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Martín

Los primeros rayos del sol de la mañana me pegan directo en los ojos cerrados y me sacan de un sueño relajado. No necesito terminar de abrir los ojos para acordarme de en donde estoy. El cuerpo de Macarena se movió y ahora la tengo de frente, acurrucada y con una mano encima de mi pecho. La miro por unos segundos y termino negando con la cabeza y obligándome a salir de su cama. Supongo que, si tenemos que mirarnos a la cara en este momento todo sería incómodo, así que trato de no despertarla y ahorrarnos a los dos ese momento. Se mueve y farfulla cosas inteligibles mientras me levanto tratando de hacer el menor ruido posible. Abre los ojos de golpe y cuando me mira pierdo dos latidos del corazón, más aún cuando me sonríe, pero cuando vuelve a cerrar los ojos y a acomodarse, me doy cuenta de que en realidad sigue dormida. Casi no toco el piso cuando salgo, ser visto por algún miembro de la familia, saliendo a hurtadillas de la habitación de Maca, a las seis y media de la mañana, no está en mis planes. Nadie me creería que no pasa nada entre nosotros.

Cuando entro en mi casa mi madre ya está levantada y con el mate listo. No se sorprende al verme.

-No dormiste en casa anoche – me sonríe y enarca un poco una ceja, en señal de interrogación.

-No – respondo a secas y le sonrío.

-Ay Martín, no dejas nunca de ser un picaflor, ni siquiera cuando estas de vacaciones.

Se que lo dice en broma, pero su mirada me demuestra que esa no es una gran verdad.

-Hay cosas que nunca cambian, mamá. – trato de no sonar descortés.

-Claro que no. Tenes la misma mirada enamorada desde los 16 años – se ríe.

Se me desencaja la mandíbula cuando la escucho y empiezo a hacerle señas con las manos, porque la pared que divide a ambas casas es bastante fina y no quiero que nadie excepto yo escuche lo que dice.

-No estoy enamorado – siseo con los dientes apretados y con la voz baja. Sueno desesperado y no me importa.

-Martín, soy tu madre. Te conozco y te he escuchado por varios años hablando dormido y diciendo su nombre. Podes soltarle todas esas mentiras a cualquiera menos a mí. Te vi cambiar, y desde ahí no volviste.

-Mamá, no sabes de lo que estás diciendo.

-En fin – dice cambiando de tema como si no me hubiese bombardeado hace apenas un minuto. – Me voy que tengo que seguir con los preparativos del cumpleaños.

El resto del día pasó tranquilo. Salí con algunos amigos y no volví a cruzarme con Macarena ni nos mandamos ningún tipo de mensajes. Supongo que ir a dormir con ella anoche no fue la mejor idea, pero tenía tantas ganas de volver a sentirla cerca que ni siquiera lo pude evitar. Dormí en mi cama esta vez, soñando con una Macarena borracha y sexy, atreviéndose a un montón de cosas que no podría imaginarme despierto, pero que, al despertar, reconocí no como un sueño, sino como un recuerdo vívido de la noche que pasamos juntos después del cumpleaños de Ian.

Otro día que pasa volando y sin noticias de Macarena, es tanta la intranquilidad que tengo que cuando se acerca la hora del cumpleaños sorpresa de Margarita, más nervioso me pongo. Me pongo un jean negro ajustado y una remera blanca holgada. Hace juego con mi estilo y después de recogerme el pelo largo en un rodete, reconozco que la barba de dos días no me queda tan mal. La fiesta sorpresa es en casa de los vecinos. Se llevaron a Margarita engañada al centro para poder prepararlo todo, y cuando entro en la casa me quedo sin respiración.

Ian me da una palmada en el hombro y desaparece a acomodar algunos arreglos. La fiesta es en el patio y está todo tan bien decorado con luces y fotografías que casi no reconozco el lugar. Hay bastante gente. Amigos de la familia y conocidos de la vida, pero Macarena distingue y resalta entre el resto. Me quedo anclado en el suelo cuando la veo. Tiene un vestido amarillo y veraniego que le llega a la mitad de los muslos, y un rodete desordenado que deja caer algunos mechones sueltos al costado de su rostro. Trago saliva con fuerza y cuando el corazón se me desboca, aunque lo disimulo, no puedo evitar que las palabras de mi madre me acribillen el pensamiento. Llevo demasiados años enamorado en silencio. Demasiados como para seguir conteniéndolo.

Me tomo una copa, o dos, y me decido a acercarme a ella.

Hasta Que Te VíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora