Había algo realmente mal en todo esto, lo sabía, y también sabía que Ansley ocultaba algo, pero no lograba entenderlo del todo. Ahora estaba recostada a mi lado, durmiendo, usando una de mis viejas camisetas como pijama y yo no podía dejar de observarla.
A pesar de la negativa de Ansley en contarle todo a sus padres e insitir en la mentira de que estaba en casa de Rosalya, mis padres lo hicieron. Primero hablaron con ella y luego con sus padres. Trataron de arreglar un poco la situación; no estaban felices de que su única hija estuviera quedándose en casa de su nuevo novio sin ninguna explicación pero al menos mamá logro calmar las cosas.
Habíamos llevado la televisión hasta mi cuarto ya que habían días en que Ansley ni siquiera tenía ganas de levantarse. Ella tenía licencia medica así que podía faltar a clases, yo no podía faltar pero aún así lo hacía. Todo esto me estaba carcomiendo la cabeza.
Habían pasado tres días desde que volvió del hospital y aunque me había dicho que luego hablaríamos de ello, cada vez que intentaba sacar el tema se enfadaba y lograba desviar la conversación. La luz de la televisión encendida, la iluminaba, su pecho bajaba y subía con las respiraciones, di un suspiro dándole una última mirada y con cuidado, tratando de no hacer ruido, salí de la cama y fui hasta la cocina.
Mamá estaba sentada en el sofá del salón, era extraño ver la casa tan ordenada. —
—¿Qué haces aquí? Son casi las dos de la mañana... —pregunté mientras me dirigía a la nevera. Ella solo me dio una media sonrisa y palpó el espacio vacío a su lado.
—Ven aquí —Hice una mueca pero aún así me senté junto a ella.
—¿Qué pasa?
—Parece una buena chica... —dijo después de unos segundos.
—Lo es —afirmé.
—Lo sé —sonrió. —Deberías hablar con sus padres, también eres un buen chico, deberían conocerte
No era una buena idea pero le dije que lo pensaría y volví a la cama. Me dormí mirándola.
Cuando desperté a la mañana siguiente, Ansley estaba sentada en la orilla de la cama, totalmente vestida y rebuscando algo en su bolso.
—¿Qué haces? —hablé aún algo dormido, refregué mis ojos con mi manos para mirarla con mayor claridad. Se volteó hacia a mí, dándome una gran sonrisa.
—Me levanté temprano, creí que nunca despertarías. —Se inclinó hacía mí para besarme. —Hoy he amanecido bien, iré a la clínica a buscar los exámenes y al instituto.
—Bien, solo dame unos minutos y me levantó para acompañarte. —Me incorporé sobre la cama, estirándome.
—No, no. No es necesario —Ella seguía sonriendo. —Solo descansa, tengo algunas cosas que hacer y no me vendría mal tener tiempo para pensar.
—Está bien —dije en tono de pregunta, un poco confundido. Ella volvió a inclinarse hacia mí, besándome otra vez, correspondí de inmediato a su beso, sin querer apartarme de sus labios, deseando que olvidara todo lo que tenía que hacer y se metiera conmigo en la cama otra vez.
—Te quiero — susurro mirándome, su expresión era triste aunque una sonrisa seguía iluminando su rostro. Era cursi, pero tenía que reconocer que aquellas palabras habían causado algo dentro de mí. Volví a besarla, esta vez en un beso más profundo y le dije que también la quería.
Era extraño, pero lo hacia. En algún momento Ansley había dejado de ser aquella extraña chica que no dejaba de perseguirme para convertirse en lo más cercano al amor que alguna vez pude haber imaginado.
Después de que ella se fue me levanté, di vueltas en mi habitación, a ratos tomaba mi guitarra y tocaba algunas notas, jugaba con Demonio, me sentaba en la mesa junto a mi padre, pero no dejaba de sentirme inquieto. La descabellada idea que mi madre me había dado la noche anterior ahora no parecía tan mala. Quizás podría ir a ver a los padres de Ansley, tal vez podía causarles una buena impresión. O al menos podría intentarlo.
Mierda. ¿Desde cuando todas estas cosas me importaban? ¿Desde cuando tenía que ir a conocer a los padres de la chica con la que estaba saliendo? Era extraño pensar en el tipo de chico que me había convertido. Pero por ahora no me parecía algo malo. Ser el chico amargado no me había servido para nada antes y ahora, en mi vida, las cosas parecían tener un poco más de sentido.
Sin pensarlo mucho salí de mi casa sin decirle a nadie a donde me dirigía, fui caminando a paso lento, inventando algún discurso coherente que tuviera sentido en mi cabeza y repasándolo una y otra vez. Casi cuarenta minutos después estaba fuera de la casa de Ansley. Golpeando la puerta. Abrió su madre.
Ella sonrió un poco, casi nada, al verme y se hizo a un lado invitándome a entrar.
—Hola —saludé nervioso caminando hacia el salón. Nunca imaginé que estas situaciones pudieran ponerme nervioso.
—Tu madre dijo que vendrías, puedes sentarte. ¿Quieres algo de beber?
Rechacé lo que me ofrecía con la mayor amabilidad posible y me mentalicé para no maldecir, poner malas caras o salir corriendo de allí.
—Bueno, sé que debe estar molesta...
—Ya he hablado de eso con tus padres. Sí, lo estoy, y Ansley tendrá que explicarme toda esta situación cuando venga. Pero...es mi hija. La conozco. Nunca ha hecho nada insensato y sé que no lo haría, su comportamiento siempre ha sido impecable y ya tiene 17 años. Supongo que tiene edad suficiente para decidir por sí misma y ser un poco rebelde —sonrió extrañamente, parecía muy dulce. Observe a la mujer frente a mí, Ansley había heredado sus ojos y su cabello negro, se parecían mucho.
—La verdad no sé que decir —me reí nervioso. —Esperaba algún tipo de discurso o regaño. —Ella rió también.
—Solo me molesta que no me haya contado sobre ti. Pero supongo que soy comprensiva —Se encogió de hombros—. Cuando tenía su edad yo solía ser mucho peor. Su padre y yo solíamos hacer muchas locuras también. —A la mención del padre de Ansley el rostro de la mujer se iluminó—. ¿Ella te ha contado sobre su padre, verdad?
—Sí —No sabía como conversar sobre todo eso, Ansley me había contado la historia pero el tema de la muerte siempre podía ser muy incomodo.
—Siempre cuidé mucho a Ansley porque era nuestra hija, es lo que Alfred me dejó y para mí es como...un tesoro. Si ella ha elegido amarte a ti, espero que la cuides de la misma manera.
Ella siguió hablándome, contándome historias y anécdotas y todo parecía tan utópico que no sabía como reaccionar. Sus ojos brillaban al hablar de Ansley y su padre.
—¿Qué pasó? ¿Cómo...falleció él? —No pude aguantar la pregunta. Ella guardo silencio por unos segundos, como si estuviera meditando la respuesta.
—Un tumor en el corazón. Lo supimos muy tarde y no pudimos hacer nada.
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Corazón de melón: Please, don't love me
Fiksi PenggemarSinopsis Él era el tipo de chico que rompía corazones, lo supe desde el primer momento en que lo vi, sin embargo mi corazón no tiene nada que temer de él ya que está lo suficientemente dañado como para importarle una herida más. Podria vivir con las...