III

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Ese día me di mas prisa por llegar a la biblioteca que el anterior.

Cuando llegué, él ya estaba allí, pero había mas sitio libre.

Me senté en primera fila, sola, y tuve la fugaz impresión de que se sorprendía de que no me sentara a su lado, pero aparté esa idea de mi mente.

Comenzó la reunión. Hoy tocaba hablar de cómo los escritores eran capaces de plasmar sus sentimientos en los libros. Me limité a escuchar. No es que no me importara, tan sólo me sentía incomoda allí.

No era la primera vez que me sentía incómoda en un ambiente relacionado con los libros o la lectura...

-María, me gustaría hablar contigo-era el director. Todavía no sabía su nombre.

-Perdona...¿tu nombre era...?

-Manuel.

-Dígame Manuel.

-Puedes tutearme aunque sea mayor que tú. Verás, te noto como ausente, y me gusta que la gente participe en las reuniones. Si no te interesa de lo que hablamos o tienes una idea diferente, puedes marcharte, o compartirla con nosotros. Aquí damos libertad de expresión.

-No, me interesa lo que hablamos. Es que tengo la cabeza en mil cosas y soy muy despistada.

-Juraría que tu despiste estaba sentado en tercera fila.

-Eso a usted no le importa- lo corté enfadada. Siempre trataba de ser amable con la gente mayor pero se había pasado, ¿o no lo había hecho? ¿Me había enfadado tan sólo porque me importaba ese chico?

Muerta de vergüenza salí de la biblioteca lo mas rápido posible.

Y fuera estaba él, pero esta vez sin amigos. Me puse los auriculares y comencé a andar (mas deprisa de lo normal, como de costumbre) hasta que me fijé en que alguien me seguía.

-María, espera, por favor.

-¿Qué?-grité. Todavía llevaba los auriculares y cuando me dí cuenta, me los quité.

-No hace falta que me grites.

-Tampoco tienes por qué seguirme.

-Es que...la otra tarde...con mis amigos...aquello estuvo mal.

-Primero me pides quedar, pero cuando te veo por la calle me insultas y ahora me sigues, esperando qué, ¿que te perdone?Porque estoy molesta.

-Solo quería pedirte perdón, y bueno...proponerte vernos mas a menudo.

-¿Para qué?¿Para que vuelvas a insultarme?No, gracias.

-Solo una vez, por favor.

Algo en mi interior me obligaba a aceptar, pero el orgullo me obligaba a negarme.

Orgullo. Como una venda en los ojos, nos ciega, nos roba oportunidades.

Pero había algo en su mirada, que me decía que aceptara.

-Una única vez, no la fastidies, porque no habrá mas.

-Gracias, de verdad.

De repente, se acercó mas a mi y me abrazó. Y una felicidad inmensa me inundó por dentro, dejé que me apretara contra el, y después me quedé mirándolo mientras se daba la vuelta y se alejaba.

Había aceptado, pero no me había dicho dónde o cuándo quedaríamos.

Ni siquiera sabía su nombre y tampoco iba a preguntárselo a los imbéciles de clase.

Aquella tarde estaba con ellos, pero ese chico no iba a mi clase, y tampoco me sonaba haberlo visto en el instituto.

De todas formas, se había disculpado muy amablemente.

Decidí que le preguntaría en la próxima reunión.

Pasé el resto de la tarde estudiando, haciendo problemas de ecuaciones y sobre todo, dándole vueltas a lo ocurrido. ¿Y si al final no había sido tan mala idea apuntarme al club de lectura?

¿Y si hoy no había sido otro día más?

 

'Otro día más'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora