El tiempo se desvanece, como la nieve entre los dedos

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Dos pequeños gatitos se encontraban jugando en mi regazo. Gracias a las lluvias de invierno nos vimos obligados a entrarlos a la mansión para evitar que se resfriaran. Uno de ellos tenía su pequeña boca mordiendo levemente mi muñeca juguetonamente, mientras que su pequeño hermano estaba tranquilamente recostado a mi costado con el vientre para arriba ronroneando cada vez que era acariciado. 

Desde un extremo de la habitación se encontraba Dio, mirando con recelo a los dos pequeños que acaparaban mi atención. "Dio, es tu turno de mover." Dijo Jonathan al ver como su hermano se quedaba colgado observandome sin prestarle atención a él. 

Movió una pieza al azar, está de pura suerte fue colocada en una manera que producía un jaque mate venciendo al pobre peliazul que trataba de descubrir como lo había derrotado trece partidas seguidas. "Gane, aunque no me sorprende." Dijo con aquella sonrisa altanera tan característica de él. Jojo frunció el ceño y volvió a acomodar las fichas, estaba determinado a vencerlo aunque sea, una vez. 

Deje a un lado a los mininos, lo que llamó la atención de ambos hombres en la habitación. Ellos se miraron a la par para soltar un suspiro después. Ambos habían sido obligados a cuidarme para evitar que intentara caminar, lo que sucedía cada cierto tiempo cuando mis piernas se entumecían o simplemente estaba cansada de estar en mi habitación. 

Se levantaron del sillón de mi alcoba para mirarme fijamente a los ojos. "______(Violeta), sabes que no puedes hacer eso. Vamos, vuelve a acomodarte." Pidió con una tierna sonrisa el pequeño Jonathan. 

"Quiero salir un rato, no he visto el pasillo en más de seis meses. Mis costillas sanaron, mi cabeza sano, mi pierna está bien ¡Déjenme caminar!" Explique por enésima vez, mas ninguno de los dos sacó su mano de mi hombro, las cuales hacían la suficiente presión para mantenerme sentada. 

"Que mujer más testaruda."  Rechisto Dio mientras se sentaba a un costado mio, dandole completamente vergüenza a su hermano por aquel atrevimiento. "Oh vamos, ni que estuviera desnuda. Aunque no me molestaria."  Expresó con una enorme sonrisa llena de picardía, la cual avergonzó aún más al pobre muchacho. 

Una pelea de hermanos comenzó en aquel entonces, por su parte Jojo decretaba que aunque fuéramos prometidos no era de un verdadero caballero el recostarse en la cama de una señorita, mientras que Dio lo refutaba con un simple -no me importa-, lo que los distrajo dándome la oportunidad de escapar de allí. 

Quitando del medio sin despertar a Blue o Copito fui capaz, de levantarme con ayuda de mi mesa de noche, la cual hizo un rechinido al tener mi peso encima alertando a ambos jóvenes. Logre dar dos paso solamente hasta sentir a mis pobres piernas desacostumbradas hormigueadas. Con un tambaleo casi caigo al suelo si no fuera que el aparador de mi habitación me ayudó a estabilizar, y con un par de pasos más (aunque cojeantes) logre llegar al lado de ambos."Enserio eres desesperante, Ludenberg." 

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La semana siguiente a eso, Dio había sido llamado a Francia para una entrevista escolar. Su calificación fue tan buena que una escuela de abogacia había pedido su participación en las entrevistas que se darían en dos semanas más. Así que sin demora alguna, fue a ver que tal le parecia el establecimiento y si realmente valía la pena estar cuatro años en el extranjero (Sin mencionar que me obligaría a ir con él) Y una mañana soleada y con fuertes vientos se marchó dandome un beso en la frete, prometiendome que cuando volviera sería en los labios. 

Luego de un par de días más, el padre de Erina, el Doctor Pendlenton confirmo mi pronta recuperación, dándome permiso para caminar con ayuda de unas muletas y supervisión todo el tiempo, además que el maximo que podria pasar fuera de cama eran unas tres horas yo lo sentí como un gran avance. 

Eres lo que más odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora