No me importa ser una "amargada".

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“Amor y verdad son dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino.” Mahatma Gandhi

Una idea que siempre tuve clara y jure que jamás iba a cambiar era que el amor te hace estúpido.

Ver a mis amigos volverse locos por amor, entregarlo todo a otra persona, ilusionarse estúpidamente, que sueñen y que nunca vean la realidad, el amor no lo puede todo, el amor te hace dependiente de otro, el amor te ciega, el amor es cruel, te hace perder el piso y tus ideales, ni siquiera creía que el amor existiera, el amor es algo psicológico, química, está en tu cerebro, es una mentira.

Así de “amargada” era. Lo dije entre comillas porque para todos mis conocidos eso era, pero para mí no era así, en ese entonces no creer en el amor, ser negativa, no creer en las personas, era por vivir en la realidad, no engañarse, saber que el mundo es cruel. Era simplemente algo que está bien, ser débil es lo peor que te puede pasar en el mundo. Estar consciente de que la gente no es buena te puede salvar de muchos sufrimientos.

Ser “amargada” me había salvado de mucho. Y si todos me consideraban así, no me importaba qué más da, me sentía bien conmigo, mientras no tuviera que llorar por todo, o me vieran la cara con alguna mentira, o me destrozaran el corazón, mientras fuera fuerte que el mundo diga lo que quiera. Yo veía la a la gente que vivía, disfrutaba, sentía, creía, era positiva y me daban risa, eran tan estúpidos, se entregaban a lo que sentían y terminaban con el corazón roto, creía en sus amigos y terminaban traicionados, eran positivos ante todo y las cosas a veces no les resultaban y terminaban con la desilusión.

Yo me sentía bien así, 15 años y tenía todo bajo control, nada se me podía salir de las manos  todos mis días estaban organizados, era exigente a mí misma, mis objetivos perfectamente claros, no tenía amigos solo conocidos, estaba bien con ello, no era de las que les gustaba contar las cosas que le pasaban, como para que si después te pueden traicionar y usar tus secretos en contra. Era mi mundo y en el nadie podía entrar, y si alguien lo lograba era porque cumplía con mis expectativas.

Seguro muchos pensarían a esta loca le rompieron el corazón para estar así de amargada, pero no fue por amor, sino tal vez por falta de él. Tenía 15 años y aún no tenía novio ni había besado, como el resto del mundo a los 15 ya tenía incluso hasta más de uno o incluso hacer más que un beso, si me gustaban chavos, algunos me buscaban, pero no simplemente la respuesta era siempre no, mi primer novio debía tener ciertas características, debía ser prefecto como todo lo que planeo, tiene que ser como yo digo, y el primer beso ni se diga, quiero a alguien especial para eso, ni loca me besaba con cualquiera así llegara a los 18 sin besar no importa, todo debe estar como yo lo espero. Así que la causa de mi amargura no era el amor, si no la vida. Siempre me ilusionaba y todo salía mal, así que para que pensar positivo y después sufrir decepciones y que duelan, lo mejor era siempre pensar lo peor así si llega no duele, mis papas peleaban mucho así que tenía que ser fuerte desde pequeña ser fuerte por mí y para mi hermana, debía cuidar a la gente que quiero, mi mama es muy buena y noble y siempre sale lastimada yo no quiero eso para mí, yo quería ser como mi papa el nunca llora, él es siempre fuerte no sufre. Mi hermana muy inocente siempre se aprovechan de ella, no tampoco debía ser así, siempre la debía defenderla.

En la escuela no tenía problemas y menos con calificaciones, querer ser perfecta siempre me llevo a ser una de las mejores, todo en mi vida estaba bien, no era feliz, pero estaba bien todo bajo control, hasta que tuvimos que mudarnos mi vida cambio para siempre y no precisamente para bien…

El amor se apiado de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora