Tres muñecas manchadas de rojo

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Mis párpados se encontraban pesados, y el sueño profundo en el que me había encontrado solo dejo un fuerte dolor de cabeza. Mi cuerpo estaba recostados en una superficie frías, rocosa y rasposa. Finalmente abrir los ojos con confusión.

Erina y Dana se encontraban sentadas sobre sus rodillas, una mirando a la ventana y la otra descansando contra la pared. Al ver que me movía sus ojos me vieron directamente, la joven sirvientas se abalanzó para ayudarme a parar pero con sus manos atadas no podría hacer mucho, al igual que yo. "¿Dónde estamos?" Pregunte al incorporarme con ayuda de mis piernas aunque me dolía la derecha. 

"No lo sabemos." Contestó Erina con una mirada llena de preocupación. "Después de desmayarnos aparecimos aquí, Dana fue la primera que se despertó."  La mencionada tomó la palabra mientras miraba al piso. 

"Unos hombres vienen cada media hora para verificarse que estemos bien." 

Inspeccione un poco más a fondo el lugar. Unas vieja alfombra con detalles dorados, musgo en el piso y las paredes, unas tres velas alumbrando el oscuro lugar y una gotera que caía dentro de un barril. La habitacion no era más grande de dos metros asi que estabamos algo apretadas. 

Las rejas se levantaron de golpe mostrando a alguien que me había hecho muy feliz, hasta que vi el rostro de terror de mis dos compañeras y. . . . lo entendía, finalmente lo entendí. "¡______(Violeta)! Finalmente despertaste mi pedacito de cielo."

"Leonardo." Dije en un susurro completamente inaudible. Mis piernas no dejaban de temblar, mientras que mi corazón golpeaba mi pecho sin clemencia alguna y el miedo invadía cada centímetro de mi ser dejandome un horrible sabor de boca junto a un nudo en la garganta. 

"Parece que no soportas muy bien las drogas, supongo que eso te hace una Ludenberg hecha y derecha." Respondió con una sonrisa mientras dejaba una bandeja con pan y leche en ella. "Necesitas comer algo, y eso es solo tuyo, las otras dos realmente no me importan. Después de todo las venderemos como objetos a algún depravado, tu por otra parte llegaras al cielo amor mío." Y tras decir eso simplemente salió del lugar y cerró fuertemente la celda, sin llave ni nada, lo que significaba que estaba muy confiado.

"No-no otra vez. . . . No quiero otra vez. . . .por favor." Decía Dana con ojos perdidos mirando un punto fijo en el piso. Temblaba y de su cuerpo caía un sudor frío, resbalando de su pálida piel con los cabellos erizados por el miedo. "Todo menos eso. . . . por favor. . . ." 

Con algo de dificultad m levante y rengueando camine hasta ella y me senté a su lado para apoyar mi cabeza en su hombro, como lo haría si la abrazara. Su cuerpo se calmó un poco y aquella irregular respiración volvió con paso normal. "No dejare que eso te pase." Dije al separarme de ella y mirar a Erina. "A ninguna ¿Si?" Erina me sonrió ante aquellas palabras, pero sus ojos seguían desbordando preocupación.

Al tener las manos atadas detrás de la espalda no podía agarrar la daga que me había dado Dio, así que con algo de esmero comencé a rasgar la cuerda contra la pared, una y otra vez, sin importarme que mis manos sangraban en algún punto de la tarde.

Narrado Dio Brando:

"Que estupidez de viaje." Rezongó irritado al ver que aquellas semanas que no estuve en Inglaterra fueron una pérdida de tiempo, no solo por que los ineptos aseguraron no haber mandado ninguna carta a mi dirección o alguna otra cosa también estaba el hecho de que no he dejado de sentir que mi ______(Violeta) estaba en peligro. 

"Monsieur Dio, Bientôt nous sommes arrivés à la jetée en Angleterre." Me dijo el capitán del barco que había contratado la estupida escuela a modo de disculpa, la cual al ver mi coeficiente intelectual me ofreció una beca que rechace ¿Creen que el grandioso Dio estaría en una universidad de mediocres? Para eso me quedo en el pueblo y listo.

Eres lo que más odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora