La persona mas odiosa del mun...

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—María.

—Mm...-gruño.

—María, despierta.

—Mamá, déjame dormir.


Entonces oigo una risa, y sé que no es la risa de mi madre, mi madre nunca ríe por las mañanas.

Me siento en la cama (¿mi cama?) de un salto y abro los ojos.

No, no es mi cama. Me giro hecha una furia, y entonces lo veo, tumbado boca arriba con las manos entrelazadas en la nuca, con una camiseta blanca que le queda algo grande.


—¿Qué hago aquí? Dios, ¿es tu casa? ¿Qué día es hoy?

—Buenos días, cielo.

—No son buenos.


Me levanto, y mis pies descalzos rozan el suelo. Entonces le doy unos segundos a mi cerebro para que empiece a funcionar y me miro de arriba abajo. Llevo puesta una camiseta de Superman y mi ropa interior.


—Ángel, ¿dónde está mi ropa?

—¿Siempre te levantas con ese humor o es culpa mía?

—Es culpa tuya. ¡Claro que es culpa tuya! Dime que no he pasado la noche aquí.

—¿No te acuerdas de anoche? Vaya, que decepción.


Abro los ojos como platos. Ángel sigue recostado sobre su almohada. Le doy la vuelta a la cama para llegar hasta su lado y le suelto una bofetada, de esas con la mano abierta.

Entonces me agarra de las muñecas, me tira sobre la cama y empieza a hacerme cosquillas.

Yo chillo como una loca hasta que alguien entra en la habitación.

Ángel parece volverse un fantasma y yo me pongo más roja que un tomate.


—Mamá, te tengo dicho que llames antes de entrar—habla.

—Ay, lo siento mucho, cariño. ¿Estás con una amiga? ¿Quieres que vuelva en otro momento?

—¡MAMÁÁÁÁÁÁ!—esta vez su tono de voz tiene una mota de enfado.


La mujer sale de la habitación, cerrando la puerta suavemente.


—Ángel, por favor, dime dónde está mi ropa. No, espera, dime qué hago aquí.

—Ayer te quedaste dormida en el parque, y no podía despertarte, así que decidí llevarte en brazos a casa. Bueno, a mi casa, porque la tuya estaba más lejos y empezabas a pesar. Mis padres ya estaban en su habitación, y Belén me ayudó a quitarte la ropa y ponerte esa camiseta, que, a decir verdad, te queda mejor que a mí. Tu seguías durmiendo, porque duermes como una lima, aunque no se muy bien si está bien dicho eso, creo que me he confundido de expresión. El caso, que me quedé observando como dormías hasta que me venció el sueño. Esta mañana iba a despertarte para que te marcharas antes de que pasara esto, pero eres una marmota, así que te has dado la vuelta y has seguido roncando.

—Yo no ronco.

—Qué mas da. He seguido observando como dormías hasta ahora, que he vuelto a intentar despertarte. Si llego a saber que te levantas con ese humor te dejo en la cama todo el día, chica.

—Vale, está bien. Está bien—hablo más para mi que para Ángel—.No he pasado la noche en casa, la he pasado en TU casa, en TU cama. ¿He hecho algo de lo que pudiera arrepentirme?

'Otro día más'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora