Capítulo dos.

408 38 18
                                    

Sala de menores, Diciembre 16 del 2010.

Paciente: Harold Edward Styles.

Edad: 16, menor de edad.

Enfermedades mentales: Auto-lesiones, ansiedad.

— ¿Harry? —una voz delicada habló a lo largo de la oscura habitación, la enfermera entró lentamente a través de la puerta. Ella podía oír sus gemidos tranquilos tan pronto como ella lo llamaba por su nombre—. Harry, no te haré daño en absoluto. Solo necesitas tomar tus píldoras —susurró tranquilamente una vez más, miedosa de asustarlo.

Ella escuchó un movimiento sobre su esquina como ella le gustaba llamarlo. Todo el tiempo que ella caminaba dentro de su habitación, él estaba escondido en la esquina, deseando desesperadamente salir de la sala de locos en la que estaba atrapado.

─Sal de allí, Harry. Solo por un segundo, así puedes tomar tus píldoras. ─la enfermera arrodillada esperando que el chico se arrastrara de la oscuridad.

Una vez que lo hizo, ella extendió sus brazos, revelando las píldoras y una pequeña taza de agua en ambas manos. Su temblorosa y mugrienta mano se extendió para tomar las píldoras. Tan pronto como ellas estaban en su posesión, inmediatamente las arrojó al otro lado de la habitación antes de romper la taza en la mano de la enfermera. Él empezó a retroceder de ella tan pronto como la mujer empezó a llamar a otro enfermero.

─ ¡No puedes hacerme esto a mí! ─él lloró, golpeando su espalda contra la pared gris─ ¡He sido bueno! ¡Lo juro! ¡No necesito esto! ─repitió sus palabras, la mentira se escurrió de su boca como si fuera una tarea tan fácil de hacer.

─Esta es la sexta vez consecutiva que has ignorado las píldoras y eso ha causado problemas, Harry. Te advertí sobre esto ayer, ¿no? ─su enfermera habló a él duramente, asegurándose que sus palabras estaban procesándose en su cabeza.

─ ¡He sido bueno! ─él gritó una y otra vez, viendo como dos enfermeros caminaban dentro de la habitación, para ayudar a atar a Harry en su cama.

Su mueca de dolor tan pronto como dos enfermeros lo llevaban a su cama perfectamente intacta, levantándolo y tirándolo sobre ella. Él continuó gritando una vez que tenía las cuerdas alrededor de sus muecas y tobillos. Después de que los dos enfermeros dejaron la habitación sin hacer ruido, él volteó su cabeza hacia la enfermera, curioso por saber qué iba a hacer con él esta vez.

Las manchas de las lágrimas en sus mejillas eran suficientes para saber que no estaba contento en absoluto, pero ¿cuándo estaba feliz?

La enfermera tomó una aguja, observándolo antes de caminar hacia el joven, con tristeza encadenando su cama. El chico abrió los ojos, sacudiendo su cabeza.

─ ¡No me gustan las agujas, por favor!─ Le suplicó a ella, más lagrimas bajaron por sus mejillas.

─Has sido malo. No has mostrado ninguna mejora en tu terapia. Así que te quedarás quieto mientras yo inyecto esto en tu brazo, ¿entendido? ─escupió, sorprendiendo a su propio paciente por el cambio de tono en su voz.

La enfermera Catherine odiaba cuando sus pacientes se portaban mal; así rompiera las reglas, ella discretamente los inyectaba con una droga que los dormía más rápido que apagar la luz mediante un interruptor. Ella les mentía a otras enfermeras, contándoles que sus pacientes la escuchaban bastante bien. Los otros enfermeros estaban celosos, pero ellos nos sabían ni la mitad.

─ ¡He sido bueno! ¡No volveré a ser malo otra vez! Serlo es terrible ─murmuró Harry esperanzado de que ella considerara la idea, pero no fue suficiente bueno para sus oídos.

Deranged. (Larry Stylinson.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora