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Me moría por irme a casa, pero hacía dos semanas que no estaba con las chicas, y si un rato con ellas costaba compartir espacio con Martín, me las iba a aguantar. Eso de que unas cervezas y se iban terminó siendo un fracaso, y después de dos horas de cervezas y algún que otro trago, estábamos todos sentados alrededor de una mesa en la vereda del pub. La noche era ideal y la música y el ruido de la fiesta llegaba apagado hasta afuera, así que, si no fuese porque todos habíamos tomado bastante, podíamos hablar y entendernos con normalidad.

­­-Bueno dale, ya está. Contanos lo que nos ibas a decir -Esta vez es Lucía la que habla.

-Ya fue Maca, estoy preparado para escuchar cualquier cosa -se ríe mi hermano.

-Bueno... -pienso en que decir, porque es obvio que ya no tengo alternativa- si estás dispuesto a saber...

-¡Dale! – Gritan Lucía y Carla al mismo tiempo.

-Bueno, nada. Hice un trío.

Contengo las ganas de reírme cuando mi hermano pone los ojos en blanco y las chicas abren la boca como idiotas. La expresión de Martín es un poema. No pensé que esto podía resultar divertido.

-No es para tanto. Pensé que te habías mandado una cagada Macarena, me estabas asustando- Ian vuelve a poner los ojos en blanco. Lo hace por deporte.

- Ay perdón señor vida sexual activa y abierta – me defiendo – Yo no tengo tu suerte. Tengo que admitir que fue toda una aventura.

-Bueno, la verdad que tenías razón -se ríe- No quiero saber más

-lo lamento -lo corta Carla- Nos lo iba a contar hoy temprano y aparecieron ustedes, ahora quiero detalles.

-¿Detalles? -se espanta Ian

-Obvio, todos queremos detalles – dice Lucía con un sorprendente tono de interés -¿O no, Martín?

-Obvio, de noche fantaseo con las historias sexuales de Maca. Me muero por saber.

Todos se ríen al mismo tiempo sin entender la indirecta, que disimulo y paso por alto completamente. Empiezo a divagar con una historia de un trío sexual que me invento en el momento y que es todo un éxito. Sé que más tarde que nunca voy a tener que contarles a las chicas la verdad, pero de momento, es un escape satisfactorio y divertido. Mi hermano se tapa la cara con las manos y maldice un par de veces mientras las chicas se ríen de él. Martín parece divertido, pero evito mirarlo todo el tiempo.

-Bueno, la verdad que estoy sorprendida -Carla es la primera en reaccionar cuando termino mi historia.

-Yo estoy un poquito asqueado, mejor pido otra cosa para tomar -Ian vuelve a causar las risas de toda la mesa y se para en su plan de escapar de la conversación, que ya di por terminada.

-Te acompaño -dice Martín poniéndose en pie y saliendo detrás de Ian.

Mis amigas no son idiotas, aunque a veces se esfuercen en parecerlo, y ni bien los chicos desaparecieron de nuestro campo visual, Lucía saltó al ataque.

-Yo no me creo una mierda esa historia del trío. Te conozco y no harías una cosa así sin antes charlarlo con nosotras.

Abro los ojos haciéndome la desentendida, pero sé que no tengo escapatoria, no con ellas, y lo confirmo cuando la que sigue hablando es Carla.

-Acá está pasando algo raro y veo que no queres que tu hermano se entere. Pero casi noto por donde viene la mano. Hoy no dormís hasta que nos cuentes.

La amenaza implícita no es un juego. Sé por experiencias anteriores que no van a dejarme en paz hasta que les cuente, y obviamente no van a dejarlo pasar de hoy.

-Otra ronda de cervezas – Ian aparece con más cervezas e intercambian lugares. Sin querer estoy sentada al lado de Martín, y mientras me digo a mi misma que tengo que acostumbrarme para que la relación vuelva a ser normal, mi propio pulso me traiciona y me tamborilea en el pecho.

-Las últimas – Interviene Carla. Cada vez que habla tengo un ataque de pánico. – Nos tenemos que ir dentro de poco, tenemos planeada una noche de chicas desde hace mucho y la vamos a terminar con pochoclos y una peli en la casa de Maca.

- ¿Qué? ¿Acaban de invitarse a mi casa? Como decía, no iban a dejar pasarlo de hoy.

- ¿Una noche de chicas? ¿No podemos ir? – pregunta entre risas Martín y lo fulmino disimuladamente con la mirada.

- ¿Tenes vagina? – pregunta Lucía y hace un mohín súper gracioso -qué lástima

Mi hermano estalla en carcajadas, y cuando queremos acordarnos, estamos solas, descalzas, un poco ebrias y sentadas en mi cama. La película se reproduce sin que nadie le preste atención. Las chicas tienen los codos apoyados en las rodillas y se sostienen la cabeza con las manos. Las dos me miran con una expresión de aburrimiento mientras esperen que suelte la lengua, y ahí voy.

-Obviamente no hice un trío.

-No me digas – se burla Carla

-El día del cumpleaños de mi hermano se fue todo un poco de las manos, y quizá, solo tal vez, haya tomado mucho y me haya despertado en otro departamento... - intento descifrar sus expresiones pero claramente esto no les sorprende ni les importa. Quieren nombres.

-Martín – lo suelto rápido como si así fuese menos real y el grito de las dos parece ensayado, pero la sorpresa es genuina.

-Me jodes. – dice Lucía, con una mano tapándose la boca. Carla está como en shock.

-Tampoco es para tanto -miento- Fue un accidente borrachesco y no va a volver a pasar.

-Maca, Martín está re bueno, por qué no volvería a pasar?

Y ahí es en donde empiezan a hacerme preguntas acerca de tamaños, potencias, duración, y cosas que siempre me dieron vergüenza. No puedo decirles que Martín es el puto amo sexual ni que es el mejor amante que tuve hasta el momento, pero mentirles no me parece justo. Lucía tiene razón. Martín no está nada mal. Tiene la misma edad de mi hermano, 32 años, es alto, rubio, y usa el pelo largo siempre levantado en un rodete. Siempre tiene barba y la muy hija de puta le queda bien. Es el típico chico de jeans gastados y zapatillas de lona, es dulce, y bastante idiota como todos los amigos de mi hermano. Ah, no olvidemos nunca ese detalle: es el mejor amigo de mi hermano.

La conversación se fue por las ramas y cuando las chicas se fueron, eran las seis y media de la mañana, estaba de día, y yo estaba agotada. Así y todo, no podía pegar ojo.

Me puse a repasar las notificaciones de mi celular por horas abandonado, y casi me caigo de la cama cuando sonó el timbre de mi casa. Me morí de miedo, porque era la madrugada de un domingo y porque nadie me toca el timbre.

La sorpresa fue mayor cuando espié para ver quien era. Se me paralizó un poco el corazón cuando vi a Martín parado en el pasillo y se me estrujó otro poco cuando abrí la puerta y me miró.

Estaba borracho. Muy. A penas podía tenerse en pie, pero estaba ahí, con la cara llena de pena y la mirada más trasparente que nunca.

-Maca... - su voz sonó como un susurro.

-Pasa – dije y crucé los dedos en la espalda para no tener que arrepentirme en el futuro.


Hasta Que Te VíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora