Capitulo 2:El dolor de un padre.

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-¿Preciosa?-Dijo Nahin cerrando la puerta detrás suyo.

Hace ya unas cuantas horas que no veía a su prometida por los alrededores del castillo, por lo que decidió optar y llevarle un ramo de sus lirios favoritos, la princesa de la calma. Comenzó a adentrarse más en la lujosa habitación, enfocó su mirada en la cama, dónde efectivamente podía observar una silueta. Sonrío para sus adentros, sería el momento perfecto para dar un paso más grande en su relación.

Alzó con delicadeza la suave tela que cubría aquella silueta, pero al ver lo que era quedó sin palabra alguna. La bestia a su frente se irguió y miró de forma amenazante al joven príncipe, desde qué pasó por esas fuertes murallas del castillo, se había prometido una cosa, y era proteger a la princesa Zelda de cualquier peligro que se dirija a ella, mientras este ahí.

El joven príncipe retrocedió sus pasos, cayó torpemente tras meterse con la alfombra. La bestia de ojos azules comenzó a gruñirlo en forma de advertencia. Nahin tomó en sus manos un jarrón con una excelente ilustración, luego vería como se lo pagaría a Zelda, pero ahora su vida depende de un hilo.

Zelda abandonó el balcón al oír unos ruidos muy extraños, había dejado al lobo descansando en su cama, pueda que alguien haya entrado y este agrediendo a la inofensiva bestia. Sus sospechas era reales, Nahin sostenía con mucha fuerza un jarrón que le pertenecía a su madre ¿No pudo tomar algo más? Frunció el ceño y cruzó sus brazos.

-Ni se te ocurra hacerle algo.-Dijo Zelda en un tono severo.

Ambos voltearon al ver la princesa, que solo fijó su mirada en la de Nahin, fulminándolo de alguna manera. La miró con cierto recelo, furioso exclamó.

-¡Es una bestia por las Diosas! ¡Mira nada más su tamaño!-Dijo mientras le señalaba.

Zelda soltó un largo suspiro, se acercó a la bestia y comenzó a acariciarlo tiernamente.

-Es muy grande lo sé, nada común para un ser como él.-Dijo sin quitar su vista de su pelaje.-Además él parece un hombre, y tú solo eres un animal.

-Estoy en lo cierto...Espera ¿¡Qué!?-Agregó aturdido.-¡No me digas que me abandonaras por esa cosa!

-Siempre te he dicho que no eres de MÍ agrado.-Agregó con un énfasis en "mí".

Nahin solo infló sus mejillas con cierto desagrado, la dejó por unas horas en el día y ya viene una bestia que podía matarlo en cualquier momento, adueñarse de su futura esposa. El lobo pareció burlarse de él, de una forma silenciosa.

***

Zelda se encontraba recostada leyendo un libro, la historia le parecía muy interesante, además de tener un romance de en sueño, le parecía atónito que la protagonista se fuera enamorando de una bestia salvaje, el cual tras recibir su amor se convirtió en guapo príncipe. Después de leer aquel párrafo, enfocó su mirada en el techo. Pensó por unos segundos y una sonrisa se dibujó en su rostro. La bestia la observó de forma extraña, sentía curiosidad de saber el motivo de su sonrisa.

-¿No eres un príncipe encantado, o sí?-Dijo sonriendo más.

Él entendió a la perfección aquella referencia, aunque haga sus esfuerzos serán en vano, ella jamás le entenderá lo que querrá explicarle. Dejó el libro descansado en la pequeña mesa de madera que se encontraba a su lado, apagando con delicadeza la luz que le permitió leer todo este tiempo. Enfocó sus hermosos ojos zafiros con la mirada azul de la bestia, la cual brillaba más por el poco atisbo de la luna. De una forma extraña se imaginó a un joven mayor que ella, algunos 22 o 23 años, sus cabellos rubios ceniza y aquella mirada genuina e encantadora. Frotó suavemente sus ojos para poder reflectar la claridad, y ahí observó al lobo que seguía mirándola de forma expectante. Le esbozó una sonrisa más y habló:

Me enamoré de una bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora