- ¿Alguna vez te ha pasado que quieras creer en alguien y no puedas hacerlo?
- ¿A qué te refieres?
- A eso.
- A qué.
- A no poder creer en alguien.
- …
- Y querer hacerlo.
- No entiendo, explícate.
- …
- Qué.
- No, nada.
- …
- …
- Ahora qué.
- Nada.
- Qué, por dios, qué.
- …
- …
- Pues eso.
- ¡Qué!
- Que no sé explicarme.
- Siempre ha sido tu problema.
- ¿Y eso es malo?
- No sé, dímelo tú.
- Pues estoy preguntándotelo yo a ti, ahora.
- Pues…
- Qué.
- Un problema lo es en cuanto que lo consideres como tal.
- ¿Y?
- Pues que yo qué voy a saber si crees tener un problema.
- Problemas tenemos todos.
- Sí, sí, me refiero a esto, de lo que me estás hablando ahora.
- Qué.
- …
- Dime.
- Pues esto, de lo que estás hablando.
- Qué, explícate.
- …
- A ver, dímelo, explícamelo.
- Esto es una locura.
- Oye, qué te pasa, sólo estoy pidiéndote que me expliques.
- Explicarte qué, ¿estás mal de la cabeza o qué?
- …
- Qué, ahora qué.
- Por qué siempre eres tan agresivo en tus comentarios.
- Bueno, bueno, ya, basta. Por qué no vas al grano.
- Pues es que justo ese es el problema.
- Entiendo.
- Sí, sé que me entiendes.
- ¿Entonces?
- …
- Dime.
- Pues que, no sé.