- Hola, cómo estás.
- Bien, ¿y tú?
- Bien.
- Me da gusto.
- Hace mucho que no hablábamos.
- Bueno, esto no es precisamente algo que yo llamaría una conversación.
- Es similar, al menos.
- Pero no es lo mismo.
- No, no es lo mismo.
- Qué haces.
- Leo un poco.
- ¿Trabajas?
- Sí.
- Qué bueno, ¿sigues en el mismo sitio?
- Sí.
- Vaya.
- ...
- Y qué lees.
- Leo El cielo protector.
- Bowles.
- Así es.
- Me gusta ese libro.
- Lo sé.
- Qué curioso.
- Qué.
- Tú me lo regalaste.
- Sí, recuerdo.
- Y hasta ahora lo lees tú.
- Sí.
- Me regalaste un libro sin haberlo leído.
- Sí.
- Vaya locura.
- Por qué.
- ¿No te lo parece?
- No.
- Qué raro.
- Qué.
- Que lo es, es una locura.
- Puede ser.
- ¿Por qué me lo regalaste sin haberlo leído?
- Sabía de qué iba el libro, sabía que era bueno.
- Pero no lo habías leído.
- No
- ¿Entonces?
- No sé, ¿te gustó?
- Mucho, ya te lo he dicho.
- Claro, lo siento.
- ¿Te sientes bien?
- No, no mucho.
- Qué te pasa.
- ...
- Jey, yuju.
- ¿No quieres hablar?
- Lo siento, tuve que ausentarme de mi lugar.
- Ah.
- ...
- ¿Entonces?
- No sé, estoy melancólico.
- Por qué.
- No sé.
- No, sí sabes, ¿quieres contarme?
- Sí.
- Qué pasa.
- ¿Alguna vez te ha pesado la memoria?