❁Il balcone

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La noche relucía sus estrellas como nunca antes, o así le parecía a Louis, quien caminaba con una sonrisa de oreja a oreja sobre su rostro. Solo unos momentos antes de salir, un repartidor con un enorme ramo de flores estaba parado tras su puerta. "Son de un tal Harry, nos dió un Tomlinson como apellido, pero no creo que su hermano le envié flores. O si. Bueno, de todas formas, que lo disfrute Louis." El ojiazul rio ante aquello y suspiró con fuerza; se sentía como en un maldito cuento mágico del que no quería despertar.

Al dejar las flores dentro de un extraño recipiente de vidrio, Louis notó que venía una nota junto al ramo. Se acercó y lo leyó, sonriendo cada vez más amplio y emocionado.

"He renunciado a mi apellido por ti. ¿Renunciarías al tuyo por mi, pequeño Tomlinson?"

El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho. Vestido con su jeans negro favorito, su cómodo suéter azul y sus vans, se dirigió hasta la que esperaba fuera la casa de Harry. Durante el trayecto se topó con un par de fans, quienes le pidieron una fotografía y lo estrecharon con fuerza. Louis se sintió aún más querido, y caminó con aún más entusiasmo. Tras un montón de suspiros y respiraciones profundas, buscando coraje, se decidió. Bajo la enredadera de rosas potentemente rojas, Louis comenzó a recitar: ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Harry, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa!

El rizado salió con una brillante sonrisa de oreja a oreja y los ojitos relucientes, para luego aplaudir una única vez, abuchearlo y reír. Ambos se observaron a la distancia, bajo la luz de la luna. A Harry le parecía estar viendo a la criatura más preciosa que jamás había conocido, una obra de arte frágil y soñada. Louis sentía que miraba a una criatura divina, a un dios griego, poderoso y atrapante.

—Desde aquí te ves precioso—confesó Harry. —En realidad, desde todos los ángulos lo eres.

Louis tapó una sonrisa con la manga de su suéter.

—No hagas eso, que muero de ternura—rogó el rizado, emocionado.

—Solo ven—ordenó Louis, ansioso por tenerlo a su lado. Harry obedeció de inmediato y mientras bajaba, se acomodó el abrigo largo.

Harry se veía guapo, elegante, pero no demasiado llamativo; justo como tenía que ser. Aunque a Louis se le había olvidado por completo que tenía que pasar disimulado. De hecho, también olvidaron que se habían conocido la noche anterior, y aunque lo recordaran, preferían ignorarlo. Les encantaba aquella sensación de pertenencia que encontraron en el otro desde el momento uno y aquella química poderosa que los tenía atados y acorralados. No iban a dejar que un simple número les arruinara la increíble conexión que habían descubierto entre ambos.

—Fue bastante empalagoso y horripilante lo que hiciste en el balcón—confesó Harry, marcando un hoyuelo. —Me encantó.

—Bueno, tenía que devolverte la mano—sonrió Louis, poniendo su mano sobre el hombro del rizado, quien había estirado su mano hacia adelante. —Gracias por las flores.

—Oh, creí que me devolverías tu mano justo a donde pertenece—rió Harry, señalando su propia palma. —Aquí.

El estómago de Louis dio un vuelco, nervioso por lo que sus labios estaban por soltar. —Si. De hecho, es extraño decir esto, pero creo que me agrada estar contigo porque...te sientes como si fueras mi hogar. Me refiero, a tu lado me siento cálido, seguro y querido, y bueno, me imagino que así se debería sentir un hogar.

—Seré tu hogar entonces, Louis. Puedo ser lo que tu necesites.

Louis bajó la mirada. Sentía que lo estaba mirando con demasiada dulzura, así que desvió la temática.

Pudrete Shakespeare. //larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora