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Lo primero que se me ocurre es responderle.

Casi empiezo a escribir una respuesta cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Responderle empeoraría las cosas. Borro el principio del mensaje y lo pienso mejor. De momento, lo mejor que se me ocurre es ignorarlo y evitarlo por todos lados. No somos amigos, por lo menos no desde que vivimos en esta ciudad, no nos vemos seguido, jamás nos escribimos. Es solamente el mejor amigo de mi hermano y no debería resultarme difícil evitarlo en una ciudad tan grande como esta. Simplemente tengo que seguir con mi vida como si la noche anterior no hubiese existido, y tratar de no coincidir con él en mis encuentros con mi hermano.

Mi hermano se llama Ian, es contador y trabaja para una empresa que fabrica pañales. Cada vez que puedo me burlo de eso, pero claro que su trabajo le da una posición económica mucho más elevada que la mía. No la paso mal, soy periodista, no trabajo para una gran cadena, pero con 28 años, tengo mi propio diario digital y cubro muchos eventos y noticias del área cultural y de turismo de mi ciudad. Lo paso bien y gano lo suficiente como para vivir, cubrir mis necesidades y darme algún que otro gusto. No tengo un gran grupo de amistades, sí varios colegas con los que a veces me junto a tomar algo y dos mejores amigas con las que cada vez que coincidimos, nos ponemos al día. Tampoco soy de andar mucho de fiesta, excepto por este fin de semana.

Casi lo había olvidado por completo. Después de la noche de anoche, no me cuesta mucho entender porqué se me pasaron por alto los planes de esta noche. Lucía y Carla están libres el mismo sábado que yo, lo que es un fenómeno que se da muy pocas veces al año, y coincidimos en salir a tomar algo a un pub ruidoso en el que no creo sentirme muy contenta, pero acepté porque las extraño, y porque quizá verlas me empuje a contarles lo que hice. Necesito hablar con alguien para no volverme loca.

Me paso la tarde durmiendo y autoflagelándome en el recuerdo. Pensar en lo que pasó con Martín me vuela la cabeza. Quisiera con todas mis fuerzas que hubiera salido mal. Que fuese un hombre horrible, malo, feo, pésimo amante, pero no. El muy hijo de perra tenía que ser todo lo contrario. Cierro los ojos con fuerza para evitar todo este remolino de pensamientos, pero no lo consigo, porque claro, la culpa pesa y mucho más cuando tiene placer.

La noche me sorprende destruida. Agotada por la falta de sueño y el exceso de preocupación. No me cocino, me como un sándwich con lo que encuentro en la heladera y me cambio para salir. Afuera es una noche espectacular. Febrero golpea a la ciudad con unos calores de morirse de día, y con las noches serenas y cálidas más lindas del mundo. Me puse un vestido corto y suelto, lleno de flores de colores, unas sandalias bajas y una bincha ancha roja. Tengo el pelo castaño incontrolable hasta la altura de los hombros, un pircing en la nariz y varios tatuajes. Se que no tengo el físico ideal, o por lo menos no el que la mayoría está acostumbrada a ver como ideal, pero me quiero mucho. Me costó muchos años aceptarme y quererme, y hoy puedo vestirme como quiero y ser feliz con eso. Sé que llamo la atención, tengo los rasgos marcados y mis curvas no son discretas. Me gusto.

Cuando llego a la puerta del pub, las chicas me esperan afuera y nos fundimos en un abrazo apretado digno de unas amigas que hace más de dos semanas que no se ven.

Carla es profesora de educación física y tiene, por su puesto, un cuerpo para el infarto. Es soltera y no pierde el tiempo. Lucía es fotógrafa, hippie, y vive en pareja con Luis, que está igual de loco que ella. Los amo.

-Bueno dale, contanos – Carla apoya los codos sobre la barra y me mira directamente a los ojos. Les mandé un mensaje, en plena crisis existencial, diciéndoles que me quería morir y que había hecho algo horrible.

- ¡Me encanta esa canción! -Exclama Lucía y sale disparada a la pista.

-Cuando vuelva Lucía les cuento a las dos juntas -me excuso- así no se lo tengo que repetir, igual no es para tanto.

-Maca, vos nunca te queres morir, así que debe ser un pez bien gordo. Largá.

-No es nada grave, te lo prometo. – Insisto.

-No me importa. Después lo volves a contar. ¿Qué es? ¿Estas embarazada? No, para... ¿Te mandaste una cagada en algún evento? ¡No! Ya sé – grita sobre el ruido y me río cuando se pone dramáticamente una mano en el corazón – Volviste con tu ex. Te mato.

-¿Volviste con tu ex, Maca?

La voz de mi hermano me corta la carcajada, lo miro, tiemblo mientras me doy vuelta lentamente para comprobar la sospecha que mi propia piel traicionera me confirma. No necesito girarme, lo siento detrás de mí, pero necesito verlo con mis propios ojos.

No coincidimos jamás. Nunca. Tenía que encontrármelo justo hoy.

-Hola Maca – dice Martín mientras se acerca a darme un beso en el cachete.

Hay algo que inevitablemente cambió y me duele en lo más profundo. Lo siento, mi tensión que se mezcla con la suya, mi respiración lenta por el impacto, mi piel que arde en su contacto y el sonrojo en la suya. Esto no va a salir bien.

-Maca me estaba por contar algo importante por lo que se quiere morir. Así que o me ayudan a sacarle las palabras, o nos dejan espacio que ya no puedo aguantar más sin saber. – Punto para Carla. Esta me las paga.

-¿Estás bien?

Pobre, mi hermano está preocupado, y yo confirmo mi mensaje de hoy más temprano. Me quiero morir.

No se olviden de dejar su voto ❤️

Hasta Que Te VíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora