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Un pequeño niño de ojos y cabello azabache se paseaba por aquél amplio parque, con un césped tan verde que parecía haber salido de alguna fantasía o el típico programa que usan los adultos para que los niños se entretengan.

Éste admiraba a un lindo gato de pelajes color crema y una curiosa expresión amargada, el cual se frotaba leve contra su pierna, parecía buscar algo de cariño con aquella acción.
Le miraba con extrañeza, estático ante cualquier movimiento de ese pequeño animal de cola esponjosa.
«Se ve suave». Pensó.
Extendía su mano lentamente hacia aquél para no asustarlo, al no resistirse de acariciar aquél pelaje, más se vió interrumpido al ver que un niño de extravagantes cabellos rubios se dirigía hacía el, parecía haber corrido una maratón, o simplemente ser muy exagerado.

Aquél rubio le observaba con aquellos luceros esmeraldas, y luego mirando a aquél felino que seguía frotándose contra los pies del azabache.

—¡Lo encontraste! ¡Muchas gracias! —chilló, aparentemente feliz.

El rubio tomó a aquél gato de expresión amargada, el cual se acomodaba en los brazos ajenos. Aizawa le observó incrédulo ante su comportamiento.

—No es nada, o eso cre- —le interrumpió.

—¡Mí nombre es Hizashi, Hizashi Yamada! —exclamó sonriente.

—¿No te enseñaron que interrumpir a las personas cuándo van a hablar es de mala educación? —preguntó de mala gana.—Mí nombre es Aizawa Shōta.

—¡Es un gusto, Shō-chan! —dijo

—Dime Shōta. —musitó, con el ceño levemente fruncido.—

Negó un par de veces con la cabeza, y en ese momento aquél felino que traía aprovechó para saltar de sus brazos y correr lejos de aquellos infantes. El rubio observó desilusionado el lugar por el que el gato se fue, dispuesto a salir persiguiendo al mismo de nuevo.

—Oh no... —murmuró— ¡Nos vemos luego, Shō-chan! —Y se fue, antes de que pueda reclamarle.

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Habían pasado casi siete años desde entonces, y todavía ese "Nos vemos luego" no se había cumplido, —aunque no le gustará— debía admitir que lo estuvo esperando.

El azabache leía aquellos viejos libros de historia que había elegido según lo que le asignó su maestro luego de una rutina completa de estudios en aquella vieja biblioteca. Odiaba aquello, y sólo lo hacía por obligación. De lo contrario, no podría ser alguien en la vida, o así decía su madre.
Por fin había terminado aquello, saliendo de la biblioteca, dispuesto a irse a la cafetería más cercana a tomar un café cargado como mínimo.
Y eso hizo, entrando a aquél establecimiento y dirigiéndose al mostrador para pedir aquél café antes mencionado, sintiendo unos obres esmeraldas bastante conocidos mirarlo fijamente.

—¡Shō-chan! —chilló éste.

—Oh... Maldición. —murmuró.

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❝ᴛʜɪs ʙᴏʏ.❞| EraserMic Drabble's Donde viven las historias. Descúbrelo ahora