Ahí están, con todo desacomodado, en especial los pensamientos.
Ahí están, con las vidas chorreándoles a cántaros desde zonas múltiples de los cuerpos azorados.
Ahí están. Y ahí no están.
Bakugou despierta de golpe a mitad de la noche.
Esto ya se está haciendo costumbre.
Con un demonio.
Mira el reloj.
Son más de las tres.
Otra vez.
Se pasa la parte anterior de la mano por la frente y gruñe. Ya ni recuerda bien lo que estaba soñando, pero tiene la sospecha de que todo comenzó con un Deku desvestido y terminó con uno lleno de sangre.
¿Qué mierda le pasa a su subconsciente para dibujarle esa clase de imágenes?
"Me voy a ir a la mierda si sigo soñando estas estupideces", piensa al tiempo que se pone de pie para ir a acechar por la ventana hacia la línea de edificios que está al otro lado de la calle. En uno de esos está el departamento en el que viven Deku y su madre. Hace mucho que no entra ahí. Las pocas veces que va para buscar a Deku, se limita a pararse en la entrada y esperar.
Katsuki no sabe cuál es exactamente su predicamento actual. Está consciente de que hay algo que no se siente bien. Algo que arde como un ácido espeso que nace en el centro de su pecho de forma constante y se queda ahí, haciéndole al alma añicos.
Y no sabe exactamente por qué. No sabe si es porque, por muchas ganas que le suelan acometer, se niega siempre a hacer cualquier cosa similar a tocar a Deku de una forma que no pueda luego fingir que tuvo una intención inocente como por "entrenamiento" o para alejarlo del peligro durante una misión.
O será porque ve a Deku saliendo con todo tipo de gente, pasando su tiempo con un sinfín de personas, pero con él tan sólo se ve durante los rondines, las clases, los entrenamientos y las misiones, y Bakugou jamás es capaz de decirle "oye, vamos por un maldito helado", ni nada similar (excepto por esa ocasión en que se fueron por cervezas, pero incluso entonces Bakugou se sintió un poco fuera de lugar haciendo la propuesta y, en el fondo de su cerebelo, se planteó la posibilidad de que Deku tan sólo hubiese aceptado por cortesía y no porque deseara ir realmente).
No lo sabe. No sabe si es porque a veces, por más que pareciera que él y Deku se han acercado, también parece que, en realidad, al final del día, él no lo conoce realmente.
Es decir, jamás hablan. Jamás se dicen cosas en serio. Jamás, porque eso implicaría que Bakugou dijera muchas cosas que no desea admitir en voz alta. Como el hecho de que todos los segundos del día en que no ve a Izuku son sumamente infelices.
Y él a nadie va a decirle eso.
—Últimamente te siento un poco disperso —le dice un día Kirishima, observándolo con una evidente preocupación. Están apoyados sobre los barandales de uno de los costados del edificio de la UA en el que se encuentran, y por arriba de ellos las nubes transitan despacio y sin prisa—. ¿Quieres hablar de ello?
—¿De qué mierda voy a querer hablar? —replica Bakugou y Kirishima suspira, viendo hacia otro lado. Se quedan un rato en silencio, hasta que el pelirrojo decide armarse de valor y, aspirando con profundidad, otra vez mira a su amigo.
—De ti y de Midoriya —suelta, así tosco e insípido como sabe que a Bakugou le gustan las cosas.
Este último voltea a verlo. Hay menos homicidio en su mirada del que el pelirrojo se esperaba, así que alcanza a medio sonreír.
—Por tu expresión, determino que sabes perfectamente de qué estoy hablando —comenta Kirishima y entonces baja la mirada. Luego vuelve a girar la cabeza para seguir mirando hacia las nubes. Las texturas esponjosas siempre le recuerdan al traje blanco y puro de cierto compañero suyo, quien desde hace un poco que empezó a salir con la chica invisible de la clase—. Yo sé lo que es no poder hacerlo —agrega, parpadeando. Bakugou entorna los ojos.
—¿Hacer qué?
—Extender los brazos hacia esa persona que te vuelve loco y estrujarla tan fuerte que puedas sentir sus latidos junto a los tuyos, y hacerlo por tanto tiempo que su perfume se quede en ti por el resto del día —sonríe, pero su sonrisa es mitad alegría y mitad tristeza.
Es la sonrisa de la gente que sabe que aquel a quien quieren está bien, pero está lejos.
—¿De qué mierda estás hablando, cabeza de rambután? —espeta Bakugou, frunciendo el ceño y desviando la mirada hacia cualquier sitio.
Bakugou sabe perfectamente de qué está hablando. Pero fingirá desesperadamente que no.
—Si yo fuera tú —dice Kirishima, haciendo como que su amigo no ha dicho nada—, me apresuraría. ¿Es que no has aprendido nada, Bakugou? Todos nos podemos ir en cualquier momento. ¿Y si te vas y nunca sabes lo que es tenerle entre tus brazos? ¿Nunca nunca?
Bakugou parpadea.
Y ese conocido dolor en el pecho regresa, esta vez más alebrestado e iracundo que nunca.
Nunca nunca.
Nunca.
Quizá hubo quien alguna vez quiso sostener a Uraraka entre sus brazos hasta hartarse.
Y ahora sabe que ya no puede más.
Maldita sea...
—A veces dices cosas medio decentes —replica el rubio con un tono inusualmente liviano, suave y tranquilo, antes de darse la vuelta y largarse de ahí, dejando a Kirishima con sus ensoñaciones alegres de sonrisas tímidas y colas traviesas.
———
Esa noche, Bakugou vuelve a soñar. En este nuevo sueño está luchando, luchando en un mundo que parece derruirse de a poco a su alrededor, en el que todo es gris, oscuro y vacío y en el que no existe casi nada más que el peligro.
Bakugou sabe, en medio de su sueño, que hay alguien junto a él. Y no tiene que voltear a verlo para saber de quién se trata.
Es ese estúpido nerd.
Al final del sueño, Katsuki e Izuku han logrado derrocar al gran mal que el subconsciente del primero había formulado como su gran enemigo, y por fin tienen algo de tranquilidad.
Están magullados y amoratados, llenos de cortes y raspones, y sus trajes están chamuscados y mugrientos. Katsuki, respirando con pesadez, voltea a ver a Izuku, quien hace lo mismo.
Izuku le sonríe.
—Te dije que tú y yo éramos eternos, Kacchan —dice el Izuku del sueño y el Katsuki del sueño arruga el entrecejo, sintiendo que su imaginario corazón se salta un latido.
—Idiota.
Izuku sonríe más. Entonces se acerca a él y es como si activara algo. Como si Katsuki ya supiera a la perfección qué es lo que sigue.
Le toma con fuerza por la cintura y con la mano libre le jala la parte baja de la máscara para besarlo. Izuku entre sus brazos parece sorprendido inicialmente, pero luego se derrite bajo su piel.
—Kacchan.
Son eternos. Efectivamente lo son.