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Capítulo 14 | «Desconfianza»




Después de todo, incluso antes de haber tenido la desgracia de ver a Elyssa en circunstancias comprometedoras, ella había dejado claro que la despreciaba. La hermana de Zayn tenía demasiado que perder si decía la verdad y había triunfado con sus mentiras. Había conseguido destruir la fe de Zayn en ella y, por lo tanto, su relación, consiguiendo así hacerla desaparecer de la vida de su hermano.


Jenna apretó los puños. Debería haberle contado a Zayn que había visto a Elyssa con otro hombre. Debería haberse defendido...
Pero, ¿qué posibilidades había de que Zayn se pusiera de su lado? Habría tenido que acusar a Elyssa de mentirosa y de serle infiel a su marido. Imposible. Él adoraba a su hermana y era muy protector con ella. Jamás la habría creído. Cualquier ataque contra Elyssa lo habría enfurecido aún más.


No había nada que hacer. Zayn se había ido para siempre. ¿Cómo podía seguir respirando?, se preguntó. No podía imaginar la vida sin él...


Sus ojos se llenaron de lágrimas y, por primera vez esa noche, pudo llorar. Se tiró sobre la cama y lloró hasta que empezó a dolerle la garganta, los ojos, el alma. En el silencio que siguió a sus sollozos, se sintió abrumada por una terrible sensación de soledad.


📎 📎 📎


En la limusina que lo llevaba al dúplex, Zayn se tomó dos copas de coñac. Lo que Elyssa había visto no admitía posibilidad de error. Los absurdos intentos de Jenna por demostrar su inocencia sólo habían conseguido enfurecerlo más. Zayn se concentró en esa furia, dejando que se convirtiera en una nube roja ante sus ojos, una nube que suprimía cualquier otro pensamiento.
Y probaría que estaba mintiendo, decidió. Llamó a su jefe de seguridad y, disculpándose apresuradamente por lo tarde de la hora, le pidió un informe completo sobre los movimientos de Jenna durante los últimos meses.


📎 📎 📎



Jenna había conseguido quedarse dormida al amanecer, pero tuvo un sueño poblado de pesadillas. Cuando despertó, se sentó en la cama y, al recordar lo que había pasado la noche anterior, su estómago dio un vuelco. Llevándose una mano a la boca, Jenna corrió al cuarto de baño para vomitar.


«Con o sin Zayn, su vida debía seguir adelante», se dijo a sí misma. No tenía sentido portarse como una cobarde. Tenía que encontrar la fuerza necesaria para concentrarse en las cosas prácticas de la vida. Para empezar, debía encontrar un apartamento.
Y también era hora de intentar conseguir un préstamo que le permitiera abrir su negocio. Cuando por fin estuviese en posición de diseñar y producir sus bolsos, trabajaría día y noche. Sí, trabajaría tanto, que no podría pensar en Zayn.


Se fijó entonces en una bolsita dorada que había sobre la consola del pasillo. No la había visto, pero seguramente Zayn la habría dejado allí el día anterior. Y, como siempre, serían bombones, los mejores del mundo, de los que se deshacían en la boca, comprados en París o en Ginebra. Cuando abrió la bolsita, comprobó que no se había equivocado, eran bombones. Pero también había un colgante dorado, un amuleto de la suerte que Zayn había incluido como sorpresa. Aunque no lo era en realidad porque, uno por uno, le había regalado toda una colección de colgantes de oro para su pulsera favorita. Aquel en particular tenía grabado su nombre en piedrecitas... «Menudo amuleto de la suerte», pensó, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Parpadeando para controlarse, se dio cuenta de que la tristeza le había quitado las ganas de comer chocolate. En lugar de eso, le apetecía comer... aceitunas.

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