- ¿Ya viste la película de la que te he hablado?
- No, lo siento.
- No importa.
- He estado ocupado, pero prometo ir a verla pronto.
- Está bien, no importa.
- ¿Es la peli que habla de la memoria y eso?
- Sí, esa.
- No te molestes.
- Lo siento, no puedo evitarlo. Será mejor cambiar de tema.
- Lo siento. No es que lo haya olvidado.
- Lo sé, es sólo que no es una prioridad para ti.
- No es eso, además, es sólo una película.
- Es algo importante para mí.
- Lo sé. Prometo ir a verla pronto.
- No importa, ya no importa.
- No, sí importa. Incluso deberíamos ir a verla juntos, ¿qué dices?
- Ésa era la idea inicial.
- Ya te expliqué lo que pasó. De verdad lo siento. Además dijiste que bien podrías verla otra vez. Vamos, anda.
- No, ya no tengo ganas.
- Y, entonces, por qué quieres que vaya a verla.
- No sé. Olvídalo.
- Eres demasiado sentimental. Ése es tu problema.
- Yo no lo veo como un problema. Qué de malo hay en que sienta mucho las cosas.
- No, nada, en eso nada. El problema es que vives en ese estado.
- Qué estado.
- En éste.
- Cuál.
- Irritación. Depresión.
- No es porque me guste sentirme así. Eso te lo aseguro.
- Basta, no quiero discutir.
- Cuándo vendrás.
- En una semana. Hay mucho trabajo.
- Y cómo te va, ¿todo bien?
- Sí, bueno, más o menos. La verdad es que...
- Qué, dime.
- No, nada, quedamos que dejaría de hablar tanto de mi trabajo.
- No, está bien, dime qué pasa.
- Nada, mejor cuéntame de la peli.
- O sea que no piensas en ir a verla...
- No tengo tiempo, lo sabes.
- Son solo dos horas de tu tiempo.
- Lo sé, pero no las tengo.
- Eso no es cierto. Uno siempre se da el tiempo para las cosas que a uno le importan.
- Qué quieres decir.
- Que sería mejor que me dijeras que no quieres ir a ver esa película.
- No es eso.
- ¿No?, ¿entonces qué es?
- Es el tiempo, de verdad. No me alcanza el tiempo.
- Eso no es verdad.
- Sí lo es. Tú no estás aquí. Yo sí, y no tengo por qué mentir. Si te digo que no tengo tiempo, es porque no lo tengo.
- No tienes por qué hablarme así.