Hogar

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Cuando el avión llegó mi corazón no paraba de dar pequeños saltitos, al fin vería a mi familia, podría abrazarles y besarles. Salí a toda la velocidad del avión y en cuanto los vi esperarme solté el llanto, los 5 nos unimos en un abrazo. Mi mamá me miraba de pies a cabeza, buscando si algo había cambiado en mí. En cambio yo miraba a mis hermanos que habían crecido muchos centímetros desde la última vez que los había visto y papá me observaba sin parpadear.

Ni en un millón de años hubiera imaginado que volvería estar junto a ellos tan pronto. En cuanto volvíamos a casa, me sorprendía a cada kilometro al observar cuanto había cambiado mi amado país. No podía esperar a ver al resto de mi familia, a mi abuela materna, a mis amigos y amigas pero sobre todo de comer la mejor comida del mundo: la de mi mamá.

Ya en la casa, una gran fiesta sorpresa me esperaba y como si mi familia leyera mis más profundos pensamientos todos a quienes quería ver estaban ahí, tantas caras conocidas me llenaron el alma de felicidad. Jamás tendría como agradecerle a mi jefazo por ese regalo.

Abrazos iban y venían acompañados de miles de preguntas de cómo era mi vida en Madrid, yo por supuesto contaba solamente lo que se podía, jamás debía mencionar lo de mi trabajo al menos no con los verdaderos detalles.

Durante los primeros días, no quise salir de mi casa, deseaba disfrutar de cada segundo en ella, de compartir con mi familia. Extrañaba el murmullo de mi papá en las mañanas al leer el periódico, las peleas de mis hermanos antes de irse al colegio y el olor a café preparándose en la mañana.

Los primeros días recibí un audio de mi JEFE, diciéndome que esperaba que me encontrara bien y disfrutando. Sentí mariposas en el estómago al escuchar su voz, pero algo muy dentro de mí me gritaba que no me ilusionara, que nada de eso iba a concretarse.

Luego decidí salir de paseo, fui al cine con mis amigas del high school, fui al teatro con mi papá, ya que él era un amante de la actuación y un actor frustrado. Asistí a misa y a un bingo con mi abuela. Y fui al mar con mi mamá y mis hermanos. El día en la playa fue esplendido, el clima no pudo estar mejor. Las cosas no podían estar mejor hasta que me encontré cara a cara con el pasado...

Mientras caminaba a lo largo de la playa sumergida en mis pensamientos unos brazos me atraparon rápidamente, me volteé decidida a mentarle la madre al infeliz que me estuviera tocando, pero no pude hacerlo. Emmanuel estaba frente a mis ojos.

Emmanuel había sido mi amor platónico del high school, era dos años mayor que yo, un chico de los más populares. Él siempre supo de mis sentimientos hacia él, y aunque nunca me rechazó de forma grosera tampoco me correspondió, solamente fue amable como lo fue con otras chicas que sentían lo mismo por él. Él estaba acostumbrado a lidiar con eso.

-Marisol que gusto de verte

-Emmanuel, el gusto es mío.

-No sabía que estabas acá, escuche que te habías ido a Madrid.

-Si, vivo allá, solo que ahora estoy de vacaciones ¿y tú como estas?

-Súper, que te parece si te cuento de mi vida y me hablas de la tuya pero si me aceptas ir por un helado ¿eh?

-Está bien déjame avisarle a mi madre y vamos. Caminamos hacia las sillas donde mamá tomaba el sol. En cuanto mi madre miró a Emmanuel sus ojos se abrieron de par en par, ella sabia cuanto me había gustado, así que acepto gustosísima que la dejara sola un momento. Llegamos a un chalet cercano a la costa, pedimos un helado.

- Y dime como te va en España, ¿Qué haces allá?

- Muy bien no me quejo, estoy finalizando la universidad y trabajo como niñera. ¿Y tú qué haces?

La Niñera de los Lunin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora