Igual que una mancha en medio de la nada o como la neblina en medio del día asomándose por cada rincón. Bellua tomaba cada parte de Saint Mirange, el picor causado por la neblina que cubría la ciudad se acrecentaba en la garganta de las personas. Los intoxicaba, quemaba y dejaban jadeantes ante la dolorosa sensación que los consumía. Luego de ello, convertidos en menos que nada, se volvían cenizas que la tal niebla oscura aceptaba gustosa. Los adnaratium, libres al fin, terminaron de crear el caos. De sus bocas emergían gases venenosos que asesinaban lentamente a los saukeiss, otros por el contrario, corrían detrás de los hombres como si de un animal se tratase. El puerto de la ciudad estaba en las ruinas, a la merced de las bestias gobernadas por Bellua.
Mucho cayeron con desesperación. Los que lograron escapar tenían el temor corriendo por sus cuerpos, horrorizados, se tomaban de los brazos y movían como lunáticos ante el miedo que les había producido ver tal espectro. Cada hombre que había dado noticia a las autoridades lo sabía. No saldrían librados de ello.
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Kad tomó en manos un arco de color plateado con una línea azul que lo rodeaba. Las inscripciones de las palabras de los vaennsys talladas en ellas había sido lo primero que había visto cuando, después de una devastadora presentación, les dieron la oportunidad de tomar un arma de su preferencia. No sabía usarla, no tenía ni idea de lo que era usar un arma como aquella, pero le gustaba, y tan solo por ese hecho la quería como suya. Sin embargo, tal como los ssaimans habían hecho saber al entrar en aquel recinto, donde aves canturreaban cada vez que sobre volaban —a una velocidad atroz—, debían ganárselos.
Para ella aquel lugar era por mucho impresionante. El techo estaba hecho de cristales donde las luces azuladas, a la intemperie, iluminaban el gran salón ovalado que tenía inscripciones en todas las paredes que la rodeaban. Algunos carteles de un color vino con palabras que ella en su vida había leído: Asaymitnolen[1]. Aquello era demasiado para procesar en tan solo tres días. El suelo se componía de tres círculos, cada uno de un color distinto, el exterior era amarillo, igual que el oro, en él podía ver algunas frases, pero nada de su compresión. El del medio era plateado, dibujos de lo que parecían animales se representaban en ella, de forma arcaica, parecían caminar alrededor del círculo. El último, era azul con un rojizo muy oscuro. Solo tenía una figura en su interior: un remolino con la letra “C” y lianas tomándolo, como si fuera suyo.
La voz de uno de los sacerdotes resonó en el lugar. Cubierto de pies a cabeza con un cinturón dorado amarrado a su cintura y un albornoz que apenas dejaba ver sus labios; se encontraba en lo que parecía un mirador, se sostuvo del barandal, uno que antes no había visto Kad, ni siquiera el balconcillo. Las columnas del barandal tenían la forma de guerreros miniaturas, con los ojos abiertos al horizonte, pero con diferencia de los que ella había visto antes, estos no tenían los ojos azules, eran todos del mismo color blanquecino. El ssaiman esperó a que todos callasen, en total eran quince chicos de edades similares a ella, de los que no conocía absolutamente nada; salvo que para ellos, ella no debía estar allí.
—Mi nombre Ter Gollen y tengo el honor de inaugurar esta nueva jornada. Sabrán que ser un vaennsy y tener sus dones tiene un precio que debe ser pagado con su trabajo y lucha —su voz resonaba en el salón de forma en que fuera tan imponente como el rugido de Rosh—. Serán entrenados, medidos, lastimados e incluso desterrados de este lugar y todo dependerá de su valor. Sé que muchos lo tienen y que otros los adquirirán —esbozó conciliador—. Deberán aprender todo lo necesario, su gracia será mostrada ante los ssaimans de Velurem y, siendo aceptados, sus dones serán despertados. —el rugir de los presentes secundó a las palabras del sacerdote. Agradecían ello—. Quiero que recuerden que ustedes son un don, no lo otorgamos, como muchos de sus familiares cercanos habrán comentado, nosotros nos encargaremos de despertarlos. Empecemos.
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Caelum: El último soplo
FantasíaCuando las voces de seres ancestrales llaman a su igual, no hay fuerza que pueda detener aquel sonido. Una nueva era empieza en algún lugar del planeta, más allá del linde de lo impensable. Correrá el viento luchando contra un poder que aclama surgi...