Capítulo 2: Una visita peculiar

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Después de cerrar la puerta a lo único que había alegrado su día. Kad caminó hacia su habitación acompañado de un Rosh bastante alegre de por fin entrar en calor. Los días lluviosos no eran su preferido y Kad solía abrigarlo cuando entraba en casa. Así hizo, colocó una pequeña camisola ideal para el animal, que muy bien aceptó. Abrió el ventanal observando el día gris frente a ella, no había cambios en el cielo, tan monocromático como lo estaba en aquella época del año.

Tomó asiento en la cama, seguida de un Rosh altivo que se abalanzó sobre ella para estar al lado de su compañera. La joven acarició al animal con la vista fija en el ventanal, con los pensamientos nublados como aquel cielo. Su mente era un cúmulo de ideas desordenadas y desbordadas sobre otras tantas. Los susurros, escalofriantes y repetidos, no la habían abordado de manera tan intensa como ese día. Siempre estaban, pero no como ese día. Volvieron.

El dolor que le provocaba tal sensación la embargó. Recorría su cuerpo como si de su sangre se tratase. Rosh a su lado, presentía los temores de su dueña. Aullaba con el dolor carraspeando su garganta mientras los gritos de la joven se hacían más fuertes.

Cayó de bruces sobre el suelo haciéndose un ovillo, callaba cada rugido de su fuero interno contra las alfombra verdosa de su habitación. Quizá estaban para hacerla sentir mal, quizás venían de algún lugar que ella desconocía. Su interior, probablemente. Aunque ya no los quería escuchar.

Los susurros, embriagantes, la estaban llevando a detestarse, nada podía con tales voces. Nada de lo que hiciera las calmaba. Rosh, presintiendo el dolor de Kad, bajó hasta su nivel y la rodeó. Frotaba su hocico contra el rostro de la joven, tratando de calmar sus temores, su dolor. Kad aunque sintiendo el deseo de su fiel amigo, no podía hacerlo. Cada voz era más estrepitosa que la anterior. Se sentía fuera de sí, embebida por los susurros, llevada a donde ellos querían que estuviera. Creía que no lograría salir de aquella franja de sufrimiento, que nada dentro de ella lograría darse el momento de luchar contra lo que la había estado lastimando. Al contrario, como una ventisca, sus fuerzas retornaron. Su voluntad, desquebrajada, ansiaba regresar, unirse, amoldarse.

Bramó tan fuerte como su gentil voz podía conferirle. Ahogó cada sentimiento en ello, cada día en que las voces se habían tomado la molestia de atormentarla. Gruñó raspando su garganta, ahogando sus cuerdas vocales en aquel sonido desgarrador. Tan intenso y estrepitoso. Por un instante, cada mueble, objeto, pertenencia, se levantaron hasta llegar al techo y, como un soplido indisciplinado, cayeron al suelo escuchándose el estridente ruido del rebote sobre el suelo.

Los susurros desaparecieron, esfumados como si nunca hubiera existidos, dejaron de corromper la mente de la joven. Abrió los ojos lentamente sintiendo un vacío a su alrededor. Incorporándose como pudo, pues sentía sus extremidades acalambradas por la posición, observó su entorno. Alborotado, de manera en que hubiera sido ultrajada, había cajones fuera de su lugar, ropa en el suelo, objetos por todo él.

El animal se encamino a la puerta, giró a ver a la chica con esperanza de que lo siguiera. Kad suele pensar que su compañero intuye sus deseos. Quizá era así, en ese instante tan solo deseaba salir de allí a como diera lugar. Abrió la puerta luego de tomar un chaleco con qué abrigarse. Saldría a dar una vuelta a donde se sintiera mejor, puede que a la tienda del Señor Nilson, un hombre mayor que trabajaba con antigüedades o quizás a la heladería de la Señora Sanaderes. Cualquiera que fuera su opción, lo creía mejor que estar en casa.

Bajó las escaleras siguiendo a Rosh, el perro veía con esperanza cada acción de su amiga, luciendo contento de salir, pues aunque no le gustaban los días lluviosos, le agradaban las largas caminatas que hacían en algunas ocasiones.

Caelum: El último soplo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora