Parte VII

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Es la oscuridad de una pesadilla la que le azuza por la noche, es el agua de lágrimas imaginarias la que le inunda la piel, volviéndola altamente volátil y propensa a explosiones accidentales.

No sería la primera vez que despierta a toda la cuadra con el sonido de un montón de estallidos involuntarios.

Se sienta con sobresalto sobre la cama, los brazos curvados a ambos costados suyos y las manos clavadas junto a sus caderas. No tiene camisa, así que la piel de miel centellea por secciones, donde el resquicio de luz de plata que alcanza a entrar entre las ventanas corridas alcanza a lamer.

El sudor está por todas partes, con el aroma dulzón replegándose sobre el suelo y las paredes. Se relame los labios, casi sintiendo un irreal gusto a sangre, un vestigio de una pesadilla que fue demasiado real.

Bueno... es que...

"Kacchan. Somos eternos".

La pesadilla fue real. El humo en su nariz, inorgánico, nada similar al humo natural que producen sus explosiones. El olor a la carne quemada, a la carne ensangrentada, el olor a todo incendiándose, a todo desvaneciéndose, a todo convirtiéndose en cosas nuevas y grises.

El cansancio. El calor. El ardor. El miedo. La desesperación. Los latidos del corazón en la garganta y un big bang en el estómago, creando una galaxia llena de temores.

"Somos eternos".

La frase, tan ridícula, en ese momento le atacó como el mero desvarío de un Izuku al borde del colapso, un Izuku que acababa de despertar después de ser golpeado por una detonación descomunal. Nada más. Cualquiera tenía derecho a decir ridiculeces después de golpearse así la cabeza.

Pero, por algún motivo, la frase se le había anidado muy dentro y su mente la seguía reproduciendo una y otra y otra vez dentro del eco de su cráneo. Está harto de ella. Harto de desglosarla y estudiarla desde todos los ángulos posibles, intentando determinar qué se supone que significa.

"Kacchan. Somos eternos".

Y, qué será. Estira un brazo y toma el vaso con agua que tiene en la cómoda de un lado, bebe un poco y escucha en el fondo a un perro que ladra. Luego lanza una mirada aleatoria a su reloj digital y ve que los números rojos marcan una hora posterior a las tres de la mañana.

Maldita sea. Maldito Deku.

Se vuelve a arrojar sobre la cama y mira al techo hundido en negrura, analizando una vez más qué podría haber significado esa frase.

Qué cosa más allá del estupor momentáneo podría haber llevado a Deku a decirla.

"Kacchan, somos eternos".

Katsuki sabe que ahí en la frase había un punto y no una coma, pero en su mente la frase ha sido deformada hasta formar una cosa diferente, una cosa más conveniente.

Kacchan.

Somos eternos.


——— 


Izuku retorna un par de noches después a los dormitorios tras una breve estancia en el hospital. Es el segundo en regresar. El primero fue Katsuki, por supuesto, que fue quien menos daño recibió aquella noche. Quizá porque él estaba a mitad de sus rondines y por lo tanto tenía los sentidos y la cabeza enfocados, preparados y atentos ante el peligro.

A diferencia de Izuku y su grupo, que habían estado relajados, a mitad de una noche tranquila entre amigos, y que además habían bebido.

No mucho, claro, pero igual... a pesar de la adrenalina, quizá sus sentidos no habían estado al cien por ciento.

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