Capítulo 3: Amenazas

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Anelisse se arropó en su abrigo con la oscuridad a cuestas y el temor embargando cada centímetro de su cuerpo. Observaba el horizonte de manera en que esperaba a alguien ir hacia ella. Nadie lo hacía. Había pasado varios minutos desde que Kad escapase de casa, tenía una clara idea del lugar al que iría, más temía de lo que encontraría. Su rostro se llenaba de las arrugas de la preocupación. Sus ojos, apaciguados, buscaban en la noche la silueta de su hija caminando hacia ella. No la veía.

—Las ha liberado —escuchó y se paralizó. Su cuerpo se tornó tan rígido como piedra caliza en medio de la noche. Sus ojos desorbitados y su corazón desbocado, hacían temblar su cuerpo. Giró con el miedo filtrándose en cada parte de su ser. Dreon la veía con una leve sonrisa complaciente en sus labios.

Gasin —murmuró. Él asintió.

—Sí —la mirada de Anelisse pasó de aquel hombre al horizonte detrás de ella. No cabía en la conmoción, pues aunque él estaba allí, inmóvil a su lado, el mensaje que portaba no era para ella.

—¿Cuál era el mensaje? —preguntó. Dreon negó sellando sus labios— ¡Dímelo!

—El mensaje ya fue entregado —respondió con sinceridad, pues así era.

—¿Cuando?, ¿cómo? —preguntó acercándose a él. Temía, si bien podía percibir la razón de tal mensaje, necesitaba saber más. El hombre tomó el mentón de Anelisse contemplando el rostro de la fémina.

—Debes volver —comentó. Ella frunció el ceño zafándose de su agarre.

—No volveré a ningún lado y no te llevarás a…

—Ella tomó una decisión, Anelisse —contestó ante las negativas de la mujer—. Las voces han tocado su alma.

Aquello no era algo que ella desease escuchar. Sabía bien que así como cabía la posibilidad de recibir a un mensajero también entendía de que no. Hubiera preferido lo segundo y aun así, a su lado estaba un mensajero observando el horizonte a su lado, escuchando los susurros de su hija viajar fuera de ella.

Igual que aquel hombre, ella también los escuchaba. Solo los vaennsys eran capaces de hacerlo, por lo que tales matices de sonido llegaron con el viento hasta sus oídos. Sentía miedo de ello, traían consigo grandes cambios que, tal como aquel hombre comentó, su hija aceptó.

—Este es nuestro hogar —susurró imperceptible— ¿Quién es usted? —inquirió buscando al hombre, pero tal como lo había hecho una vez, se esfumó con el aire.

.

Dentro de la cocina se escuchaba las puertas de los cajones cerrarse. El ruido de la hornilla prenderse y el sonido del agua evaporarse con el fuego. Kad hacía unas tortillas de huevo y otros agregados, además de waffles, aquel día en particular se encontraba hambrienta y, más allá de ello, emocionada. Era claro que lo que había visto y oído la habían alertado.

Al principio la abrigó el temor, pues era algo increíblemente nuevo para ella, pero luego sobrevino cierta tranquilidad, como si aquellas voces esbozaran canticos que la hacían sentir tan ligera cual aire sobre las copas de los árboles. No lo comprendía del todo. Debiera estar temerosa, asustada al punto de querer cubrirse por días debajo de las sábanas y envolverse en ellas; no era el caso, sentía una desbordante emoción emerger dentro de ella, peor aún, lo anhelaba.

Pensaba en cómo contaría aquello. Nadie que tuviera dos dedos de frente le creería, aunque no dejaba de lado que Emira, su amiga de la infancia, pudiera aceptar lo sucedido. Aquella chica había emprendido un largo viaje y volvería pasada dos semanas. Esperaba que aquellos días terminasen de volverse horas. Por lo pronto se conformaría con contar con su abuela, no obstante también tenía sus dudas acerca de ello.

Caelum: El último soplo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora