Parte VIII

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Es un quirk. Un quirk que tiene el efecto entumecedor y estupefaciente de un narcótico. Es sumamente efectivo y bastante peligroso, si se lo piensa. Una persona incapacitada de esa manera podría ser manipulada de cualquier forma, o incluso ella misma, sumergida en alguna suerte de bizarra alucinación, podría hacer daño a otros sin querer si es que tuviera un quirk demasiado poderoso.

Es precisamente eso lo que estuvo ocurriendo por algunas semanas, derivando aquello en varios arrestos a personas otrora inocentes que eran acusadas de drogarse y causar así estragos.

Excepto que, una vez revisadas por los equipos médicos, estos comenzaron a notar un extraño patrón. No sólo en los organismos de los supuestos perpetradores, los que no parecían mostrar presencia de droga conocida alguna, sino también en sus versiones de los hechos: Todos alegaban que "ellos no lo habían hecho" o que "lo habían hecho sin darse cuenta", negaban haberse drogado y además hablaban de una suerte de poderosas e inverosímiles alucinaciones que habían sufrido.

Fue entonces que se reportó el dato a la policía, y ésta determinó que tendría que tratarse ya fuera de un quirk o de alguien que estaba usando alguna otra clase de método para atacar a personas inocentes.

Katsuki e Izuku por supuesto que no esperaban toparse con aquel villano dentro de su zona (puesto que los "ataques" hasta el momento habían ocurrido en otro distrito), y mucho menos esperaban verse envueltos en su problemático quirk.

Pero esa parte no fue ni siquiera la más vergonzosa.

Para nada.

La peor parte fue cuando un Kirishima y un Ojiro que habían acudido al rescate desde otra agencia se habían carcajeado en sus caras después de que ellos recobraran la consciencia y la compostura y los otros dos les relataran exactamente qué había ocurrido.

—¡Mi-Midoriya! ¡Midoriya aseguraba---! —risas incapacitantes. Carcajadas escandalosas.

Por parte de los dos.

La cola de Ojiro se agitaba de lado a lado, alegre, mientras sus brazos se sostenían el vientre que ya le dolía de tanta risa.

—¡Que era una pizza! —terminó el rubio finalmente la frase empezada por el otro, mirando a los ojos rojos de su compañero quien le regresó una mirada repleta de lágrimas de risa.

—¡Y Bakugou...!

—¡Que se quería comer la pizza!

—¡Es lo mejor que he visto en toda mi jodida vida! ¡Gracias Cielo por este privilegio!

Y más risas. Kirishima sonaba a un can ladrando. Ojiro, con la risa más aguda, sonaba a avecilla.

Bakugou tenía una vena saltando en la frente y explosiones queriendo nacer en sus manos.

—Chicos, eso no es divertido... —escuchó el más alto de los cuatro decir de pronto a la vocecilla campaneante de Izuku. Y tuvo que voltear a mirarlo, encontrándose con su expresión mortificada.

Bakugou tuvo que aceptar en ese momento que, de todas las posibles alucinaciones, él tuvo por lo menos una con sentido.

Es decir, ¿quién no querría comerse una buena rebanada de pizza?

En cambio, la alucinación de Izuku había sido cien veces más estúpida.

Quién diablos alucinaba con que él mismo era la pizza.

No pudo evitarlo. Como si un par de hilos se hubiesen adherido a las comisuras de sus labios y ahora las halaran hacia arriba, una sonrisa maliciosa se apareció en su boca.

Y luego, por último, no pudo hacer más que carcajearse él también.

—¡Kacchan! —reclamó el otro joven héroe cuando vio a su amigo señalándolo y acusándolo de tener viajes de drogadicto imbéciles—. ¡Eso es cruel! ¡Sabes que no pude evitarlo!

Pero Bakugou tampoco podía evitar reír, y mucho menos ante la expresión que Izuku tenía en ese momento, cara de querer ser afectado por el quirk de Eri hasta convertirse en una partícula de plancton o algo así.

—¡Estúpido nerd!

En algún momento, Izuku no atinó a hacer más que sonreír de vuelta.

La risa de Katsuki le erizaba la piel.

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