Abigail tenía veintiséis años y se había sacado hace poco la licenciatura en administración. Rondaba el metro sesenta y cinco y si la veías caminando por la calle te parecía linda porque sabía vestirse y maquillarse muy bien. A Abigail le gustaba el helado en los días lluviosos y salir a correr (cuando había suficiente sol) para paliar sus sentimientos de floja sedentaria con pésima alimentación. Hacía yoga los domingos y era miembro activo de una asociación que rescataba animalitos abandonados en su comunidad.
En pocas palabras: Abigail era una chica normalita.
Bueeno...
A ver, a ver, a ver. No. Parémoslo ahí.
Lamento mucho tener que admitir que no fue así la historia. La verdad es que Abigail no era para nada normalita, Abigail pretendía ser normalita, y si no te esforzabas por conocerla, no te dabas cuenta de que te estaba engañando. Por mi salud mental, me hubiese gustado no saber nada de lo que les estoy contando. Sin embargo, las casualidades de la vida hicieron que terminara atada a esa loca del demonio sin posibilidad de escape.
¿Saben qué es lo que nunca puede faltar en una comedia romántica? Además, claro, del tipo guapo que se enamora de la mujer independiente, del sexo inolvidable y de la subnormalidad crónica de los protagonistas. Se los digo: falto yo, la víctima de las circunstancias a la que terminan involucrando hasta el fondo en un problema que no es de ella.
Hola, déjenme presentarme, soy la pobre desgraciada a la que le toca llegar con el helado de fresa y las pelis de Bridget Jones a las cuatro de la madrugada luego de que el imbécil de turno decida romperle el corazón a su mejor amiga.
Abigail, sabes que te amo, pero si esta mierda termina siendo un best seller no te voy a dar ni un centavo de las ganancias. Jódete, yo me merezco estar tomando el sol en un puto yate en Bora Bora luego de haberme aguantado todo tu drama.
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Punto de inflexión
ChickLit¿Saben qué es lo que nunca puede faltar en una comedia romántica? Además, claro, del tipo guapo que se enamora de la mujer independiente, del sexo inolvidable y de la subnormalidad crónica de los protagonistas. Se los digo: falto yo, la víctima de l...