fuente de bambú subía y bajaba una y otra vez, haciendo un sonido seco al caer que resultaba monótono y relajante. Pero los dos hombres que podían disfrutarlo sabían que no era el momento de tomarse las cosas con calma y perder el tiempo tomándose un té.

Schiller se encontraba sentado dándole la espalda a Wyles, que estaba con la frente pegada al suelo mostrando arrepentimiento.

Al anciano no le había gustado ni un pelo lo que había ocurrido en Okinawa. El delantero de fuego había vuelto con el Raimon, y la Alius ya no podía amenazarlo con su hermana pequeña porque le habían perdido la pista a la niña y no sabían en qué hospital se encontraba; por no contar con la desobediencia de los chicos del Épsilon, que habían sido derrotados y, por ello, renunciaban a volver a la Alius de nuevo.

Wyles intentaba excusarse, pero su "socio" no quería escucharlo.

— No tengo ningún interés en oír tus excusas. Has cometido un grave error, Wyles. Eres consciente de ello, ¿verdad?

— Sí, señor.

— Y ahora Gazelle ha desobedecido tus órdenes y se ha largado —se levantó del cojín y se dirigió lentamente hacia la puerta que dirigía al pasillo—. Me has decepcionado. La próxima vez, el Génesis debe derrotar al Raimon. Si no eres capaz siquiera de lograr eso no me sirves para nada.

El más joven se incorporó.

— Entendido, señor —respondió aunque ya se encontraba solo.

Maldijo en voz baja al equipo del Épsilon, al Raimon y a Gazelle. ¿Por qué tenían que ponerle las cosas más difíciles? Ya tenía bastante con todo el esfuerzo que estaba haciendo para que sus superiores lo ayudaran a proteger las fábricas del Grupo de Operaciones Schiller. Obviamente, aquello no sería necesario si Schiller supiese que el Servicio Secreto estaba usando a los chicos que habían expulsado de la Alius tiempo atrás para destrozar las imitaciones del meteorito; pero le habían ordenado específicamente que no permitiera que el anciano metiera las narices en aquel tema, así que no podía contar con él. Pero, a la vez, los mismos que le negaban la posibilidad de colaborar con Schiller le estaban dando largas para no tener que mandar a más gente para apoyarlo, ¿cómo querían que defendiera las fábricas entonces? ¿A qué se debía ese desorden tan de repente?

Justo entonces, recordó que debía informar de las nuevas. Incluyendo, por supuesto, la destrucción de los minerales en los últimos días.

— Tal vez ahora que solo queda un único mineral entero quieran tomarse en serio todo este proyecto de una vez —sacó su móvil y empezó a escribir un mensaje al último número desconocido que se había puesto en contacto con él.

No tardaron mucho en contestarle.

A medida que leía, sus ojos se iban abriendo cada vez más. No quería creerse lo que estaba viendo.

«Abandona el proyecto Alius, ya no es necesaria nuestra colaboración» decía el final del texto, sin ningún tipo de tacto.

Wyles respiró entrecortadamente, intentando tranquilizarse, para después empezar a teclear con rapidez pidiendo una explicación.

«Limítate a obedecer, en cuanto vuelvas tienes nuevas instrucciones esperándote. Obtendrás toda la información entonces».

Un gritó de frustración salió de lo más profundo de su garganta antes de que tirara el móvil contra la pared.

Sabía que era una orden y que no podía hacer nada para desobedecerla, pero aún con esas no quería acatarla. Había gastado años de su vida en trabajar con Schiller, no pensaba tirar todo aquel esfuerzo a la basura y empezar un nuevo proyecto interminable... otra vez.

Querido amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora