- A veces bebo solo, en casa.
- Qué bueno, te felicito.
- ...
- Qué quieres que te diga, ¿que eres mi héroe?
- No, sólo era un comentario.
- Bueno, gracias por la confianza.
- ¿Lo has hecho?
- Qué.
- Beber solo, en casa.
- ¿En la tuya?
- ...
- Jajajajaja...
- En serio, ¿lo has hecho?
- Sí, algunas veces.
- Y qué piensas.
- Nada. Qué habría de pensar al respecto.
- ¿No te parece deprimente?
- A mí, no.
- Pues es deprimente.
- No, por qué.
- Porque estás solo.
- Y eso qué.
- Pues que generalmente la gente bebe, al menos, acompañada de alguien más.
- Conmigo me basta.
- Es decir que lo haces seguido.
- Momento, yo no dije eso.
- Pues suenas muy convencido.
- Convencido de qué.
- De que bebes solo y de que eso es bueno.
- Jamás dije eso.
- Pues eso se entiende de tus palabras.
- Eres un imbécil.
- Todos lo somos.
- Pues me parece que tú encabezas al grupo.
- Y qué sientes.
- Qué siento de qué.
- Al beber solo.
- Nada, qué habría de sentir.
- No sé, por eso pregunto.
- ¿Qué sientes tú?
- No sé, feo.
- ¿Qué sientes tú?
- ...
- ...
- No sé, es deprimente.
- ¿Qué putas sientes, cabrón?
- Soledad.
- Qué más.
- Vergüenza.
- Qué más.
- Coraje.
- Qué más.
- Miedo.
- Qué más.
- Tristeza.
- Y entonces por qué putas lo haces.
- No sé, todo comenzó como un juego, un experimento.
- No digas pendejadas.
- No son pendejadas, es la verdad.
- Bah...
- Es la verdad. Un día llegué a casa y de una fiesta de días pasados alguien había dejado una botella de ron.