Prólogo

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La gran mansión comenzó a abrirse paso entre los arboles. Estacionó la moto frente a la casa y marchó en dirección a la gran puerta de caoba tallada a mano.

Enseguida tocó el timbre y el mayordomo le invitó a pasar, indicándole que el doctor estaba en la sala de estar esperando su llegada. Dio las gracias y caminó hacía allá, conocía bien ese lugar y no por las razones más correctas, lo que creaba un ambiente tenso al no saber verdaderamente el por qué estaba ahí, Y consideró la idea de dar media vuelta e irse en repetidas ocasiones.

Finalmente llegó a la sala de estar y entró. El doctor estaba leyendo un libro de medicina práctica y levantó la mirada al escuchar sus pasos.

-Ah, ¡Ahí está! la mejor cazadora que la tierra haya visto nacer- Dijo el Doctor cerrando el libro y con una leve sonrisa de superioridad.

-Me dijeron que tienes algo para mi, Doc- Dijo ella cruzando los brazos y sonriendo con arrogancia.-Me sorprende que me llames a mi después de que...

-¿Después de que intentaras robarme? No te preocupes, aunque admito que me hizo enfurecer, ahora eres a quien necesito.

-¿A mi? ¿Para qué me necesitas?

-Bueno, he escuchado cosas.-Dijo él levantando una ceja.- Escuche de las hadas de Escocia, de los dragones del Popocatépetl y de las sirenas del Pacífico.

-Esas cacerías no las cobré baratas, Doc- dice ella sonriendo.- Tuve que hacer cosas que no te imaginas, hay un precio por mis habilidades.

la cazadora se descruzó de brazos y puso una cara seria mientras se acercaba al sillón frente al doctor para sentarse, y mirándolo fijamente agregó:

-Además, no puedo ayudarte, estoy en un trabajo importante y aunque pudiera, el precio es alto.

-Si, eso escuché. Pero no te preocupes, yo sé de ese trabajo tuyo- el doctor le guiña un ojo- Yo tengo lo que necesitas.

El doctor hizo una seña para que la cazadora lo siguiera hacía otra habitación, y ella confundida no tuvo más remedio que seguirle.

Caminaron por un largo pasillo y llegaron a un ascensor, el doctor le indicó que subiera y presionó el botón hacía el piso más alto.

Cuando la puerta se abrió, caminaron un tramo más hasta llegar a un cuarto que necesitaba la huella dactilar del doctor para poder permitir el acceso. 

Y de pronto, ahí frente a sus ojos se abrió paso el laboratorio del doctor, otorgando una visión de lo increíble que podía llegar a ser la obsesión de un ser humano por poseer lo que no puede controlar. La gran colección de seres extraños del doctor era horrible, esas pobres formas de vida eran metidas en jaulas de cristal y se les mantenía a bajas temperaturas para que sus músculos se entumecieran y no pudieran escapar con facilidad.

La cazadora vió unicornios, hadas, un dragón pequeño, algunas partes de armaduras de las cuales desconocía los portadores, e incluso un esqueleto de sirena colgado en la pared, entre otras criaturas.

-Verás, he dedicado gran parte de mi vida a intentar controlar la magia en este mundo usando seres extraños, pero hasta ahora,- Dijo metiendo una pequeña hada a una especie de horno- Sólo he logrado sacar migajas de lo que realmente poseen estos animales.

El doctor activó unos controles y la máquina se encendió. Dentro de ésta, aunque entumecida y casi sin poder moverse, la pequeña existencia movía las alas con desesperación.

Del lado izquierdo de la maquina había un pequeño compartimiento donde se encontraba un anillo, y mientras el hada se iba desintegrando, el anillo comenzaba a cargarse con su energía.

Muy pronto, dentro de ese horno no quedaba nada.

-Brutal- Dijo la cazadora, impresionada.

El doctor tomó el anillo y lo puso en su dedo corazón.

-Verás, la mayoría de la magia de estas criaturas se pierde en el proceso, son seres de un nivel muy bajo- Ambos tomaron asiento mientras el doctor giraba el anillo en su dedo.

-¿De qué estás hablando? Son hadas, de ninguna manera son seres de bajo nivel- Dice ella incrédula.- Tienen muchos poderes, tú sabes que lo más bajo que puedes encontrar son quizá gigantes, enanos molestos o algo por el estilo. Las hadas son más que eso.

-Conceden deseos- Dice el doctor insatisfecho.- Realmente no me sirve de mucho si tengo que estar recargando el anillo con su magia para poder tener un par de deseos. En ese caso busco un genio y asunto solucionado.

-Bueno, y entonces ¿Qué es lo que quieres?- Pregunta ella cansada de tanto rollo.

-Quiero un elemental- Escupe él con malicia.

-¿Un elemental?- Dice ella arqueando una ceja- ¿Quieres controlar la tierra, el aire, el fuego y el agua? eso al menos suena más interesante, pero no serías el primero en intentarlo. Los elementales no suelen mostrarse a menudo, a menos que sean los guardianes y aún así, son dignos oponentes.- Ella se mira las uñas desinteresadamente- Si quieres que te consiga uno te has equivocado de persona, no voy a perder mi tiempo metiéndome con ellos.

-No entiendes, no quiero un elemental cualquiera. Quiero uno del éter.

-¿Qué?- ella lo mira sorprendida y se levanta de su asiento.

-si, tú sabes de lo que hablo.

-Imposible, de ninguna manera.

-Por favor, eres la mejor, confío en que tu puedes encontrarlo.- él también se levanta y se acerca a ella, tomó cuidadosamente su mano entre las suyas. Estaba helada.

-No sabes lo que pides- Susurró ella.- Esas cosas no son algo de este mundo, no es algo que puedas enfrentar.-Lo miró a los ojos.

-No pareces muy convencida de tus habilidades ahora- Dijo él, arqueando una ceja.

-Todo parece un juego para ti, se nota que no tienes idea de nada- Dijo ella de manera venenosa.

-Oh, es cierto, tienes una historia secreta con una de estas criaturas, ¿no?- Dijo él rascándose la barbilla.

-¿Qué sabes tu sobre eso?-De un momento a otro, el borde afilado de una pequeña daga amenaza el cuello del doctor.

-Lo suficiente para saber que puedo ayudarte- Retiró cuidadosamente la daga de su cuello y continuó- Puedo ayudarte a armar el rompecabezas que tratas de descifrar- Sacó de su bolsillo un fragmento de lo que parecía ser el mango de un arma blanca.

-¿Qué es eso?- Preguntó ella.

-Perteneció a la espada de un importante guerrero- dijo él mirándola atentamente-Un guerrero desaparecido.

Al escuchar eso, la cazadora lo miró con los ojos abiertos de par en par sin saber exactamente que sentir respecto a eso.

-Me estás diciendo que... Esto.. ¿Es real? ¿Cómo lo conseguiste?-Preguntó ella.

-Es sólo un obligado regalo de un cazatesoros, te puedo asegurar que es auténtico-Dijo él guiñandole un ojo-Pero sólo te lo daré si me consigues lo que pido.

La cazadora lo miró detenidamente por primera vez, estaba entre la espada y la pared si quería conseguir ese objeto.

Lo miró con el rostro serio y con los labios apretados, debatiéndose internamente sobre cual era la opción más viable en ese caso, pero toda alternativa conduciría inevitablemente al mismo resultado.

-Está bien, acepto.

ELEMENTALES: La primera caceríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora