Capítulo 6: Caminos cruzados

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Un mar de gente se conglomeraba cerca de una de las tantas plazoletas de la ciudad, estaba por iniciar uno de los espectáculos que solía darse. Kad observaba esperando a que finalmente comenzara, seguido de una Elyn desesperada por ver de una buena vez y un Jas desaparecido. Tal parecía que sería una noche muy larga, pues aparte de haber pasado más de una hora disfrutando de juegos y entretenimientos ambulantes, habían tenido que ocultarse de los guardias de la cúpula sacerdotal, quienes con aire instigador, caminaban de un lado a otro buscando a los prófugos.

Los cuatro contaron con la suerte de ser ocultos por una vieja señora de aspecto afable que llevó a los guardias por el camino equivocado, sin embargo no salieron airosos, la señora había pedido ser ayudada en su labor por Thoren y Jas. Luego de una pequeña disputa, Thoren salió triunfador y después de ello, no habían vuelto a saber de Jas. Esperaban, si fuera posible, encontrarlo cuando estuvieran de vuelta a la cúpula. Mientras, el espectáculo daba inicio con dos hombres: uno tenía la mitad de su rostro pintado de color azul, pantalones holgados y zapatos hasta el tobillo amarrados por cuerdas. Sus cabellos blancos se había levantado en contra de la gravedad y plumas salían de allí. El otro hombre vestía distinto, con un traje de color negro, sus brazos se pintaban de forma circular del mismo tono hasta llegar a sus muñecas. Una línea atravesaba sus ojos y sus cabellos, tan platinados como el de su compañero, habían sido teñidos en la parte inferior de color rojizo.

La historia giraba en torno al pasado de Caelum, cuando, por azares del destino, Bellua llegó hasta las infinidades del cielo y cubierto la ciudad con su neblina, tomando y saqueando vidas que se tornaron en piedra y cenizas. El hombre de blanco representaba los hombres de Caelum, el hombre de negro a Bellua y su poderío. Ráfagas de viento gélido y cálido rodeaban a ambos hombres, demostrando así, el poderío de ambos bandos.

Al final, el espectáculo terminó con un pequeño torbellino que se contorneaba por todo el lugar hasta llegar a quien fuera Bellua, destruyéndolo finalmente, en tal caso, el hombre se evaporó como una neblina negra desapareciendo de escena, lo que logró un mar de aplausos entre los espectadores. Kad aplaudía con euforia, aquella había sido una forma de saber más de aquel lugar. Vanet se había tomado la molestia de explicarle, sin embargo, no era lo mismo en comparación a aquella dramatización de ambos vaennsys.

Luego de observar y disfrutar las escenas, habían decidido entrar en uno de los locales por algo que tomar y comer. Salir de aquel mar de gente no fue fácil, estaban tan unidos que a Kad le costó ver la luz entre tantos cuerpos vestidos de blancos. Cuando estuvo fuera, se topó con una procesión de guardias.

Iban vestidos con armaduras doradas, con la misma insignia clave que había visto en el centro del salón de entrenamiento: un remolino con la letra “c”. Estaba grabada en sus pechos. La armadura cubría los torsos de los soldados, así como sus piernas, portaban un escudo con un ángulo bajo en la parte inferior y más ancho en la parte superior, el mismo símbolo se tallaba en tales escudos, de igual forma mantenían su otra mano en las empuñaduras de sus espadas. Ella observó cómo más de diez guardias pasaban a su lado, sin siquiera notarla. Creyó entonces que aquellos no pertenecían a la guardia sacerdotal, además su armaduras eran muy distinta. Al final, una mujer de larga cabellera plateada y ojos azules caminaba tomada de la mano de otra mujer, una, que si no fuera por sus cabellos plata, Kad hubiera inferido que se trataba de su madre.

No podía creerlo, pues su madre tenía su cabellera tan castaña como ella, nunca vestiría de la manera en que lo hacía esa mujer, puesto que portaba un vestido con una abertura que llegaba a su rodilla, una camisa con un cuello holgado y mangas tan largas como las que ella usaba. Sus cabellos no estaban recogido, por el contrario, estaban sueltos y trenzados la mitad de ella con pequeñas florecillas azules. No, aquella mujer solo podía tener un vestigio de su madre.

Caelum: El último soplo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora