3.

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La mirada de Martín me atraviesa. Tiene unos ojos grises que me traspasan después de que Carla dijera lo que dijo. La voy a matar.

-No pasa nada, Ian. Carla es una exagerada.
-Bueno, supongo que será alguna de esas cosas que los hermanos mayores no queremos saber – dice Ian, y se ríe. Yo no me río, no puedo.
-Claramente – le respondo alzando las cejas, porque nunca tuve tantas ganas de alejarme de él como en este momento.
-Bueno, ya que estamos todos acá, pueden hablar de eso después así nos tomamos algo.
Mierda. Mierda.

Lo fulmino con la mirada. Como hermanos, tenemos una conexión increíble y se que sabe que quiero que se vayan, pero me lo hace apropósito, el muy hijo de puta.

-Dale, yo invito – me dice sonriendo y me palmea el brazo – pido unas cervezas para todos.

Martín se mantiene atrás mío, me pone nerviosa y quiero salir corriendo a esconderme y arroparme en la seguridad de mi cama, pero no creo que sirva de mucho. Siento su calor y me muerdo la parte interior del cachete para contener mis putos nervios que parecen estar en pleno apogeo de la fiesta. Se me dan bien las malas palabras cuando estoy que vuelo.
Mientras mi hermano, a unos escasos dos metros de mí, se entretiene charlando con el barman mientras pide las cervezas, Carla me agarra del brazo y me tironea porque, al igual que Lucía hace un rato, le encanta esta canción. Agradezco el tirón y el salvavidas que la pobre me tira sin tener idea, pero este se pincha y se desinfla demasiado rápido cuando Martín me agarra del brazo libre y tira en dirección contraria. Si no estuviese desesperada, hasta sería gracioso.

-Pará, no te vayas – dice en modo de súplica, con una media sonrisa horrible (mentira) y su porte de falso galán (mentira) – Ian está presumiendo su colección de Pops de Star Wars y tiene para rato, no me dejes solo que odio este lugar.
Lo dice como si nada, con un tono infantil que hace que Carla se ría y me suelte enseguida. Quiero gritarle que hoy lleva dos puntos para ganarse el premio dorado a la peor amiga del mundo, pero me contengo.
-A Ian ni siquiera le gusta Star Wars - digo de mala manera mientras me siento en una butaca frente a la barra.

Su falta de respuesta me exaspera hasta niveles inimaginables. Me sonríe de vuelta con esos dientes blancos salidos del infierno y quiero pararme y empujarlo lejos.

-Estaba por ir a bailar… -trato con todas mis fuerzas de caerle mal. Lo necesito lejos.
-No me digas – responde alzando las cejas y largando una risita. Pongo los ojos en blanco.
¿Qué queres?- pregunto, ya un poco indignada y con la paciencia por el piso.
-¿Acaso no puedo charlar un poco con vos?¿Cambió algo?

Me siento mal en ese momento. Me siento estúpida por hacer todo lo contrario a lo que me propongo. La idea era hacer de cuenta que no pasó, no tratarlo mal para alejarlo. Eso no mejoraría nada.

-No. No cambió nada. -afirmo, y mi voz nunca había sonado tan débil.
-¿Segura? Yo no estoy tan seguro. -dice con la voz en un susurro que, a pesar del ruido de la música y la gente, llega hasta mí. Se acerca tanto que me entra el pánico, su calor me impacta más hondo de lo que estoy dispuesta a admitir y me tiemblan un poco las piernas cuando su mano derecha se afirma en mi cintura. Demasiado contacto, demasiada piel tocándose. Trago saliva con dificultad y creo que va a besarme. En el último acercamiento dejo de respirar porque quiero morirme, porque es el mejor amigo de mi hermano que está a dos metros de nosotros, porque se crio como mi hermano, porque quisiera sacármelo de encima pero mi cuerpo no está de acuerdo.
Siento su aliento demasiado cerca, tibio contra la piel de mi cara que está ardiendo.

-Te queda muy lindo el vestido – susurra en mi oído y me suelta para alejarse justo antes de que mi hermano llegue a nosotros. Mi cuerpo se queja ante la separación con un leve mareo que disimulo a la perfección.

- ¡Rubias para todos! – exclama mi hermano cargado con cervezas y me lanza una mirada rápida que me pesa en el estómago. -¡Que no pare la fiesta!

Hasta Que Te VíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora